sábado, 21 de diciembre de 2013

La huerta de Pelegrina

Hace unos días, después de las primeras lluvias de otoño, el ambiente olía a la Huerta de Pelegrina. Dicen que no hay nada más evocador que un viejo aroma enquistado en las circunvoluciones del cerebro. Y debe ser verdad…

…a mitad de los años 60 salíamos del instituto camino de Villajovita. Y pasada la cuesta de Otero, frente a un lugar que se llamaba Arbitrios, la carretera discurría paralela a uno de los linderos de esa huerta —por cierto, en Arbitrios fue donde un día, don Arturo Company, aquel entrañable profesor de dibujo, cambió él solo una rueda de su coche… ¡con el único brazo que le quedaba!—. Y pasada la huerta Pelegrina, en una hondonada del terreno existía una enorme panadería que surtía a media Ceuta, Ufapance se llamaba. A esa panadería veníamos muy temprano cuando preparábamos las excursiones en busca de los Siete Lagos Subterráneos… era la única forma de conseguir pan del día a esas horas tan tempranas.
En las primaveras de Ceuta, después de un día de lluvias, con el cielo entreverado de nubes y azul, esa huerta olía exactamente igual que el otro día. Es un aroma antiguo que ilumina a un niño de 11 años que se agacha a observar cómo los caracoles depositan sus huevos excavando un pequeño orificio en la tierra. Entonces, rodeado del aroma embriagador de la tierra húmeda, el niño escarba un poco y recoge los huevos para meterlos en un tubo de Okal que siempre lleva en el bolsillo…
Aquella huerta sonaba a peregrino, como los halcones, pero ahora sabemos que en realidad era Pelegrina, el apellido de un notable y temido falangista que se paseaba por Ceuta con un pistolón al cinto indagando sobre la pureza ideológica del personal… “¡No era nadie Pelegrina!”, decían mis mayores, y se miraban entre ellos sin dar más explicaciones al niño. A cabo de los años, y después de algunas lecturas, comprendemos mejor la memoria ocluida de nuestros mayores, y la silenciosa mirada cómplice que se dedicaban entre ellos. Miradas que sabían a eruptos de aceite de ricino y a buches de valvulina… eso hacían nuestros mayores cuando citaban a Pelegrina, mirar para otro lado. Ellos habían aprendido a sobrevivir en el tiempo que les tocó vivir.
Es curioso. El aroma de la tierra mojada tiene esas cosas, que evoca a los caracoles poniendo huevos en las cunetas, y evoca también a los cientos de muertos que aún gritan desde las cunetas…


jueves, 19 de diciembre de 2013

Servicio deoncología

Hospital Público de Jerez de la Frontera / Sala de espera del servicio de oncología

Cada día hay más pacientes. Esta mañana ocupan todos los asientos y parte de las paredes. Una mujer lleva un gorrito de lana. Mediana edad y bien parecida. Yo diría que se dedica a la enseñanza. Lee un libro con la vista cansada. Le acompaña su hija de 18 años... Hay más gravedad en el semblante de la chica que en el de la madre. Se ve que la jovencita aún no ha asimilado que el cáncer se cura.
Hay cartelones informativos por las paredes, en varios idiomas y grafías. Explican los derechos y deberes de los pacientes del Servicio Andaluz de Salud. Y uno se siente orgulloso de la sanidad pública que hemos construido a trancas y barrancas en este país, y en muy poco tiempo. Una sanidad universal, para todos, que no pregunta la procedencia del que llega ni pregunta si puede pagar la atención sanitaria... Eso es otro asunto (no menos importante, pero otro asunto). Una sanidad imperfecta, pero trata de ofrecer las mismas oportunidades a los pacientes, vengan de donde vengan. Y creo que no hacemos suficiente hincapié en ese concepto: la conquista de una igualdad real de oportunidades para todos nuestros hijos. Ese concepto debería ser el motor, la idea central, de cualquier gobierno democrático. Cualquier otro intento sería desviarse hacia sociedades injustas.
Pero cada día que pasa nuestros gobernantes nos esquilman el derecho a una sanidad excelente. Nos dicen que los tratamientos de químio y radioterapia son caros, que gastamos demasiado en medicamentos y coaccionan a los médicos para que receten en función de un cupo o se arriesgan a perder no sé qué plus de productividad, etc. Y acabarán consiguiendo que la sanidad pública sea manifiestamente deficiente. Entonces nos convencerán de las bondades de la gestión privada de la sanidad y nos mostrarán la excelente medicina privada que podremos comprar en este país... El que la pueda comprar en cómodos plazos. Y habremos perdido uno de los mayores tesoros que teníamos. Esta es una de las indecencias que nos ofrecen los gobiernos de España.
Por eso me repugna ver a don Juan Carlos, el rey de todos los españoles, quieran o no, entrar sonriente en esas espléndidas clínicas privadas para recibir una atención médica privilegiada... En mi concepto de sociedad este es un comportamiento despreciable porque todos, hasta el más humilde español, tiene derecho a una medicina tan excelente como la que recibe el Borbón. Flaco favor le hace este hombre a la democracia. Me gustaría para mi país una sociedad construida entre iguales, en la que sobren vividores y privilegiados...
En la sala de espera de oncología el enemigo nos iguala a todos. El enemigo común hace estas cosas... Uno de los enemigos, el evidente, es el cáncer. No está mal como enemigo. Pero el otro enemigo se camufla de mala manera y es más dañino porque no da la cara: es el dogma neoliberal (esa idea repugnante que busca el máximo beneficio privado por encima de cualquier cosa o persona) que nos priva de la atención sanitaria que merece cualquier ciudadano por el simple hecho de existir. Ese es realmente el enemigo universal, que nos ataca sinuosamente dejándonos sin alternativas… ¡Ese es el enemigo a derrotar!
En la imagen: laguna final del río Arillo, que separa Cádiz y San Fernando


sábado, 14 de diciembre de 2013

Me acostaré vestido, a su lado


Tal vez haya llegado el momento de observar, cansado ya de extraer sensaciones de ti mismo. Uno comprende al final que este homo sapiens venido a menos no es nada interesante… y que el entorno nos apabulla y nos recuerda nuestra insignificancia. A lo mejor hay que dejar que el mundo fluya sin intervenir, y mirar las cosas desde la distancia. Puede que hoy por hoy hayan vencido.
Nos pasamos la vida intentando encajar las cosas para hacerlas entendibles, para equilibrar el desasosiego, para comunicar cualquier detalle que conseguimos entender. Vega apenas está empezando la tarea, y cada vez que encaja una pieza del puzle se jalea a sí misma. Alejandro insiste en encajar su afectividad en algún hueco humano que la recoja. Álvaro busca dónde encajar su futuro y su familia… y así, cada uno busca su lugar en el tiempo que le toca vivir. Mientras nos quede tiempo…
Hoy me apetece despertarla suavemente, echarme vestido en la cama, a su lado, mientras remolonea un poco más… “Hoy no sé para qué sirvo, compañera”, le diré mirando al techo. “Pero no tengo prisas. Cuando me digas te preparo el desayuno…”
…preparar el desayuno… ¡Coño! ¡Creo que ese era el motivo, la pieza que falta, el primer paso! ¡Cómo no me había dado cuenta!


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Con el carnet en la boca

En la España de los años 70 había que llevar el carnet de identidad en la boca. No me lo han contado, lo he vivido. Una vez me lo exigió un guardia civil mientras caminaba por Sant Llorenc de Munt (Terrassa) con mi macuto y mi cantimplora. Todavía no sé para qué coño quería ese hombre mi carnet de identidad porque entonces no había terroristas, y los ‘subversivos’ actuaban en la ciudad no en mitad de una montaña…

…cuarenta años después pasa lo mismo en España. Hace unos meses, cuando me iba a incorporar a una concentración en torno al ‘Pájaro’ que conmemora la Libertad de Prensa, en Cádiz, la policía estaba identificando a los cuatro gatos que intentaban hacer bulto. Cuatro gatos que simplemente ‘estaban’ en la calle, sin lanzar gritos, ni consignas, ni señalando a nadie… La policía estaba coaccionándolos, sin paliativos. No me lo han contado, lo he visto.
Servidor pensaba que finalmente habíamos conseguido que la calle no fuera un asunto de don Manuel Fraga, sino de la gente… Y entonces uno piensa que el tiempo ha pasado literalmente en balde. Que las luchas y las conquistas de mucha gente no sirven para nada en cuanto llega al poder la gente adecuada. Es decir, cuando llega al gobierno los cuatro botarates que son la correa de transmisión del verdadero poder, el financiero. Que es un gobierno que defiende por encima de todo los intereses de sus patronos, y en el camino desampara a la gente que le vota.
Es un gobierno que se otorga así mismo leyes para asegurarse el dominio y para autoperpetuarse en la poltrona… Y digo esto porque la nueva ley que prepara el gobierno, la Ley de Seguridad Ciudadana, más parece un instrumento de la dictadura Franquista que una ley que emane de un pueblo libre y crítico. Con esta nueva ley no podremos ver videos callejeros que muestren a algunos policías apaleando a gente indefensa, ni heridos en un ojo por pelotas de goma, ni enormes policías con armadura acarreando a bachilleres de 14 años de un sitio a otro… colgar esos videos callejeros puede suponer una multa de 30.001 a 600.000 euros.
Esta una ley que aflora desde una democracia falsa, porque es formal, neoliberal y autoritaria. Democracia formal porque sólo conserva la forma, votamos cada cuatro años a individuos que luego hace lo que dictan sus patronos, no la gente… y no pasa absolutamente nada. Neoliberal porque ejecuta una política económica que condena a la gente a la pobreza, y se centra en el beneficio de los que ya son inmensamente ricos. Y es una democracia autoritaria porque no deja alternativas a la política económica neoliberal y, además, se sostiene mediante la coacción, el miedo, fomentando el acriticismo, la incultura y la somnolencia de la gente.
Estos criminales han roto las reglas del juego en mitad del partido, y aquí no pasa nada. Dicen que ya estamos saliendo de la crisis. ¡Pero si es precisamente aquí, acojonados y en la ignorancia, adonde quieren tenernos, coño!


viernes, 15 de noviembre de 2013

Las flores huelen a torrijas de canela

En el Barrero las flores huelen a torrijas de canela. En el parque infantil, mientras las madres vigilan, conviven perros y niños, y no pasa nada. El sol cae como cada tarde, y una pareja recibe los últimos rayos tumbados en el césped. Ella es rubia y hace poco caso al chico. El perrillo se come las sobras de una merienda. En la mesa de al lado las madres hablan del trabajo y de lo bien que se portó la encargada con Chari, y que Chari tenía que haberse callado y dejar estar lo que estaba hecho. El muro trasero del observatorio está lleno de grafitis, pero de los que ensucian y hacen feo. Entonces es cuando el sol se filtra a través de las ramas de una acacia y llega hasta el banco, pero apenas calienta. Debe ser que estamos a mitad de Noviembre.

No parece que pase nada en el Barrero...
…pero esto debe ser un oasis en mitad de lo real. En el mundo pasan millones de cosas malas en este momento. Es cierto que esto es un valle de lágrimas, y también es cierto que no tenemos otro mundo para vivirlo. Uno llega a pensar en lo dichosos que son los ilusos que creen en mundos de luces y colores, pero yo no puedo, ni creo que debamos abandonarnos a las promesas de los iluminados de turno.
Maldita sea el día que vi a los soldados israelíes partir el brazo de un palestino con un adoquín hasta dejarlo descoyuntado… he estado escuchando los alaridos del palestino durante años. Y hace un mes vi y oí a unos salvajes quemar vivos a otros hombres… los apalearon salvajemente hasta meterlos en una zanja, la cubrieron de ramas secas y entonces prendieron fuego. Cada noche revivo la quietud del hombre ardiendo, sin fuerzas ni para gritar… y mientras se queman vivos, el gentío asiste al hecho como si fuera un espectáculo, el cámara se ríe bobalicón de los gritos de la mujer y un salvaje la vuelve a apalear hasta que cae en las llamas. ¡Tal crueldad es posible! Lo es. Eso, y cosas como esas, pasan muchas veces cada día… en cada conflicto armado y en cada lugar oscuro, cuando cualquier hombre sin moral se cree a resguardo de miradas.
Maldita sea el día que vi ese linchamiento. Hemos globalizado hasta la crueldad y la hemos banalizado, y se difunde en las redes sociales como algo normal…
…después de esto, los que especulan con el precio de los alimentos básicos y provocan hambrunas y sed en regiones enteras del planeta aparecen apacibles, como monjitas de la caridad.


martes, 29 de octubre de 2013

Roma: el poder

…luego caminamos hasta la Ciudad del Vaticano, rodeamos sus imponentes murallas y llegamos hasta la explanada de la Basílica de San Pedro, dicen que la mayor de toda la cristiandad. Ya es noche cerrada. Impresiona contemplar lo que has visto decenas de veces en imágenes. Pero toda la explanada está llena de sillas, como esperando un acontecimiento papal de los que congregan a masas de creyentes rendidas al carisma del Pastor… por eso, por las sillas, no podemos buscar los puntos exactos para observar las columnas superpuestas, unas detrás de otras, como si los soportales de la plaza de San Pedro solo tuviera una fila de ellas, todas mirando a esos dos puntos que son los centros geométricos de las semicircunferencias. Así era la maestría de los genios que la diseñaron y construyeron.
El lugar irradia un poder que casi se mastica. No son las dimensiones físicas del Estado del Vaticano, es la concentración de hechos históricos en ese punto infinitesimal del planeta. Casi se huelen los secretos inconfesables que guardan esas hermosas paredes… como las de cualquier centro de poder. Lo que irradia ese poder —que casi se mastica— también emana de las riquezas y bellezas que se exhiben en sus museos, en sus paredes, en los techos (y lo que se intuye oculto) Ese poder que se mastica en el ambiente, que se escenifica en la majestuosidad de las piedras y de los tesoros, emana directamente de la enorme capacidad que ha tenido y mantiene la Iglesia para dirigir y modificar el comportamiento de la gente...

Bajorrelieves en una plancha de bronce, puerta lateral derecha de laBasílica del Vaticano, centro neurálgico de la religión del amor.Descripción explícita de las torturas que los cristianos reservaban a los malos.
Ese es el verdadero poder: la capacidad de modificar el comportamiento del rebaño, mediante el terror, la disuasión o mediante la convicción impuesta desde la cuna. Y, lo reconozco, los que mandan en el Vaticano han sabido y saben mantener la ficción entre la buena gente de que la Iglesia es la única intérprete de la moral, y que es, además, la guardiana del castigo o salvación eternos. Y hacer de tal ficción una verdad inapelable basándose en una quimera indemostrable es para quitarse el sombrero… ¡qué inteligentes son unos, que imbéciles somos otros!
Hay en la basílica de San Pedro un círculo rojo que recuerda en lugar donde el emperador Carlomagno se hincó de rodillas para recibir la bendición del Papa de turno. Vieja lucha en el Medievo que ganaron los Papas… finalmente el poder lo otorgaba Dios —el cristiano, por supuesto— a través de su heraldo en la Tierra, el Máximo Pontífice. Y así lo acabó aceptando el emperador. Una jugada genial esa de imponer que el poder o es divino o no es legítimo. Franco también fue Caudillo de España por una gracia de Dios, lo ponía en las pesetas…
¡Tanto poder y no poder contra la muerte…!
A la vista de la Basílica del San Pedro, en los soportales de la Vía Conziliazione, la que nos encamina hasta el Castillo Sant'Angelo, duermen numerosos sin techo. Acomodan sus pocas pertenencias en un rincón o en carritos de la compra y, amparados por la luz de los edificios oficiales, y por la presencia policial, sobreviven otra noche… Hay miles de vagabundos sin hogar pululando por las calles de Roma, mendigando una moneda a las legiones de turistas. Y al final del día acaban siendo invisibles para cada uno de los miles de turistas. No sé…
El Mausoleo de Adriano es una impresionante fortaleza. Una chica canta con su guitarra en el puente sobre el Tiber. La noche se hace más fresca. Lancé unas monedas a la chica y algunas fotos, creo que con poco éxito. El camino de vuelta siempre es más penoso. Dejamos a la derecha las inmensas Murallas Aurelianas que rodearon la Roma Imperial… en mitad de la acera se acurruca un mendigo herido en la frente, este no finge. No tiene fuerzas ni para quejarse. El pobre hombre es un subproducto inservible del sistema económico que nos esclaviza. Para el sistema no es rentable, cuesta dinero mantenerlo con vida, su presencia no encaja estéticamente con la ciudad, debería morirse…
…y, encima, como sea infiel o descreído, va apañado.
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ADDENDA: Para ser justos, los bajorrelieves describen las muertes de San pedro y San Pablo!!


viernes, 25 de octubre de 2013

Roma: El vuelo

Subes al avión y estás pendiente del momento en que las ruedas dejan de tocar el suelo de tu patria. Luego bajas la bandeja y anotas…

…y ahí abajo queda tu país. En dos horas tocarás el suelo de la vieja Roma Imperial, tan cargada de historia y antiguos vestigios. Tan plagada de conquistas y saqueos de otras culturas para generar la más grande de todos los tiempos. Y sobre esta Roma antigua y —a pesar de todo— civilizadora, se superpone la Roma de los Papas, señores cuyo reino sí era de este mundo; la del Renacimiento a la Luz, y la del neoclásico y la del barroco… que lo satura todo de tan abigarrada belleza y poder que llegas a ansiar la soledad de una pequeña ermita románica en una minúscula aldea gallega. Tan exuberante y excesiva es Roma.

Posiblemente me costaría la misma vida vivir en otro país, porque España es mi casa, pero esa relación materno-filial no me impide reconocer las carencias de mi patria.

Creo que a veces el patriotismo nos vuelve ciegos.

España es el lugar que mejor conozco, el sitio en el que trabajaron y murieron mis mayores, pero seguramente no es objetivamente el mejor sitio para vivir. No la amo ciegamente y tampoco daría mi vida por ella porque no puedo estar seguro de lo que hagan con mi sangre los que mandan. Me parece que no sabemos quién manda en realidad, que nos engañan y nos dan azucarillos para tranquilizarnos. Si la patria fuese el conjunto de mis compatriotas podría pensar en entregar lo que fuese, pero me temo que la patria es, hoy día, el botín de unos cuantos poderosos; me temo que España es el campo de trabajo de unas pocas corporaciones supranacionales que no tienen patria ni amos por propia definición. Supranacionales cuya única patria es el beneficio por encima de los hombres y mujeres; cuya única lealtad es para el máximo beneficio depredado allí donde se halle. Esa patria no merece ni un arañazo de cualquier ciudadano.

La patria romántica, ese ente superior por la que murió mi abuelo, por la que se sacrificaron miles de españoles —los héroes y los olvidados en las cunetas— esa patria que nos llama a entregar la sangre en su defensa, ya no existe. Ha sido fagocitada por esto otro…

…habría que empezar a construirla de nuevo, desde lo más pequeño, desde la cercanía y nobleza de un patio de vecinos, o de un barrio lleno de gente que sobrevive frente a los mismos enemigos cotidianos. La patria de la gente que comparte y va creando las mismas señas de identidad, la misma cultura y los mismos recursos. La globalización económica —la única que se nos impone— nos bestializa y nos hace olvidar que en lo pequeño está lo auténtico del hombre.

Y tampoco me siento orgulloso de las patrias que se justifican exterminando a otras gentes, o a otras ideologías. La patria roja y la patria azul no son más que las patrias de unos tarados que se afirman solamente matando hermanos y exterminando ideas.

Tampoco mi patria consiste en banderas al viento y desfiles uniformados al son de música marcial. Si la patria necesita de símbolos de ese tipo, servidor renuncia a ser hijo de ella.
Inevitablemente vuelvo siempre al viejo concepto, que la única patria noble es el barrio y la gente que la recorrió contigo en la niñez. Las otras patrias son asuntos inventados a golpes de banderas y músicas lacrimógenas.

Es entonces cuando nos abrochamos el cinturón, recogemos la bandeja y el avión toca suelo en Roma, el viejo Centro del Orbe, la patria de otros… otros que, en la cercanía, son como tú.


jueves, 3 de octubre de 2013

Atardecer en el Barrero

El perrillo foxterrier corretea por el césped detrás de la pelotita. Antes, hace muchos años, no había césped, ni esto era un parque. Se llamaba el Barrero porque se extraía tal cosa para hacer ladrillos. Hoy se llama Campo de la Constitución… pero, por más que se intente, a esto se le sigue llamando el Barrero. Hay cosas que son como la senda de los elefantes, que permanecen y no pueden cambiar.

La dueña del perrito es una chica de pelo corto y pantalones vaqueros ajustados. Me parece que lo que quiere la chica es leer su libro en esta perfecta tarde otoñal... pero no va a poder ser porque el pequeño foxterrier es un histérico de las pelotitas y por más lejos que se la tira, más rápido vuelve para pedir más juego. Es tan simpático que resulta difícil no hacerle caso.
Al final —se veía venir— la chica abandona el libro y se dedica por entero a hacer feliz al perrillo...
Bueno, no es mala cosa dedicarse a esa tarea, a buscar la felicidad de alguien. Qué mejor asunto que ese, ¿no?


miércoles, 2 de octubre de 2013

No es un parque romántico

El Parque del Oeste es un parque estrecho que discurre entre dos carreteras. Lo tapiza un buen número de acacias que cuando llega la primavera lo cierra hasta convertirlo en un túnel; luego, cerca ya del verano, deja una alfombra de flores amarillas que da gusto pisar. Al atardecer, las acacias tamizan los rayos decadentes y deja sombras alargadas. Las raíces tienen mucha vitalidad y se abren camino, y afloran, a través del asfalto... La vida siempre se abre camino, y el asfalto —aunque parezca pétreo— a menudo franquea el paso de cualquier brote verde.

La gente camina muy deprisa por el Parque del Oeste... Desfilan presurosas y sudorosas quemando calorías. No se ven paseantes cogidos de la mano, ni ‘deambulantes’ mirando las musarañas, ni cómplices sisando una mirada furtiva, ni amantes en mitad de un beso. Este es un parque poco romántico, solo se utiliza para quemar colesterol y por las noches ni siquiera en los rincones oscuros se arrullan los amantes... Pero es bonito al atardecer, y tiene vida.
Alguien ha construido una pequeña pista de escalada bajo los pilares de la autovía, sobre el hormigón, y unos jóvenes intentan atravesar el circuito colgándose de los brazos y balanceando el cuerpo sobre el vacío. Debe ser un ejercicio extraordinariamente difícil. Me ven tomándoles unas imágenes y se sienten reconfortados. Charlamos un momento y les muestro mi admiración por su esfuerzo. Todos necesitamos reconocimiento...
Por el Parque del Oeste caminan los caminantes, corren los corredores y pican los mosquitos. Son una mosquitos pequeños pero de reconocida mala leche. Aprovecho para saludar a mi pupila, la compañera química que asumió mi jubilación, que es una corredora de fondo, menuda e incansable... Le doy un par de besos y recuerdos para la gente que sigue en el tajo. Y cuando la veo alejarse trotando vuelvo a comprender que, es verdad, que la vida sigue...
...y desde un banco les observo pasar presurosos ‘…a todos los he visto perderse allá a lo lejos del camino y me he quedado solo, sin despegar los labios, en mi sitio…’
(Con mis saludos cordiales a León Felipe)


jueves, 26 de septiembre de 2013

Vigilando al pueblo y protegiendo a los otros

En la frontera entre las dos Coreas, el ejército del norte no mira a su enemigo del sur. Mira hacia su propio pueblo… debe ser que no se fían de lagente desarmada y temen darle la espalda. O puede que sea una forma de despreciar descaradamente a los Estados Unidos y a la gente del sur. ¡Quién sabe!


Sea lo que sea siempre me ha llamado la atención este comportamiento. Sin embargo, en mi país pasa lo mismo y nadie se percata. Ocurre que la policía siempre encara a la gente como si fuéramos potenciales agresores de la clase que pasa por detrás… es decir, agresores de los representantes que ese mismo pueblo ha elegido. Si esto pasa —y pasa continuamente— algo indeseable ocurre en nuestra sociedad.



La calle Las Cortes es una calle noble que lleva hasta el Real Teatro de las Cortes, donde se constituyeron las mismas hace 203 años… esos parlamentarios españoles y americanos alumbrarían dos años más tarde la Constitución de 1812. Y eso fue en San Fernando, Cádiz.
En la fiesta del 24-S de este año —como en cualquier otro— había dos clases de personas, las que podían pasar por la calle Las Cortes y las que no podían. Por ella pasearon algunos políticos de mi pueblo, sus señoras, los señores y señoras que iban a ser homenajeados con una medalla (algunos son amigos míos, y con todo merecimiento) y los invitados al acto. La gente del común miraba y gritaba…
Este año asistí a la fiesta de cara a los fornidos policías, desde detrás de las vallas metálicas, rodeado de gente desesperada que ha sido expulsada del sistema, porque el sistema que amparan nuestros políticos no necesita para nada a esta parte del pueblo… es un sistema que ‘cosifica’ a la gente hasta convertirla en potenciales maleantes y subversivos que se dedican a insultar…
¡Y vaya si insultan! El insulto ridiculiza a los que visten sus mejores galas y diluye la entereza de los que asisten al acto, sobre todo cuando gritan: ¡Esto Sí Que Es Una Chirigota! Es claro que la fiesta no es la misma a uno u otro lado de la valla metálica.
Pero, tengo que reconocerlo, la fiesta a este lado es más divertida…

Video de las protestas


domingo, 22 de septiembre de 2013

Estampas de la pesadilla neoliberal: Juan

Treinta años tiene ya Juan. Desempleado desde que terminó económicas y empresariales, como cientos de miles de españoles. Actualmente sirve comidas los fines de semana en un restaurante de su ciudad. El hijo de puta lo contrata dos horas los viernes y dos horas los sábados porque es lo mínimo que le permite la ley… pero le hace trabajar siete los viernes y siete los sábados. Entra a las siete de la tarde y sale, como pronto, a las dos de la madrugada. Le paga quince euros. Sí, sí, 15 €.

Aparte de ser un perfecto hijo de la gran puta el tío es un despreciable que trata con la punta del pié a sus empleados… Yo mando y yo impongo el miedo hasta despojaros por completo de vuestra autoestima. ¿Lo tenéis claro? Sí, lo tienen claro.
Los cocineros le duran invariablemente tres meses —algún alma inocente incluso le dura cuatro—. Simplemente se van porque sistemáticamente no les paga. Y cuando se marchan desesperados, el cabronazo sólo tiene que tomar el siguiente currículo del montón y llamar a la nueva alma cándida y desesperada… y uno imagina el alborozo en esa casa… ¡que me han llamado para cocinero de fulanito! ¡Pobre diablo!
A Juan, como es un tío educado, bien parecido y de buenas maneras le dice, como sincerándose el cabronazo, oye, que te he estado observando y creo que te voy a encargar de algunas cosillas más… vente por las mañanas que quiero que te hagas con la PDA y esto y lo otro… Pero es mentira, el hijo de la gran puta sólo quiere que friegue el suelo y prepare las mesas sin pagarle ni un solo euro más. Porque, además de cabrón, el tío es un miserable: en los tres meses que Juan lleva explotado, se ha quedado con todas las propinas.
Y cuando el lavavajillas no da más de sí, llama a una negrita para que friegue los platos durante las horas que sean necesarias… por seis euros. O los tomas o los dejas… pero decídete ya. Trata a la negrita como si fuera un despojo humano. El cabronazo ha aprendido estupendamente la técnica precisa para destruir la autoestima y la dignidad de sus “contratados”… y lo hace muy bien. Lo hace tan bien y tan profusamente que se ufana de que, como buen empresario, abrirá otro local en el centro de la ciudad… a este paso lo proclamarán emprendedor del año y hasta le endosan una medalla.
No sé… la pregunta evidente te sale de las entrañas: ¿Que por qué no arderá el puto restaurante con el cabrón dentro? Pues porque somos inmensamente mejores que este miserable, por eso. Al fin y al cabo hace lo que hace porque las leyes se lo permiten; de hecho, están rediseñadas para esto; la permisividad generalizada lo tolera; la anuencia y la connivencia de todos solapan los desmanes; el miedo paraliza cualquier asomo de contestación; los sindicatos miran para otro lado y la patronal le da palmaditas en el hombro… ¡Tú sí que sabes! ¡Este es el camino, compañero!
Y luego escuchamos decir por la tele al imbécil de turno: Estamos haciendo los deberes como hay que hacerlos, con responsabilidad. Y añade el gilipollas: Necesitamos emprendedores valientes, que se arriesguen en tiempos de crisis y sean capaces de crear puestos de trabajo…
¡Malas puñalás nos den!


viernes, 13 de septiembre de 2013

El inquietante concepto del YPAKE

A veces es difícil entenderse con otra persona. Los que saben de estas cosas opinan que si no tenemos cubiertas las mismas necesidades vitales, es decir, si no compartimos el mismo nivel de realización humana, la comunicación entre las personas se resiente (véase la Pirámide de Maslow) Dicho de otro modo –y perdón por el burdo ejemplo-, no intentemos hablar de arqueología con un señor que se está ahogando porque es inútil, el hombre sólo quiere respirar.

La pregunta con la que cerramos el artículo anterior es otro ejemplo de esa dificultad. El suegro de mi amigo le preguntaba: ¿PARA QUÉ? (En concreto, la pregunta era: ¿Y pa qué cohone gastarse un euro en estas tonteríasobservar el paso de espátulas por el estrecho si lo que quiere la gente es trabajá?)
No sé… me temo que esta pregunta despreciativa es consecuencia de una concepción economicista de la realidad: “…si no hay beneficio inmediato no puede hacerse”. Este es el dogma central del sistema neoliberal que nos gobierna. Es, además, un sistema de valores que nos está robando conceptos sobre los que construir un discurso alternativo. Esta sociedad actual —construida encima de ese dogma— nos encamina a la inacción y nos cierra el camino al conocimiento porque el conocimiento rara vez ofrece beneficios inmediatos.
Frente a ello, nuestra cuestión es otra. Los que “pierden el tiempo” en laTorre del Puerco observando cómo saltan las espátulas hacia África, se preguntan ¿POR QUÉ? Investigar el por qué de las cosas ha hecho progresar a la humanidad en todos los sentidos. Yo no sé… pero si en los distintos tiempos históricos hubiese prevalecido la otra pregunta…
¿PARA QUÉ ponerse a pensar si lo que necesitamos son tierras conquistadas y esclavos que nos sirvan? Y entonces nos habríamos cargado de un plumazo el discurso de Sócrates, Platón, Aristóteles y Pitágoras. O ¿PARA QUÉ ponerse a mirar estrellitas si lo interesante es buscar herejes y quemarlos en la hoguera, como Dios manda? Y entonces no tendríamos el conocimiento de Galileo, Keppler, Newton, Servet… También podríamos preguntarnos ¿PARA QUÉ escribir novelitas mientras nos invaden los infieles? Y no tendríamos a Shakespeqre, Cervantes, Neruda y los miles de sueños escritos.
Y sin estos hombres (y otros miles como ellos) seguiríamos siendo una humanidad pueril, apegada a la superstición y destripando terrones para dar el trigo al amo de turno… El conocimiento, como respuesta a las preguntas adecuadas, nos eleva de la mediocridad y nos hace libres.
Por el contrario, con la insidiosa pregunta impedimos el impulso cognitivo de cientos de miles de investigadores anónimos en todos los campos del saber. Las trabas al conocimiento son propias de sociedades obtusas, catetas y grises… y de hecho es lo que está pasando de nuevo con esta crisis-revolución neoliberal que nos esclaviza.
Preguntar ¿PARA QUÉ? en lugar de ¿POR QUÉ? nos lleva invariablemente a ese tétrico convencimiento carpetovetónico “¡Que inventen ellos!”, que nosotros ya servimos cerveza en las terrazas.
Este artículo está inspirado en el suegro de mi amigo, al que conocí hace poco en la Torre del Puerco, que me enseñó el inquietante concepto del “ypaké”


jueves, 12 de septiembre de 2013

La frontera de las espátulas

Esta mañana tuve que decidir si me levantaba a comprar una lavadora –que, por cierto, cada vez duran menos- o me iba a ver el “salto” de las espátulas hacía África para pasar el invierno.

Imagen de Javier Milla, tomada de http://www.limesplatalea.blogspot.com.es/
Y elegí la segunda opción, mucho más estimulante. A las nueve y media ya estaba en la Torre del Puerco (vieja torre almenara del siglo XVI, redonda, de realengo y de propósito militar) con Rocío y David, dos observadores voluntarios del Proyecto Limes Platalea, que estudian precisamente eso, el paso de las espátulas que han nacido en Europa hacia África. El asunto es que desde hace años se viene observando el paso de casi todas las aves migratorias —flamencos, cigüeñas y decenas de otras especies que servidor no sabría citar— por el corredor del Estrecho (Tarifa – Gibraltar), pero no se observan espátulas por ese corredor. La pregunta es inmediata: ¿por dónde pasan los 18.000 ejemplares que se suponen veranean en la península Ibérica?
Solamente el año pasado se tuvieron indicios de que el salto se produce por un estrecho corredor que va desde Torre Bermeja a Cabo de Roche. La Torre del Puerco está al final de la playa de la Barrosa, casi en la mitad de esa franja corredor. Por cierto, la Regencia española ofreció en 1811 a sir Thomas Graham, general de las tropas inglesas que lucharon junto a las españolas en la batalla de Chiclana, el Ducado del Cerro del Puerco, como pago a los servicios prestados por el inglés en la lucha contra Napoleón… pero el estirado inglés lo rechazó porque consideró indigno ser llamado con ese nombre. Él se lo perdió porque el lugar es idílico.
El observador en la ermita de Santa Ana, en lo más alto de Chiclana, que tiene a sus pies toda la bahía de Cádiz, nos avisaba: va para vosotros una bandada de 62 espátulas. Luego el observador en la Torre Bermeja, al inicio de la playa de la Barrosa, nos lo confirmaba. Y nosotros la comenzábamos a vislumbrar entre la Punta del Boquerón y el Castillo de Sancti Petri (un antiguo islote que ha sido templo fenicio dedicado a Melkart, luego lo fue al Hércules romano, y actualmente tiene la configuración de batería artillera del siglo XVIII – XIX, con su torre que también fue almenara)…
…apenas una línea blanca en la bruma del horizonte. Sólo Rocío y David, observadores avezados, la veían. Luego, ya más cerca, frente a la playa de la Barrosa, la bandada mantenía una lucha frenética por establecer el liderazgo, como un cardumen de peces sin orden aparente. Más tarde, a la altura de cabo Roche, cuando enfilaban África hacia el Cabo Espartel, ya habían establecido un orden y encaraban el salto organizadas. Ora se elevaban por encima de nuestro horizonte, ora bajaban hasta rozar físicamente el agua… Ensayos para encontrar la mínima energía necesaria para esa proeza que es atravesar el mar hasta el continente que espera en el sur. El entusiasmo de Rocío, la gravedad de David, las aves que inician un enorme viaje, que ensayan la mejor manera de sobrevivir a él… sinceramente, uno tiene la sensación de presenciar un espectáculo épico.
Bueno, ¿y eso para qué? Me han preguntado algunos amigos. ¿Qué coño importa que esos patos pasen por aquí o por Tarifa? —No son patos, joder… les digo— ¿Pa qué cohone gastarse un jodido euro en estas tonterías si lo que quiere la gente es trabajar…?
…mañana.
Mañana lo hablamos. Hoy voy a seguir, como dice Rocío, cerrando los ojos para ver volar los pájaros en mi cabeza.


viernes, 6 de septiembre de 2013

Mister Guss

Conocí a Gustavo en Tarrasa, hace más de cuarenta años. Gustavo era un colombiano de Cali, pelo corto y ensortijado, piel aceitunada y rasgos nativos… y una bellísima persona. En Tarrasa había una nutrida colonia de colombianos, casi todos estudiaban ingeniería industrial. Seguramente eran los hijos de la oligarquía que gobernaba el país desde siempre… porque mantener por años y años a los vástagos estudiando en Europa era un asunto de muchas pesetas. Ahí conocí a Gustavo, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales.
Yo me alojaba en casa de mis tíos Ramón y Mariposa –gracias a eso mis padres pudieron costear mis estudios-. A mi tía Mariposa no le gustaban los colombianos porque uno de ellos había dejado embarazada a una amiga de mi prima Merche, y cuando el tío conoció la situación se largó a Colombia y dejó a la chiquilla plantada y con su barriga… Por eso, cada vez que Gustavo venía a casa, le echaba en cara que su compatriota hubiera dado la espantá. Recuerdo que la explicación que daba era que su amigo tuvo que marcharse para terminar la carrera en su país, porque un profesor de aquí le había jurado que jamás lo aprobaría… nada creíble, por cierto.
Yo conocí a muchos de los colombianos de Tarrasa… posiblemente porque tanto ellos como servidor nos sentíamos en tierra extraña. Ellos venían a Cataluña desde América del Sur, servidor desde el norte de África y ninguno llegaba a entender del todo el alma de ese pueblo…
Eras feos los colombianos, pero follaban muchísimo. Nunca lo he entendido. No sé, puede que también por eso me arrimara al grupo, por si algo cayera… pero, nada, oye. Creo que era en la casa de un tal Lujan, donde algunos sábados se organizaba una “fiestecita” con cumbias, marihuana y unas chicas que no me gustaban nada… desde lejos se notaba que no habían leído un libro en su vida. Gustavo era muy tímido y tampoco follaba… por eso en las fiestas se dedicaba a tocar la guitarra, y yo a aprender de él, mientras las cosas de interés discurrían en las habitaciones.
Un día le llegó por correo —a un colombiano alto que vivía en el Colegio Mayor (este sí era guapo) — un baúl lleno de cosas. Lo enviaba su familia… e invitó al personal a degustar el contenido. Aquello era como estar exiliado en Siberia y recibir unos chorizos del pueblo… pero en valores colombianos. El café me produjo dos noches de insomnio, una detrás de la otra, sin exagerar. La panela me producía cierta aprensión (aunque a ellos les encantaba como el mate a los argentinos), y al final no resultó mal la experiencia… La panela es el jugo de la caña de azúcar cocido a alta temperatura hasta formar una melaza espesa, luego se deshidrata y se convierte en melaza de caña panificada o panela, dura como una piedra, que se disuelve el agua caliente y se toma. Bueno, no está mal.
Pero, hijo, la marihuana fue una cosa extraordinaria, la verdad. Por entonces no había los controles de ahora, ni traficaban con ella. No se dedicaban a eso… ¡a mí me regalaron un paquetito!
Me lo tomé con calma. Desmenucé un cigarrillo Record e introduje en el cilindro la mezcla de hojas y cañamones de la marihuana; me tumbé en la cama y lo fumé con parsimonia… el corazón se aceleró. La percepción de las distancias se alteró mucho. Un brazo era muy corto y el otro era muy largo… euforia. Salí a la calle y era muy complicado tomar las esquinas. Poco más recuerdo… luego he repetido la experiencia con resina de haschis pero, nada, como la primera vez nunca. La última fue un intento terapéutico… a ver si un porro me quitaba la jaqueca. ¡Una mierda me va a quitar!
Poco después abandoné Tarrasa, recalé en Sevilla y conocí a mi compi de la vida… No he vuelto a saber de Gustavo. Con el tiempo, cuando sus enseñanzas de guitarra reposaron, le compuse una canción. He olvidado la música de su canción, pero la letra hablaba de su timidez en las fiestas de Lujan… ‘Mister Guss, con la boca siempre cerrada porque olvidó qué decir’
Era Gustavo Losada Liébana… ¿Por dónde andas, viejo amigo?


lunes, 26 de agosto de 2013

Aquellos gránulos democráticos

Llegué a Tarrasa en 1969, con 17 años, y pronto me mimeticé con cierto entorno. Pantalones de pana, anorak caqui y una bolsa militar en bandolera. Lo típico. Me dejé crecer el pelo y la barba, y paseaba por los tugurios con unos “Comentarios al Capital” que apenas entendía.
Recuerdo que en la facultad había tres líderes que movían la contestación amparados en la cobertura legal de la Delegación de Estudiantes. Se llamaban Gual, Más y Rico. Rico era el más radical y pedía abiertamente el derrocamiento de la dictadura con una huelga general indefinida. Los otros dos, Gual y Más, eran más solapados y encauzaban la rebelión contra el régimen apoyando cualquier revuelta académica y obrera… y los conflictos en el cinturón de hierro de Barcelona eran diarios.
La chica que trabajaba en el local de la Delegación de Estudiantes se llamaba Maori, era una rubia guapísima, de pelito corto y ojos grises. Acabó casándose con Más, pero follaban de antes… y, por lo visto, a Maori no le gustaban los preámbulos amorosos, ni calentamientos previos ni tonterías románticas. La rubia iba directamente a la coyunda. El pobre Más se quejaba de eso… y yo no entendía el problema, la verdad.
En la Delegación hacíamos los cartelones informativos que luego colocábamos en las paredes de la facultad. Recuerdo que en ellos transcribíamos los documentos que nos llegaban de la “clandestinidad”.
A veces coordinábamos acciones con la gente de Comisiones Obreras en una parroquia de Can Anglada, una barriada obrera de Tarrasa. Se apostaban vigilantes en las esquinas para avisar si la policía aparecía por allí… Cuando nos reuníamos en la facultad lo llevaba bastante bien, me sentía seguro; pero en esa parroquia hasta temblaba del miedo que tenía. Esa es la verdad.

Fue en Barcelona donde compré un póster del Che Guevara. Desde entonces ha estado colgado en todas las casas en las que he vivido. Ya sé que es un símbolo de otro tiempo…
También sé que aquella democracia, la que surgió tras la muerte de Franco aunando todos esos granitos de arena (Gual, Más, Rico, Paula Galvin, Rondeño, Ernesto y otros tantos que no recuerdo…) fue muy deseada por muchos aunque fuese un constructo imperfecto. Se nutrió de luchadores anónimos surgidos en las fábricas, en las minas y en las facultades. Yo he visto a algunos de ellos —como Gual, Rondeño y Paula, que arriesgaron su bienestar en la dictadura— convertidos poco después en los políticos que maniobraron en la Transición. Habrá muchas maneras de llegar a la política, pero esa, la lucha previa en la calle, en la fábrica y en la facultad, me parece de las más auténticas.
Y, sin embargo, aquella democracia tan deseada ha derivado en este remedo de cosa que manejan unos profesionales que han convertido la política en prestidigitación mediática… mientras con una mano nos encandilan con cuentos, con la otra mano saquean el Estado camino de la pesadilla neoliberal.
Nos hemos quedado con una democracia representativa que no representa a la gente. Es una democracia que representa la corrupción, el elitismo, la prepotencia, el engaño, el disimulo, las medias verdades, las medias mentiras, la incompetencia, la mediocridad, la indignidad, la injusticia… No nos representan porque la gente no somos así. Somos mejores.
La democracia que sufrimos es vieja, casposa y ya no sirve. Huele a baúl decimonónico, ni siquiera huele a siglo XX. Seguramente necesitamos una democracia infinitamente más participativa, en la que la gente se organice sin intermediarios. Tenemos los medios tecnológicos para hacerlo realidad, para que nosotros, el pueblo, realmente decidamos nuestro futuro por nosotros mismos.
Ya hemos aprendido que es una inconsciencia dejar nuestro futuro en manos de cierta gente.