viernes, 12 de junio de 2020

Un abrazo en la curva del cementerio



Cementerio de los soldados, cercanías del Penal de la Casería de Ossio / 2020

Nunca sabremos con seguridad el nivel de sufrimiento que provocó el fascismo del siglo XX en España. Sé que esta historia ocultada y silenciada —me refiero a la represión política y social que comienza el 18 de julio de 1936 y acaba con la muerte del general Franco— siempre será un relato inconcluso. Lo sabía cuando cerré el libro y dejé de investigar [hablo de República, alzamiento y represión en San Fernando]. Ya era suficiente por mi parte. En ese momento me parecía redundante añadir más arbitrariedades, más nombres, más injusticias. Estaban listados los muertos que causó la represión y las viudas, esas mujeres sin llanto, sufrientes de largo recorrido, que tal vez fueran más heroínas que héroes fueron sus maridos e hijos. El libro también dejaba constancia de que los hombres que tomaron el poder por la fuerza en 1936 se calificaron ellos mismos con sus propios actos. Eran actos y pensamientos que no ocultaron, todo lo contrario, los exponían con afán de ejemplaridad, porque ellos mismos estaban orgullosos de haberlos cometido; orgullosos de la historia que escribieron encantados de escribirla. Punto. Cerré el libro cansado, y con la conciencia de haber hecho lo que debía. Ahora que sigan otros… servidor ya puso un peldaño.

Pero un libro en manos de los lectores tiene vida propia. Y este libro relata precisamente lo que dos generaciones de víctimas habían callado. Habla de lo que dos generaciones de victimarios habían silenciado —me refiero a lo que silenciaron los criminales directos y sus herederos ideológicos actuales—. No es pertinente ni es decente apelar a la equidistancia entre víctimas y victimarios para buscar un consenso… simplemente porque no todos fueron iguales. Unos exterminaban con insolencia y con impunidad, otros fueron exterminados como a ratas. Unos fueron exaltados a la condición de héroes, otros fueron desposeídos de su condición humana y tirados en una fosa común, vilipendiados y olvidados. ¿Dónde puñetas ponemos la virtud equidistante? ¿En las víctimas o en sus verdugos?

Hoy me llegan retazos de lo que provoca la lectura de este libro. Son recuerdos que afloran desde lo más profundo. A veces alguien encuentra la pieza de un puzle que encaja en la vida, a veces es una lágrima que debió salir hace tiempo. Otras veces, lo que emana de las pequeñas historias, es una punzada de respeto… la historia no la hacen los personajes, sino la gente humilde y sufrida que mueve la vida hacia horizontes más nobles, más justos, más humanos. Esto decíamos al iniciar el libro…

Un secreto de familia

Mi amiga Josefina ahora comprende por qué ese hombre que se casó en segundas nupcias con su tía nunca se integró en la familia, ahora lo comprende. Lo ha reconocido en el libro. Ese hombre jamás fue aceptado porque todos en la ciudad conocían lo que había hecho: con su uniforme azul de Falange y su prepotencia, detuvo a decenas de hombres para llevarlos al cuartel de la plaza de la Iglesia. No porque fueran criminales, lo hizo porque esos vecinos suyos fueron políticos de izquierda, sindicalistas, obreros significados, masones, maestros republicanos, etc. A los más afortunados les daban una paliza, un vaso de aceite de ricino y lo paseaban desnudo por las calles mientras las víctimas evacuaban los intestinos a la vista de todos, para humillarlos de por vida y condenarlos al ostracismo social en su propio pueblo. A los menos afortunados les pegaban un tiro en la tapia del cementerio… y que las viudas y huérfanos se las apañaran como pudieran.

A Josefina nunca nadie le dijo nada de esto porque hubo un acuerdo tácito entre los vivos: dejar a los niños al margen del terror. Nunca se explicó Josefina por qué ese hombre apenas aparecía en las celebraciones familiares, y si acudía siempre permanecía sentado en un rincón y nadie le dirigía la palabra. Acabó mal, me cuenta. Se dio a la bebida y una cirrosis le hizo sufrir hasta que murió relativamente joven… pareciera un merecido castigo divino. Josefina ha encajado una pequeña pieza en su vida. Ahora comprende mejor su niñez, los silencios que recibió y los entresijos de la familia.

Un abrazo en la curva del cementerio

Mi amigo Pepe dejó escrito no hace mucho un pequeño momento que vivió su abuelo. Se llamaba como él, José Batista y, como no acabó fusilado en la tapia del cementerio, no sale relacionado en los listados… pero sabemos bastantes cosas de este hombre represaliado. Era chofer, miembro del Comité Local del Partido Comunista, tenía 40 años en 1936 y ocho hijos bajo su techo. Manuel, el mayor, tenía 18 años, la pequeña solo unos meses. Lo detuvieron en su casa el 26 de septiembre de ese año por orden directa del comandante militar de la plaza, Ricardo Olivera Manzorro —por cierto, “ciudadano ejemplar”, nombrado Hijo Predilecto de San Fernando, y con calle propia hasta hace tres días—. Primero lo encerraron en el calabozo municipal, y diez meses más tarde, también por orden de Olivera Manzorro, lo trasladaron al Penal de la Casería de Ossio. Los militares que se rebelaron contra la autoridad de la II República lo acusaron precisamente de rebelión militar, y lo juzgaron en consejo de guerra sumarísimo de urgencia —un paripé de justicia con nulas garantías procesales—. Afortunadamente resultó absuelto en mayo de 1937… pero seguía preso en enero de 1938. No sabemos con exactitud cuándo fue liberado.

Pepe cuenta que su abuela —Dolores Arias Mateos— iba todos los días al penal con su hija de meses en brazos. Esta recién nacida se ganó el apodo de la niña del penal para el resto de su vida. El relato que ha permanecido en su familia cuenta que al abuelo José Batista Vela se le aguó la sangre en la cárcel, y que lo soltaron para que muriera en su casa. Y eso pasó, murió en la cama poco después de salir libre a un mundo gobernado por los que tenían las armas, las peores ideas y una repugnante moral.

Y la vida siguió. Cada cual se adaptó a la situación porque hubo que vivir y cada una de esas vidas es una historia digna de ser recordada. Sesenta años más tarde, Manuel, el hijo mayor de José Batista Vela volvió a San Fernando. Mi amigo Pepe (su sobrino) le daba un paseo en coche por la ciudad, para que recordara cada rincón, cada recodo, cada paisaje. Y en la curva del cementerio de los soldados, muy cerca de donde estuvo el Penal de la Casería de Ossio, su tío le contó que el día que liberaron a su padre lo encontró en ese lugar, a pocos metros del penal: Aquí me bajé de la furgoneta al ver a mi padre y nos dimos un abrazo. Dijo que aún recordaba la impresión que se llevó al ver cómo había envejecido en tan poco tiempo, al verlo tan indefenso, tan derrotado.

Sesenta años después de ese momento, en la misma curva del cementerio, mientras Manuel lograba verbalizar este recuerdo, lloró por su padre muerto… La guerra había terminado.

jueves, 4 de junio de 2020

Ginés de Lomas, el de los agustinos


Ginés de Lomas me cayó mal desde el primer vistazo. Coincidimos en el instituto público con dieciséis años para estudiar preuniversitario, y no nos tratamos. No hacía falta. Simplemente éramos mutuamente invisibles. Él venía de estudiar bachillerato en el colegio de los curas agustinos, una auténtica institución en la ciudad. En el ambiente colonial de Ceuta, en los años 60 del siglo pasado, había niños que podían estudiar con los agustinos y los había que estudiaban en el instituto público. Ginés de Lomas llegó a PREU desde los agustinos, con los suyos y con los suyos se relacionó. Yo venía de la enseñanza pública y con los míos me relacioné —pero entiéndase que sí hubo interrelaciones de amistad entrambos grupos, por supuesto—. Todavía era pronto para entender que la procedencia social llevaba implícita una desigualdad inaceptable. No existió enemistad ni rechazo entre nosotros. No hubo nada. No creo que Ginés de Lomas se acuerde de mí. Pero yo recuerdo que su porte de cabeza y su mirada altiva me producían aversión… Una aversión injustificada, estoy convencido, porque una cierta mirada y una cierta posición de cabeza no significan nada.

Instituto Nacional de Enseñanza Media de Ceuta, mediados los años 60 del siglo XX

Luego las circunstancias nos dispersaron a todos en una diáspora vital. Ceuta se nos quedó atrás, la vida nos atravesó. Hubo que atender lo profesional, lo personal, la compañera, los hijos… todo eso nos pasó por encima y nos modeló de una u otra forma. Y ahora, al cabo de cincuenta años, las redes sociales me traen de vuelta a un Ginés de Lomas convertido en la imagen especular de la mía. Si servidor intenta usar la duda y le parece que las cosas deberían ser… Ginés de Lomas sienta cátedra en lo que escribe públicamente. Si servidor ha derivado hacia la izquierda, Ginés de Lomas lo ha hecho hacia la derecha. Para servidor los filofascistas del PP y VOX (los que lo sean, que no todos tienen por qué serlo) son indeseables; Ginés de Lomas llama al presidente Sánchez doctor fraude y al vicepresidente Iglesias lo llama, entre otras cosas, el impresentable coletas. Para servidor la tensión social y política está avivada por una campaña meditada y diseñada milimétricamente por la derecha filofascista; para Ginés de Lomas es todo lo contrario, la causa de la tensión política y social es el discurso chulo y barriobajero del coletas. Si él dice que vamos de cabeza hacia una dictadura social-comunista-bolivariana, yo barrunto y temo una deriva fascista del Estado. Si servidor aplaude el Ingreso Mínimo Vital, Ginés de Lomas lo llama paguita bolivariana… etc. No se pueden tener visiones más opuestas las mismas cosas.

Siempre me ha fascinado observar cómo, ante los mismos hechos —aparentemente objetivos—, las personas interpretemos la realidad con tantísima disparidad.

…y siento un enorme cansancio como para entrar en discusiones dialécticas con Ginés de Lomas, con mi cuñada, con mi sobrino o con cualquier otro, a través de las redes sociales, en los grupos de WhatsApp o en la barra de un bar… cuando había bares y barras. Son discusiones inútiles que no llevan a ninguna conclusión. Yo no quisiera que Ginés de Lomas cambiara su forma de pensar —esas cosas son imposibles a estas alturas de la vida y, en realidad, me da exactamente igual lo que piense—, lo que me gustaría es que aceptemos todos una sombra de duda en nuestro discurso. Servidor lo intenta —aunque no siempre lo consiga, lo reconozco—. Una simple duda. Un mínimo intento de empatía.

Pero la pregunta que todos nos hacemos, cada vez con más temor, sigue en pie: ¿cómo dialogar si parece que somos miembros de especies distintas, que miramos la misma cosa y uno interpreta alfa y otro omega?  

Bueno… aceptemos la disparidad de visiones con deportividad, como un valor añadido. Ginés de Lomas y servidor —alfa y omega— ya coexistimos sin hostilidad durante un tiempo. Puede que todo sea posible si aceptamos los mismos principios básicos. A saber: una persona, un voto; lealtad a las reglas de juego y nobleza en su uso, y una forma civilizada y respetuosa de tratarse…

Por encima de todo, vivir y dejar vivir. Que cada cual interprete su papel en este vodevil, sin interferencias.


lunes, 1 de junio de 2020

Tontos útiles que repiten los mantras hasta convertirse en adoradores de la bota que les aplasta el cuello




A servidor le parece que en la España del siglo XXI el fascismo se fusiona con las formas de VOX y PP. Y no es un fenómeno aislado, Trump, Bolsonaro, Jhonson, Salvini, Le Pen y Orban son el nuevo fascismo en sus respectivos países. Desgraciadamente, en el nuestro, las derechas tienen sus raíces intactas y ancladas profundamente en el fascismo patrio del pasado. Son derechas involucionistas y viejas. El fascismo es el cáncer de la sociedad democrática… corrompe la convivencia, hace enemigos a los vecinos bien avenidos y acaba con la civilización para volver a la barbarie. Lo hizo en el siglo XX y lo hará otra vez si no somos capaces de convencerlos. Solo así se conseguiría diluir al nuevo fascismo con dosis de razonabilidad y se conseguiría encauzarlo hacia la decencia, porque es mejor vivir en tolerancia que en la confrontación que plantean.



Los poderes reales son accidentalistas —se desenvuelven en cualquier sistema político con tal de que no vulneren sus intereses particulares—. Si les viene bien una dictadura, la mantienen. Si ahora conviene una transición política, la abalan. Si luego tienen que ser demócratas, son los primeros… y si ahora no hay una forma legal para desalojar a los bolivarianos (me refiero al gobierno de Pedro Sánchez, ya saben ustedes), aquellos patriotas, defensores de sus propios intereses, harán lo que tenga que hacerse. Es decir, una estrategia de acoso y derribo visceral, mantenida en el tiempo y miserable en el contenido, hasta donde haga falta (no es la primera vez que lo hacen contra gobiernos tibiamente sociales). Y continuarán hasta que la opinión pública quede suficientemente convencida, con campañas bien financiadas, con bulos y con mentiras abiertas, de que el desorden y el desgobierno que ellos mismos han contribuido a crear, ellos mismos lo arreglarán. Lo de costumbre: se trata de crear tontos útiles que repitan los mantras creados ad hoc hasta convertirlos en adoradores de la bota que les aplasta el cuello.

Y si no pueden hacerlo, es decir, si no logran acceder al gobierno a través de los votos, inventarán una solución de orden para evitar que estos bolivarianos gestionen la bestial crisis económica que tenemos encima, consecuencia directa de la pandemia de COVID-19. De ninguna manera van a consentir que un gobierno de coalición PSOE-UP gestione la crisis económica desde una sensibilidad social. Y, entiéndase, sensibilidad social significa que el interés público se pone por encima del interés privado. La derecha filofascista que tenemos hoy en España, y los poderes en la sombra, jamás lo van a consentir porque su patriotismo acaba donde empiezan sus intereses personales.

Por cierto, haría bien Felipe VI en desalentar tajantemente a todos esos patriotas que en la discreción endogámica de los cuarteles —y en las redes sociales— se ponen a sus órdenes para lo que sea… estos patriotas de gatillo fácil no saben (o es precisamente lo que quieren) que esas cosas acaban con listas de gente a las que hay que neutralizar si quieren tener éxito en su intento de violentar el orden con fuerza. No hay nada más despreciable para un miembro de las fuerzas armadas (Ejércitos, Policías o Guardia Civil) que desobedecer la autoridad del pueblo y levantar las armas contra sus propios compañeros o contra sus vecinos… si el fascismo del siglo XXI busca esta confrontación —y es lo que demuestra cada día, cada vez que abren la boca, en la calle y en el parlamento— es el enemigo al que tenemos que convencer de dos cosas: que al gobierno solo se llega a través de los votos, con un discurso leal a las reglas, y un talante civilizado; y que el interés general está por encima del particular… lo dice la Constitución, no esos comunistas bolivarianos: «Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general».

No se puede ser tolerante con los intolerantes, y hace demasiado tiempo que las direcciones del PP y de VOX son un peligro para la sociedad española. No hablo de sus votantes, hablo de las direcciones de estos partidos políticos, que más parecen kamikazes sociópatas que políticos de derechas.

El Ministerio de la Verdad de Orwell es una broma comparado con las redes sociales al servicio del verdadero poder, ese poder que ahora apuesta por una solución de orden con valores filofascistas para defender sus intereses particulares, nunca el interés público. Es francamente difícil encontrar hechos en el maremágnum de opiniones interesadas… y cuanto más dinero hay implicado, más masiva es la avalancha de opiniones pagadas con ese dinero. Lo visible en las redes sociales, no es una verdad razonable. Lo que genera creencias, es decir, lo que se convierte en una verdad absoluta sobre la que construir un discurso, es la opinión difundida masivamente y apoyada masivamente con euros, dólares, rublos o yuanes… y es entonces, para crear esa opinión interesada, cuando entran en juego los tontos útiles que rebotan falsedades, medias mentiras, medias verdades y auténticas injurias contra el gobierno de España… que será un gobierno mediocre y manifiestamente mejorable, pero es el que ha llegado democráticamente a la Moncloa. Y esto es algo que ni entienden ni soportan los filofascistas españoles. Nunca aceptan NO ESTAR en el gobierno: necesitarían castrar sus viejas raíces patrióticas y florecer en otro tiesto para ser una derecha decente de una puñetera vez. Les falta el hervor democrático que nunca han tenido.

Intolerancia total con los fascismos. Nos va la civilización en ello.