domingo, 24 de enero de 2021

El milagro del beato Spínola

Este artículo se publicó en La Voz del Sur

Sombras al amanecer


Un saltamontes jamás podrá entender la Teoría de las Cuerdas ni los asuntos derivados del campo de Higgs, porque al saltamontes le faltan neuronas (…y a servidor, también, la verdad sea dicha). El saltamontes no ha evolucionado durante millones de años para entender esas cosas, lo ha hecho para escapar de sus depredadores, para procurarse mejor alimento y para procrear más que otro saltamontes. Nosotros, los seres humanos, hacemos básicamente lo mismo, pero con algunas neuronas más. Y, eso sí, ambos —saltamontes y humanos— estamos hoy día en el mismo nivel evolutivo.

Sin embargo, no creo que tener algunas neuronas más nos sirva para explicar la totalidad del universo. Lo que ocurre es que, conforme más creemos entenderlo (los que lo entiendan), mayor es nuestra sensación de pequeñez. Que hayamos conseguido explicar una ínfima parte del universo —mediante teorías científicas que se van confirmando como acertadas o rechazando por erróneas— solo nos hace comprender que existe un volumen infinito de conocimientos por alcanzar. Y eso nos enseña a ser humildes y más conscientes de nuestras limitaciones como especie.

No tenemos más remedio que aceptar que solo podemos intuir la hermosa sinfonía del universo en el que somos —pasa lo mismo con el saltamontes, que no puede apreciar (creo) la belleza de una sinfonía de Mozart—. Aceptar esa limitación es tal vez nuestro descubrimiento más honesto. En cuanto que estamos vivos y conscientes, somos una anomalía en el devenir del universo…

Por eso, cuando algunos de mis compañeros de especie se empeñan en inventar explicaciones esotéricas a lo que no podemos entender me deprimo (…pero, oye, que tampoco tiene la menor importancia que servidor se deprima). No es que nos falten neuronas a los humanos —que también—, es que algunos se empeñan en usar de mala manera las pocas neuronas que tenemos. Me estoy refiriendo a los supuestos milagros perpetrados por los santos católicos, y a los aquelarres místico-científicos que se montan en torno a un hecho que no podemos explicar con nuestros escasos conocimientos. Concluir que detrás de nuestra incapacidad para explicar las cosas hay una entidad divina es decepcionante. Que eso pasara en otras épocas, con rebaños de hombres y mujeres iletrados, cuya única ilustración emanaba de los púlpitos, pase. Pero que ocurra hoy día es delirante. Estoy pensando en la sanación inexplicable de una enferma de cáncer atribuido a un supuesto milagro al beato Spínola.

Ante estas cosas ya hemos comprendido, y lo aceptamos humildemente, que existen fenómenos que no entendemos todavía. Punto. Hasta ahí llegamos… pero cuando algunos se inventan explicaciones ajustadas a su conveniencia, y echan mano de entidades etéreas para justificarlas, la cosa se vuelve muy graciosa.

Servidor siente vergüenza ajena viendo que, en San Fernando (Cádiz), en el año 2021, buenas personas, adultas y serias, que normalmente son honrados profesionales de su cosa, se presten a representar el lamentable espectáculo de considerar, como algo serio, un supuesto milagro de sanación ocurrido en San Fernando y atribuido a la mediación del beato don Marcelo Spínola. Y, sobre todo, siento vergüenza al ver a militares españoles, vistiendo sus uniformes y participando en semejante teatralización de lo absurdo. Uno siempre ha deseado que aquello del Estado aconfesional —que se puede leer en la Constitución española— significara ausencia de uniformes militares en actos religiosos. Pero, por lo visto, no es así…

Con total libertad las autoridades católicas investigan científicamente supuestos milagros, y lo hacen público sin el menor rubor (las conclusiones del asunto ya están depositadas en Roma para su estudio). Y a servidor le parece que los creyentes se hacen un flaco favor en estos días, porque la distancia entre milagreros y terraplanistas (negadores ambos de la evidencia científica) se hace mínima. Por eso, con la misma total libertad, servidor opina sobre la ridiculez de los milagros. Ridiculez supina, añado. Conste, finalmente, que sonreír ante estos asuntos no es una falta de respeto hacia las creencias de otros, es manifestar que el rey va desnudo, como en el cuento.


lunes, 11 de enero de 2021

Las calles indecentes de San Fernando

 Este artículo se publicó en La Voz del Sur

General Varela. Bilaureado y traidor a la República


El paisaje urbano de la ciudad no es neutral. De las calles y plazas de cada pueblo debería emanar una pedagogía de convivencia y respeto que impregne a los ciudadanos. Pero eso no ocurre si de las esquinas cuelgan ejemplos de intolerancia y se exhiben rastros de ideologías opuestas a la democracia. Por eso conviene recordar que cuando una sociedad se organiza en torno a la voluntad popular, es nuestra obligación ser beligerantes contra la intolerancia que emana de postulados ideológicos próximos al franquismo… porque el franquismo es un régimen indeseable, condenable y criminal. Lo era hace ochenta años y lo es hoy. El franquismo y sus herencias ideológicas no se pueden justificar desde la decencia.

Cuando se inicia el año 2021, en la ciudad de San Fernando existen demasiadas calles dedicadas a personajes vinculados con la dictadura del general Franco. Pero ya no podemos apelar a la ignorancia para justificar su permanencia en el callejero de la ciudad. Hoy conocemos las trayectorias personales de muchos de esos personajes con calle, y la simple lectura de ciertos nombres ofende a la decencia, porque implica normalizar el crimen, supone la aceptar la sublevación militar como principio político válido y supone admitir la represión como método para perpetuarse en el poder. La mínima responsabilidad cívica nos impide aceptar estas premisas.

Hay en San Fernando calles con nombres de alcaldes que colaboraron, abierta y decididamente, en la represión política y social que se desplegó en la ciudad desde el 18 de julio de 1936. Fueron alcaldes que sirvieron a una dictadura militar de carácter fascista…

«…en origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen de Franco es un régimen de carácter fascista, establecido en gran parte gracias a la ayuda recibida de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini».

Así lo definió y condenó la Asamblea General de las Naciones Unidas el 12 de diciembre de 1946, precisamente en los años en los que los alcaldes en cuestión actuaron. Estos mandatarios isleños fueron dirigentes políticos que colaboraron con un Estado ilegal. Las víctimas de la represión en esta ciudad (los asesinados y los perseguidos), que lo fueron bajo los mandatos de estos alcaldes, no merecen la afrenta de ver sus nombres rotulados en las calles. Su permanencia supone, en nuestra opinión, enaltecimiento del golpe militar de 1936, de la represión posterior y de la impunidad.

Permanecen en la ciudad calles con nombres de militares —fundamentalmente marinos— que participaron en el bando sublevado de la guerra civil española y que desarrollaron posteriormente una dilatada y brillante carrera militar, incluso regalaron a la ciudad una valiosa contribución política e intelectual. Todos esos militares tuvieron que demostrar inevitablemente su adhesión a la dictadura militar que se iniciaba el 18 de julio de 1936 y, con ella, acataron la cobertura ideológica de carácter fascista que adoptó el nuevo Estado. Aceptamos que un número indeterminado de ellos —nunca sabremos cuántos— se vieron arrastrados por la pulsión de sobrevivir y asumieron como inevitable la obediencia a una cadena de mando que traicionó la promesa de adhesión a la II República. Entendemos que esos militares se dejaron arrastrar por la supuesta obediencia debida a sus superiores, porque la mínima objeción habría implicado una ejecución inmediata y extrajudicial. Y en el mejor de los casos, un consejo de guerra sumarísimo en el que los militares rebeldes y traidores les acusarían precisamente de rebelión militar con pésimas consecuencias.

«Los militares que se opongan al Movimiento de Salvación iniciado serán pasados por las armas por los delitos de lesa patria y alta traición a España». [En el Decreto nº 2 de la Junta de Defensa Nacional. Burgos, 25 de julio de 1936]

Pero no todos los militares se sumaron a la rebelión iniciada en San Fernando el 18 de julio. Los hubo que cuestionaron las órdenes, o dudaron simplemente, o tenían filias republicanas o masónicas. Todos estos lo pagaron con su vida. Son los casos del comandante de Infantería de Marina Manuel de Sancha Morales, los capitanes del mismo cuerpo Antonio García Molés y Enrique Paz Pinacho, del teniente de navío en la reserva Ramón Alba Guerrero, los capitanes de corbeta Fco. Javier Biondi Onrubia y Virgilio Pérez Pérez, el maquinista Francisco Baptista Florenza, el condestable de la Armada Federico Beltrán del Castillo, los oficiales de Sanidad de la Armada José E. Ordaz Martínez, Antonio Martín Yarza, Antonio Zambonino Cano, etc., etc., etc. Eran militares, eran españoles fieles a la promesa de lealtad y murieron en La Isla. Ninguno de ellos, por supuesto, pudo demostrar su amor a la patria ni desarrollar una brillante carrera profesional. Simplemente fueron asesinados en 1936. Ninguno de ellos pudo hacer méritos para tener una calle en su ciudad. [Véanse militares leales a la República muertos en San Fernando: Por la dignidad de los militares muertos]

Desgraciadamente, todos los militares que se sumaron a la rebelión —unos abierta y decididamente, otros por pura supervivencia— lo hicieron para servir a un régimen ilegal. Sus carreras profesionales a partir de esa inflexión están vinculadas a valores incompatibles con la democracia. No obstante, si existiesen en San Fernando calles dedicadas a militares que no dirigieron la insurrección, no participaron en la represión posterior y contribuyeron de alguna manera al entramado cultural de San Fernando, entenderíamos su permanencia en el callejero. En estos casos damos por hecho que fueron las autoridades franquistas las que los utilizaron para engrosar la iconografía del Régimen. No cuestionaríamos la valía personal, ni la profesionalidad del personaje, sino el uso partidista que hizo la Dictadura de estos hombres.

Pero hubo militares que organizaron la sublevación y/o participaron conscientemente en la guerra posterior y, en consecuencia, asumieron las consecuencias de sus actos. Para fortuna de ellos, resultaron victoriosos y sus decisiones personales fueron recompensadas con una notable carrera militar y con reconocimientos en el ámbito municipal. Por eso algunas calles de San Fernando siguen dedicadas a militares que se alzaron contra el gobierno legítimo de la II República. Eligieron libremente colaborar con la sublevación y, por tanto, cometieron un evidente delito de rebelión contra la legalidad, delito que hoy día sigue impune. Esa decisión les hizo ser presuntos cómplices y/o tener responsabilidad en las detenciones ilegales, torturas y muerte de aquellos isleños susceptibles de oponerse al Movimiento Salvador de la Patria. Así mismo, pudieron ser responsables directos o indirectos de un número indeterminado de incautaciones de bienes, de cárcel, de exilio. Y como miembros de un plan general abiertamente criminal, son responsables en función de la punibilidad del plan…

 

«Líderes, organizadores, instigadores y cómplices que participen en la formulación o ejecución de un plan general o conspiración, para cometer cualquiera de los crímenes antes citados, son responsables de todos los actos realizados por cualquier persona que ejecute dicho plan…». [En Diligencias Previas Procedimiento abreviado 399 /2006 v, de 16 de octubre de 2008. Juez Garzón, citando el Estatuto de Nüremberg (8 de septiembre de 1945)]

En consecuencia, las carreras profesionales de estos militares parten de un comportamiento desleal e ilícito, es decir, parten de la máxima vergüenza que puede perpetrar un militar: quebrantar su promesa o juramento de acatar las leyes, en este caso promesa de fidelidad a la República para defenderla y servirla bien:


«Prometo por mi honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y defenderla con las armas».

Todos los militares traidores habían prometido defender precisamente a la República, no a una esotérica Patria diseñada ad hoc para justificar cualquier acto de rebeldía. Posiblemente no hay mayor deshonor para un militar que levantar sus armas contra sus propios compañeros y contra los ciudadanos que le otorgaron su confianza. Estos últimos militares no caben en el callejero de San Fernando, lo dice la ley que emana de la voluntad popular, y mantenerlos sería justificar y dar cobertura a la barbarie que se desplegó en este pueblo a partir del 18 de julio de 1936. Es nuestro deber, si tenemos ese conocimiento, exponerlo.

Y aún existen calles dedicadas a personas que avivaron la traición de los militares insurrectos, entendieron las tropelías de la Falange y demonizaron a los republicanos como antiespañoles. Por tanto, justificaron lo que estaba pasando en la ciudad, es decir, justificaron el exterminio físico de los posibles opositores políticos y sociales al Glorioso Movimiento Nacional. Máxime cuando desde su pretendida ascendencia moral declamaban justificaciones vistiendo sotana o blandiendo la pluma con destreza. Consideramos que tales personajes tampoco deberían tener una calle en San Fernando.

En nuestra opinión, eliminar de nuestras calles los vestigios de la dictadura franquista «...representa un paso fundamental hacia la realización del derecho a la verdad de todas las víctimas de graves violaciones de derechos humanos…» que ocurrieron en San Fernando. Pero, sobre todo, será un acto de justicia y valentía política que nos acerque a la conclusión de un ciclo histórico.

 

 

 

CALLES y ROTONDAS DE SAN FERNANDO CUYAS DENOMINACIONES PODRÍAN SER CONTRARIAS A LAS LEYES DE MEMORIA HISTÓRICA Y DEMOCRÁTICA DE ESPAÑA Y ANDALUCÍA

Enero de 2021


CALLE ALCÁZAR DE TOLEDO
CALLE ALMIRANTE BATURONE COLOMBO
CALLE ALMIRANTE CERVERA
CALLE ALMIRANTE FAUSTINO RUIZ
CALLE ALMIRANTE FRANCISCO MORENO
CALLE ALMIRANTE GARCÍA DE LOMAS
CALLE ALMIRANTE SALVADOR MORENO
CALLE ANTONIO RODRÍGUEZ
CALLE BATALLA DEL EBRO
CALLE BENITO CELLIER
CALLE CABO DE INFANTERÍA DE MARINA BENÍTEZ MORERA
CALLE CAPITÁN ÁNGEL SEVILLANO
CALLE CASTILLO DE OLITE
CALLE CENTURIA ISLA DE LEÓN
CALLE CONCHA PÉREZ BATURONE

CALLE CORONEL GABRIEL MOURENTE

CALLE EL PARDO
CALLE FERROL DEL CAUDILLO

CALLE GENERAL GARCÍA DE LA HERRÁN

CALLE GENERAL PUJALES

CALLE HERMANOS LAGARDE
CALLE HERMANOS LAULHÉ
CALLE HÉROES DEL BALEARES
CALLE JOSÉ GIL SÁNCHEZ
CALLE JOSÉ QUETAR
CALLE LUIS MILENA
CALLE PADRE FRANCO
CALLE CAPITÁN CONFORTO
CALLE RUIZ AHUMADA
ROTONDA ALMIRANTE GÓMEZ-PABLOS

(Esta lista está extraída del nomenclátor confeccionado por don Juan José Maruri Niño)