miércoles, 12 de agosto de 2015

La jubilación fallida de Ortega

En la Pradera sirven carnes y pescaíto (sic) variados. Y por la mañana ponen desayunos como Dios manda, que por el norte no saben de desayunos. Los coches siguen manchados con el barro del Sahara que llovió hace dos días. Un joven me ofrece un cupón de la ONCE y se lo compro. Acaba en cinco (sin premio, por favor) Mi compi se ha ido a la peluquería y aquí anda servidor, esperando…

He saludado a Ortega, que camina presuroso con pinta de ir a hacer los mandaos. Digo mandaos y digo bien, porque su Compi es muy dada a mandar hacer cosas a los que encuentra a su alrededor. Su Compi es de esas personas que siempre ponen cara de estar muy cansada y te piden cosas pequeñas, casi sin importancia... Pos ya que estás levantado, tráeme un vasito de agua, anda porfa, que hoy tengo la espalda fatá-fatá. Y cuando llagan a lo de fatá-fatá ya tienen una mueca en la cara que te da una penita…

Pero, claro, cuando te han pedido cuatro cosas así caes en la cuenta de que no es que esté cansada, es que es de naturaleza floja, perezosa, vaga y omisa... ¡y te da coraje, joder, que se aprovechen de tu buena disposición! Pues así veo a Ortega, de aquí para allá todo el santo día, como un santo varón a las órdenes de su insoportable Compi. Le ha salido fallida la jubilación al bueno de Ortega.

¡¡Que el día te sea leve, amigo!! — Le digo a modo de saludo. Pero no lo tengo claro. Seguro que penará por algo.



Pues sí, en la Pradera ponen carnes y pescaíto (sic) variados, lo dice la pizarra que da a la acera. Y al otro lado de la calle está la sucursal de un banco que paga sus impuestos fuera de Andalucía.

¡Qué tonto soy! Pero, hombre de Dios, si los bancos no tienen patria. El dinero es el más perfecto apátrida que existe. Irá allá donde consiga más beneficios sin importar si en el tránsito producen penurias, desahucios, hambrunas y muertes. No importa. El dinero es así, no tiene alma. Y los que lo manejan acaban igual, sin alma y convertidos en individuos que en esta vida o en la próxima encontrarán su merecido…

…por eso digo que hay pelear contra estas cosas. No sé, por un lado, tal vez yéndose uno (el que tenga dinero, digo) a una banca ética. Y, por otro lado, votando a partidos que vayan expresamente contra este sistema político-económico que descansa sobre una dictadura financiera, que son los que mandan en realidad. 

Ha vuelto a pasar Ortega. Va cargado de bolsas con los mandaos. Resoplando. Si mi Compi fuera como la suya, servidor no perdería el tiempo escribiendo estas tonterías en la mesa de una cafetería...


…pero no sé si eso sería bueno o malo.

martes, 11 de agosto de 2015

La 'muerte' de Blas Infante

Han enjaulado a los patos. Antes, cuando se cansaban de su estanque —que a veces parecía una espesa sopa de gusanitos—, atravesaban el parque con parsimonia de ánade, cruzaban la carretera y terminaban en el estanque de la rotonda de las Tres Marinas, que tiene un agua más fresca y limpia. Debe ser por eso. Era gracioso ver la parsimonia con que se tomaban la migración… y la paciencia de los conductores dejándoles el paso.  Luego, al atardecer, volvían a casa.

Pero, tranquilos, que no cunda el pánico, ya están enjaulados en su charca. Ya no son un peligro. Ya no se pueden escapar... Todo bajo control.

Y un poco más arriba del estanque de los patos está el busto de Blas Infante. Era once de agosto, hacía 79 años de su asesinato y los mosquitos estaban esa mañana hambrientos de sangre humana… tan hambrientos como aquellos falangistas que sacaron al hombre de su casa y sin juicio y sin remordimientos lo fusilaron. Creo que hasta hoy día nadie ha pagado por tal asesinato. Nadie, ni ejecutores físicos ni ejecutores intelectuales. Nadie. 


Tres parámetros confluyen en Blas Infante: andalucista, republicano y fusilado a discreción y sin juicio. Y de esos tres parámetros, el que me desasosiega es el de haber sido asesinado por un grupo de salvajes que actuaron con la simpleza que les proporciona la impunidad. Algo hay en la impunidad criminal que me provoca una tristeza física…

…puede que no haya esperanza para los hombres porque siempre repetimos los mismos comportamientos. Siempre.

Mi alcaldesa leyó un discurso excesivamente correcto. A veces me parece que buscar la equidistancia es colocarse en medio de todos, estorbando. Estábamos delante del busto de un asesinado por la barbarie franquista pero el texto pasaba de puntillas sobre el crimen. No se ofendió la memoria de ningún viejo asesino y/o descendiente ideológico de aquellos criminales de camisa azul. Yo no sé si hoy día, aquí, en San Fernando, mi pueblo, alguien se siente o se define descendiente ideológico de aquellas alimañas, pero si existieran, el discurso no los pudo ofender porque no los señaló, nada les recriminó. Mi alcaldesa hablo del futuro, de no utilizar la Memoria Histórica como arma arrojadiza... y utilizó la palabra muerte para referirse a la desaparición de Blas Infante, como si la aséptica palabra nos hiciera obviar el crimen. Muchos o pocos esperábamos que introdujera en el discurso los conceptos de asesinato o, al menos, fusilamiento… Pero me parece que no fue así. Dijo que un 11 de agosto murió Blas Infante. Y, lo siento, su tibieza me dejó sorprendido.


sábado, 8 de agosto de 2015

Un detritus de ser humano

Ha muerto Manuel Contreras a los 86 años. En su cama, igual que don Augusto Pinochet, su jefe, otro carnicero abominable… No se sabe cuántos chilenos murieron torturados a cuenta de este detritus de ser humano, como todos los de su calaña… Los de su calaña son esos que buscan excusas morales para exterminar a sus compatriotas (sin remordimientos, con eficacia militar, profesionalmente) en nombre de su propia patria, como si la patria fuese únicamente lo que ellos piensan que debe ser. Y lo hacen escudados en la fuerza bruta de las armas, sin las cuales son apenas unos ridículos remedos de oligofrénicos con gorrita de plato…

en España sabemos mucho de estos comportamientos. Los tenemos cada vez que una guerra civil se enseñorea del suelo patrio. Con el problema añadido de que en nuestra última Guerra Civil —la del Caudillo Franco, digo— todos nuestros detritus humanos que cometieron atrocidades en nombre de Su Patria (detuvieron a gente inocente, los torturaron, los fusilaron y los hicieron desaparecer en centenares de fosas comunes) nunca han sido juzgados. Todos ellos, después de demostrar su entusiasmo y/o complicidad con la masacre juraron la adhesión inquebrantable al Caudillo y al Movimiento Nacional… Todos ellos, aunque fuesen torturadores de camisa azul, fueron hombres de misa dominical (incluso diaria) y abuelos bonachones de bigotito blanco… Todos ellos murieron en su cama, como ayer Manuel Contreras y, como en su día, el propio Caudillo Franco por la Gracia de Dios… (Gracioso estaba Dios ese día)

Cuando Franco murió servidor tenía 23 años, y lo recuerdo muy bien. El grito en la calle, en las fábricas (aún existían fábricas) y en las aulas era unánime: Amnistía y Libertad. Eran las dos premisas indispensables para empezar a reconstruir la convivencia democrática. Amnistía para los presos políticos de la dictadura y libertad para todos los partidos políticos. Pero en la malhadada Ley de Amnistía de 1977 nos colaron solapadamente una Ley de Punto Final para los crímenes de la Guerra Civil y del Franquismo. La Transición Española les regaló a estos criminales de misa dominical un retiro dorado y plácido.

Buena parte de la derecha española es heredera ideológica directa del fascismo que ahogó España en uno de los periodos más negros de su historia. Y ahí siguen, gobernando, manteniendo los símbolos de la victoria fascista, negando los derechos humanos de los desaparecidos en las cunetas de media España y, sobre todo, trabando cualquier reconocimiento de los crímenes del Régimen.


Fosa común en Estépar, Burgos.


Sí… existen en España herederos ideológicos de esa escoria humana, capaces de torturar y asesinar en nombre de su patria. Se les conoce, se les ve venir…

Pero más estupor me produce las generaciones nacidas en esta democracia formal… Pareciera que no han estudiado la historia del siglo XX (y posiblemente no lo hayan hecho) Son ciudadanos que no reconocen alevosía en los símbolos fascistas que aún permanecen en nuestras calles. Para ellos forman parte de su niñez. Siempre han estado ahí y no les molesta. Es parte de la historia, y la historia es la que es, y al que no le guste que se joda… Para ellos carece de importancia que un crimen contra la humanidad permanezca impune delante de sus propias narices. Para ellos hay que mirar p’alante de una jodida vez, y dejarse de tanta guerra civil. Y hasta definir un talante como propio de fascistas es utilizar un lenguaje obsoleto. Es decir, ¡calificar a alguien de fascista es un insulto innecesario porque desacredita al que lo recibe…!

Pues claro, hijo mío. Pues claro.
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P.D. A modo de ejemplo: http://www.publico.es/politica/exalcalde-mallorquin-del-pp-cuelga.html