lunes, 16 de diciembre de 2019

Existe otro mundo



Hay otro mundo que discurre al margen de noticias interesadas y bulos intencionados. Es la realidad que te roza directamente, la que ves con tus propios ojos; la que hueles y oyes desde tus sentidos… la realidad que discurre en tu entorno y se extingue a la vuelta de la esquina.



Existe un mundo que se genera con la realidad que llama tu atención, la que te hace volver la mirada para observar el detalle de una zancada o el color de un vestido que medio tapa y medio ofrece, y que arrea la imaginación y despierta deseo. Es el mundo real de los afectos diarios, de la conversación anodina o de las palabras estimulantes que te abren el conocimiento. Es el mundo que se despliega en las hojas de un libro, se palpa en lo rugoso de la corteza de un árbol, en el sabor de un vino añoso, en lo confortable de un viejo amigo con el que compartes silencios y vida…

Sí… Hay un mundo más cercano en lo íntimo, que discurre debajo de la sábana, que se palpa, se siente, te eleva al Olimpo y te remansa en la orilla, bajo un sauce llorón. Un mundo alejado de las redes sociales y de los medios de comunicación, que generan realidades a golpe de intereses comerciales y olvidan —y nos hacen olvidar— que SOMOS (que existimos) solo cuando alguien nos reconoce como seres sintientes y no como entidades que consumen y deben consumir para mantener una sociedad absurda que se auto destruye.

Existe, aunque parezca alejada, la realidad emocionante de la seducción personal cuando hablas y sonríes al ser humano que tienes delante. Percibir las feromonas del otro con la intención de ser reconocido como individuo único e irrepetible. Soy Miguel, hijo de Miguel, nieto de Miguel… Volver a ser un humano conectado a la verdadera red que nos generó: la vida y el planeta…

lunes, 11 de noviembre de 2019

10N: grano de pus que explota y lo pone todo perdido



Estaba mal cerrada la herida de España. Me refiero a la que dejaron abierta en 1939 los militares sin honor, los fascistas de patria excluyente y los curas de sotanas negras como mi alma. Aquellos sujetos, y otros muchos españoles que desviaron la mirada para no ver los crímenes del Régimen, fueron tan criminales como los propios ejecutores. La herida supuró durante décadas en esa España única, grande y libre que diseñaron los vencedores. Única, gracias a la fuerza bruta que exterminó cualquier idea disidente. Grande, solo para los ojos miopes y legañosos de los propagandistas de la dictadura. Y libre para los mediocres que se arrimaban al poder y le babearon encima. La España de Franco y sus conmilitones, arropada de fascistas, opusdeistas o tecnócratas, era una pena de país… pero era nuestra patria. Nadie elige dónde nacer.



Y cuando murió el dictador —a pesar del manto de la Virgen del Pilar y del brazo incorrupto de Santa Teresa de Jesús en la mesita de noche—cerramos la herida de mala manera. La cerramos mal porque, entre otras cosas, los sables seguían afilándose en los cuarteles convertidos en vigilantes refugios de la verdadera Patria y en baluartes de los eternos valores de la españolidad… Más nos valía cerrar la herida en ese momento, a ver si con el tiempo nos olvidábamos de la guerra y cicatrizaba de una vez. Pero no, cada muerto en cada cuneta, enterrado con saña, era un grito enquistado que seguía suplicando una reparación a las víctimas vivas.

En 1977, mientras los sables vigilantes se afilaban en los cuarteles, nos metieron a traición una ley de amnistía inmoral. Fue una especie de cosa que debería superar la historia trágica de este país inconcluso que se llama España, pero no lo hizo. Yo estuve en la calle gritando Amnistía y Libertad. Muchas veces. Pero esa ley, que sirvió para liberar a todos los luchadores antifranquistas, también sirvió para exculpar a los criminales franquistas, los que exterminaron impunemente a una clase ideológica en España y siguieron yendo a misa de doce todos los domingos, como si nada hubiera pasado.

Sí… en la modélica Transición nos colaron una ley de punto final porque los sables seguían vigilantes en los cuarteles. Fue una ley que nos colocó una venda en los ojos y un tapón en la nariz. Pero los muertos siguieron en las cunetas y los poderes del franquismo —convertidos en demonios súcubos— se transformaron en demócratas de toda la vida. Víctimas y victimarios revueltos en la modélica España de la Transición. Como agua y aceite.

La ley del 77 no ha servido para olvidar y sí para enquistar la pena y para difuminar la podredumbre. Se hizo esta ley a traición, con la pistola apuntando a la nuca, bajo coacción, igual que la ejemplar Transición española que se estudia en todas las universidades del mundo... que se hizo con los cavernícolas vigilando cómo puñetas se hacían las cosas. Esos cavernícolas no eran más que los perros guardianes de los poderes que florecieron con el franquismo. Y así no pueden sanar las heridas. La disyuntiva fue intolerable: aquí lo olvidamos todo, o volvemos a las andadas. Y ese no podía ser el camino, porque por debajo de la piel de toro maduraba lentamente la podredumbre de cien mil hombres y mujeres asesinados por el fascismo patrio y enterrados de mala manera en cientos de fosas comunes... y mientras estos se convertían en polvo y olvido, los otros, los Caídos por Dios y por la Patria en esa Santa Cruzada de Liberación Nacional, se convirtieron en héroes y santos, y eran ejemplo para las nuevas generaciones. Pobrecitos míos (las nuevas generaciones, digo). Los asesinos convertidos en héroes. ¡Pero qué mierda de historia nos contaron, hombre de Dios!

No sale pus de las fosas comunes... la purulencia sale del brazo incorrupto de Santa Teresa y del manto de Nuestra Señora del Pilar. No es de los republicanos muertos de donde sale la podredumbre de España. Habrá cien razones y explicaciones para comprender lo que ha pasado, pero el grano que ha estallado este 10 de noviembre de 2019, dejándolo todo perdido, estaba latente en la derecha carpetovetónica de siempre; es decir, en los herederos ideológicos de los vencedores que hoy vuelven a resurgir. Estos sujetos nunca perdieron el placer de cantar cara al sol, ni caminar a buen ritmo por montañas nevadas, prietas las filas, recias y marciales. Tantas décadas creyendo que habíamos superado estas cosas a base de civilización, y aquí están otra vez, rojas y frescas las rosas de mi haz. ¡Que aburrimiento, joder! ¿Vamos a necesitar otros 40 años para superar de nuevo al fascismo del siglo XXI y reencontrar el camino de la civilización? Esta gente de brazo en alto, sin complejos, que habla en tonos elevados, que dicen que primero van los españoles, que hay que echar a los extraños; que los extraños son los maricones, los negros, los moros, los rumanos; que tenía que venir otro Franquito a poner orden y levantar muros… esta gente nos va a poner otra vez a rezar el rosario de la aurora, a vigilar qué cosa leemos y mandar a las mujeres a la cocina a criar hijos, mi mujer es mía y en mi casa mando yo, cojones... ¡Otra jodida vez vamos a tener que lidiar con esta mierda!

Sí... a las derechas españolas se les ha reventado un grano de pus en su propio culo. Y cuando digo derechas españolas me refiero a esos que ven españoles miren por donde miren, a los que gobiernan apoyados por la bazofia de Vox con tal de gobernar, a los que van sin complejos apropiándose de banderas para arropar con ellas a vírgenes y toreros; me refiero también a los que lloran cuando los soldaditos de verde hacen sus numeritos de circo con fusiles al aire, alzan cristos mientras cantan himnos necrófilos y usan a cabrones como guías; me refiero a los obtusos y cegatos que los jalean con el patético grito de ¡A por ellos, Oé! Era un forúnculo purulento que tenían en su trasero y ha reventado, y lo ha puesto todo perdido.

Ya sé lo que me van a decir algunos: Los votos son los votos, figura. ¿Tú no eras demócrata? Pues a mamarla, giliprogre, y a respetar los resultados… es verdad. Si 100.000 millones de moscas comen mierda no pueden estar equivocadas… sobre todo si tienes el cerebro de una mosca cojonera.

Que estalle el grano de pus fascista no es nuevo. El problema es que nos salpica a todos los españoles... y da asco, la verdad.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Un busto para Cayetano Roldán




Teníamos una deuda con Cayetano Roldán, último alcalde republicano de La Isla. Este pueblo le debía una reparación. A él, a sus hijos y a su familia. También debemos una reparación a sus compañeros de corporación, asesinados igualmente en 1936. Y debemos una reparación los compañeros de fosa, esos doscientos muertos que le acompañaron en la tierra durante 83 años. Parte de ellos ya están exhumados gracias al movimiento memorialista que se inicia con los republicanos de la Isla en 1991 y cristaliza hoy, 28 años más tarde, en AMEDE (apoyados, por supuesto, por las administraciones, es justo decirlo) y, sobre todo, gracias a los familiares y voluntarios buscadores de huesos, como los llaman algunos impresentables. Sacarlos a todos, identificarlos y entregarles la dignidad robada es una asignatura pendiente para esta democracia… y para resolverla es imprescindible mantener la voluntad política y mejorar la eficacia administrativa de todos los implicados.

Busto en bronce de don Cayetano Roldán, obra de Cristóbal Cepillo

El busto de Cayetano Roldán se inauguró en su ciudad el 29 de octubre de 2019. Hacia 83 años de su asesinato. Está visto que tardamos demasiado en saldar nuestras deudas con la historia. Exponer el busto al pueblo no es una meta en sí, es solo un hito en el camino… Pero está bien que se exponga finalmente porque eso significa que las plazas de La Isla empiezan a estar presididas por personas ejemplares que dieron su vida trabajando por la República y la Democracia, y no presididas por sus negadores. Un pueblo que se organiza en torno a la voluntad popular no debería amparar a los que detestaban la democracia porque no son ejemplo de nada. Pero ahí sigue el general, con un par…

Y hablando de hombres de no amaban la democracia. El 18 de julio de 1936, a las 5 de la tarde, tres militares sin honor subieron las escalinatas del ayuntamiento, llegaron hasta el salón de plenos, desenfundaron sus armas y detuvieron a los concejales allí reunidos. Al alcalde Cayetano Roldán lo detuvieron el 22 de julio, y a todos encerraron en el Penal de Cuatro Torres, en el Arsenal de la Carraca. Pero no solo detuvieron a los concejales, representantes de la legalidad republicana, el mismo 18 de julio empezaron a detener a masones, maestros, dirigentes y afiliados a partidos de izquierdas, a sindicalistas y trabajadores significados y, por supuesto, a todos los militares que se resistieron al golpe de Estado. Detuvieron a toda persona susceptible de oponerse intelectual o físicamente a la sublevación de los militares. Y a todos encerraron en el Penal de Cuatro Torres.

A partir del 10 de agosto comenzaron a distribuirlos. A unos los enviaron a la Prisión Central del Puerto de Santa María, otros fueron a parar al Penal de la Casería de Ossio. Y poco a poco los fueron asesinando… a los hijos de Cayetano Roldán el 16 de agosto. Don Cayetano murió el 29 de octubre de hace ya 83 años. No hubo juicio. No les hacía falta…

Un año más tarde, Ricardo Isasi Ivison, uno de aquellos tres militares sin honor que ocuparon el ayuntamiento pistola en mano, era alcalde de San Fernando. Recibió tres oficios de otros tantos jueces militares preguntando por el paradero del anterior alcalde. Y las tres veces, como una negación bíblica, contestó que se desconocía el paradero de Cayetano Roldán y que, en los seis distritos de la ciudad, no daban razón de él.

La catadura moral de este personaje (que se vanagloriaba de haber detenido a esa chusma izquierdista) queda refrendada en sus propios documentos con su firma estampada en ellos. No es preciso calificarla. Es la que es.

Y frente a esa catadura moral, se engrandece la figura de Cayetano Roldán. Hay tres factores que coinciden en este hombre y lo hacen extraordinario: su condición humana y moral, su compromiso político y su calidad profesional. Les voy a contar brevemente dos episodios de su vida que muestran la confluencia de estos valores en el alcalde asesinado.

El primero ocurre en 1935. Cayetano y sus compañeros ideológicos eran en esos momentos proscritos políticos. Habían sido expulsados de sus escaños de concejales que ocupaban, por elección popular, desde mayo de 1931. Cayetano era en ese momento director del Hospital de San José. Por esos días había llegado de Sevilla un camarero en busca de trabajo. No tenía donde caerse muerto y una noche, mientras comía unos trozos de pescado frito que le habían regalado, lo detuvieron, lo metieron en el calabozo municipal y le dieron una paliza de muerte. ¿Por qué? Porque en 1935 las autoridades que regían la República no distinguían entre un vago, maleante y proxeneta, y un obrero en paro que no tenía donde caerse muerto. Los primeros eran potenciales delincuentes, y el obrero pobre era un potencial revolucionario… cuando las personas no tienen esperanzas pasan esas cosas, que se convierten en revolucionarios. Y por eso las autoridades permitían que no hubiera diferencias entre vagos y obreros pobres.

A la mañana siguiente llevaron al camarero hasta el Hospital de San José. Lo atendió Cayetano Roldán… la piel le salía a tiras cuando le quitamos la ropa… ¿Qué hacer ante la evidencia? Es aquí donde aflora la condición humana y moral, el compromiso político y la calidad profesional de Cayetano Roldán. Denunció la tortura al juez de instrucción (un personaje que llegado el 18 de julio se pondría a disposición de los golpistas), que abrió sumario por lesiones a tres guardias municipales y un falangista y policía. Los metió en la misma prisión municipal donde habían torturado al camarero. Desconocemos cómo terminó el sumario… pero ese policía que había sido denunciado por Cayetano Roldán se convirtió en el jefe de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de San Fernando, y en jefe de investigación de la Falange local después del 18 de julio. Este sujeto fue el responsable de un informe policial sobre Cayetano Roldán que lo define como un depravado… ¿Por qué? Porque cuando despojas de humanidad a un hombre, cuando lo conviertes en un depravado, es más sencillo asesinarlo o justificar su asesinato si ya está muerto. Un discurso de odio siempre viene bien para tranquilizar las conciencias y para justificar lo injustificable.

El segundo episodio ocurre en 1932. Demuestra documentalmente que todos reconocían en la ciudad la bonhomía de Cayetano Roldán. En un pleno municipal, uno de sus adversarios políticos (un hombre que llegado el momento se adhirió al Glorioso Movimiento Nacional) pidió que saliera del pleno porque se iba a tratar un asunto que le concernía. Salió Cayetano, y su oponente explicó que el director del Hospital de San José había permanecido veinticuatro horas seguidas tratando de salvar la vida de un paciente (no es la única vez que ocurrió un episodio como éste). Pero no pudo ser. Falleció el joven a pesar de los esfuerzos del médico, y el suceso provocó pesar en la Isla. El adversario político del Cayetano propuso que constara en acta el reconocimiento y gratitud de la Corporación hacia tan ejemplar y humanitario médico. Y por unanimidad se aprobó.

Condición humana y altura moral, compromiso político y calidad profesional aunadas en la persona ejemplar de don Cayetano Roldan Moreno, último alcalde republicano de San Fernando. Asesinado por las hordas fascistas. ¡Salud y República, viejo amigo!

viernes, 23 de agosto de 2019

El viejo que bebía sorbitos de coñac



Recuerdo que encontramos al viejo en la cantina de Regulares, por la Loma larga, cerca de un lugar que los propios soldados llamaban la Pista de Aplicación. Entonces los montes de Ceuta estaban cubiertos por un bosque mediterráneo de pinos y chicharras, espeso y aromático, lleno de romero, tomillo, orégano, poleo, alhucema… hoy lo han incendiado varias veces y todos hemos perdido otra pequeña isla de naturaleza. Nuestra acampada estaba en ese bosque, al raso, sin tiendas de campaña. Dormíamos —o lo que fuera— entre la floresta, cerca de un claro que tenía de largo lo que alcanzaba una flecha disparada por Cóico, que era el más hábil de todos nosotros.

El borrado. Autor anónimo.
La Pista de Aplicación era un lugar divertidísimo, lleno de obstáculos hechos con troncos de árboles colocados de distintas maneras para que los soldados los superaran en el menor tiempo posible. En cierto modo recordaba una pista ecuestre, pero aquí los que superaban los obstáculos eran legionarios y regulares. Atravesar todos aquellos obstáculos era para nosotros un reto divertidísimo.

Recuerdo que por allí había un carro de combate que debía ser de la primera guerra mundial, oxidado y muy malparado… y recuerdo a una dulce chica de pelo castaño con la que estuve explorando el interior del tanque. Eso lo recuerdo muy bien…

Y junto a la Pista de Aplicación, bajo un chambao estaba la cantina donde la muchachada sudorosa se nutría a base de gigantescos bocadillos de sardinas en aceite que luego asentaban con lingotazos de coñac. Allí estaba el viejo, siempre en el mismo rincón, sentado en el borde de un taburete, delante de una copa de coñac que bebía a minúsculos sorbos, aspirando aire al mismo tiempo, como si fuera sopa caliente.

Al viejo se le iluminaban los ojos cuando nos veía entrar, y no nos perdía de vista. Nuestras camisas azules de falange, las flechas en el haz, la boina roja de los tradicionalistas prendida en la hombrera, la bulliciosa alegría de la juventud, que nada nos cansaba y siempre había una ocasión para la carcajada… todo eso encandilaba al viejo, que nos miraba extasiado, sin perder detalle de nuestras payasadas.

Fernando Aguilar había intentado hilar conversación con el hombre, pero el viejo se limitaba a afirmar con la cabeza y sonreír. No parecía que entendiera nada y no decía nada. Fue Eusebio, el cantinero que vivía por la Puntilla, el que nos contó algunos detalles del cojo Marcial, que así le llamaban. Había estado en la División Azul con apenas 18 años, por eso se pone así cuando os ve, por las camisas azules, dijo. Le habían herido en una pierna en no se sabía que escaramuza, y desde entonces arrastraba el apodo. Luego estuvo prisionero en un campo de concentración ruso, pero el Caudillo se lo trajo de vuelta. Tenía una pensión vitalicia y una medalla por sufrimientos a la Patria… Duerme ahí abajo, nos contó Eusebio, donde la huerta de Adriano, que le tiene el hombre preparado un tapaíllo para él. Pero hay días que me lo encuentro por la mañana detrás del mostrador. El capellán del destacamento o el propio cantinero le traían ropa de vez en cuando.

Y allí liquidaba su vida el cojo Marcial, en el chambao de Eusebio, bebiendo coñac a pequeños sorbos, como si fuera sopa caliente, y comiendo los restos del rancho que le arrimaba todos los días un cabo de Regulares. No había más en esa vida. No pedía nada el viejo, no esperaba nada y tal vez ni siquiera fuera consciente de que vivía de la buena voluntad de los que tenía cerca.

Y a pesar de la profunda tristeza que me provocaba ese hombre, absolutamente solo, con su vida vacía, sin sentido, sin estímulos, anclada en un pasado siniestro… jamás en los cincuenta años que han pasado desde entonces, he olvidado lo feliz que era cuando nos veía llegar vestidos con la camisa azul de esa falange tardía que viví…

Ahora pienso —quién me lo iba a decir— que, aunque solo fuese por eso, mereció la pena vestir ese trapo.

martes, 20 de agosto de 2019

Estamos locos




Dijo que se llamaba Clemencio. Andaba el hombre por los alrededores de una ermita gallega que se levantaba a la vista del cañón del río Sil. No recuerdo exactamente qué ermita era, hay por allí tantos caminos, sendas, conventos, eremitorios y ermitas que pronto perdí la cuenta de lugares y nombres. Sí recuerdo que no hacía mucho tiempo, alguien sin entrañas y amante de lo ajeno había robado una pequeña talla medieval de granito, la que llenaba la hornacina del pórtico de la pequeña ermita. Por eso derivamos hasta allí, para ver ese sitio tan remoto y tan efímeramente famoso. Entonces era muy sencillo robar estas cosas. Simplemente se encargaba a las personas adecuadas y se hacía. No había vigilancia ni medidas disuasorias, y de esa manera los ricachones sin escrúpulos podían acaparar en su salón una valiosa talla de la Galicia más profunda. Y así hemos perdido un valiosísimo patrimonio histórico rural que debe estar en manos privadas y depravadas.


Clemencio llevaba una boina negra. Calzaba botas de agua manchadas de barro, también negras. Y bajo el brazo, como parte integrante de su ser norteño, portaba un paraguas bastante viejo. Era un gallego profundo que después de un tibio saludo, cuando el hombre descubrió que teníamos oídos para él, se dejó ir… Se che gusta escoitar, estou encantado, dijo. El gusto es nuestro, dijimos, y entonces nos contó mil cosas de las que solo recuerdo una.

Dijo que huyó a Venezuela después del Alzamiento, el de Franco y los moros, y que regresó a la aldea cuando sus padres ya eran demasiado mayores… Agora as cousas non están tan mal, melloraron moito, decía. Mejoraron porque ahora vivía de la subvención que le pagaba la Unión Europea por tener cuatro vacas lecheras… pero, ollo, rapaz, só por telas vivas. No para producir leche, terneros o carne, no. Sólo por tenerlas vivas le pagaban lo suficiente para vivir. E como na vila non hai onde gastar, pues eso…

Cuando Clemencio volvió a la aldea, su cuñada ordeñaba todos los días las vacas de su padre. Luego tiraba directamente la leche a la calle, y se formaba un regato blanco que tardaba un cuarto de hora en remansarse y llenarse de moscas… ¡Pero muller, como o botas isto! Podemos facer queixo. La cuñada le debió mirar sin la menor intención de discutir, y le dejó hacer los quesos que decía.

Clemencio fabricó unos quesos gallegos que no podía vender porque no cumplía las condiciones mínimas de salubridad, y los de la Xunta siempre andaban mirando por aquí y por allí. Las cosas eran ahora así de raras, toda su vida haciendo quesos como los hacía su abuelo y ahora todos te din como tes que facer as cousas, non o entendo… Los comía para desayunar, para comer y para cenar. Regaló quesos a todos los vecinos de la aldea, a todos los familiares que le visitaban, y llenó las estanterías de su casa y de la vaqueriza… y cuando ya no tuvo más espacio para almacenar quesos, comenzó a tirar la leche recién ordeñada directamente a la calle, y se formaban aquellos regatos blancos que tardaban un cuarto de hora en remansarse y llenarse de moscas… talmente como hacía su cuñada.

Le dijimos a Clemencio que nosotros tampoco lo entendíamos. Por suposto, estamos tolas de empatar, dijo mirando al frente y negando con la cabeza.

Sí, locos de atar y corriendo hacia el precipicio con los ojos tapados… ¡Maricón el último!


miércoles, 7 de agosto de 2019

Partidos mutantes



Siempre me interesó el parecido entre los procesos físico-químicos y los movimientos sociales. Por muy aleatorio que parezca el comportamiento humano, a veces, el microcosmos explica el macrocosmos de los hombres. La permeabilidad de las fronteras nacionales, por ejemplo, —por muchas concertinas y muros que se interpongan— se podría explicar como el intercambio osmótico entre los dos lados de una membrana o mejor, como la interfase que separa los estados de la materia… La interfase, ese extraño lugar, con leyes expresas, que separa el agua-líquido del agua-gas. El tránsito de un estado a otro, y el equilibrio que se establece para cada conjunto de parámetros, es una situación tan lógica como fascinante. Aplicar esa lógica a los hombres también es fascinante. Una frontera entre países es esa superficie singular que no separa, sino que establece las condiciones de un tránsito inevitable… y no hay fuerza en el universo que impida el intercambio.



Por otro lado, los biólogos y antropólogos han explicado ampliamente la extrapolación entre las leyes de las comunidades cazadoras-recolectoras del paleolítico con las sociedades actuales. Cada comportamiento del humano moderno, y cada parámetro cultural, tiene un antecedente en el cazador/a, en la sociedad tribal y en la lucha por la conquista del liderazgo… pero, sobre todas estas cuestiones, aplicar el darwinismo a la sociedad actual me parece un ejercicio de comprensión fascinante.

El neoliberalismo, y su sacrosanta libertad de los mercados, es un claro ejemplo del darwinismo social que plantean. Con este concepto de sociedad se establece una lucha salvaje por la supervivencia. Sobrevive el que más vende… y no importa qué cosa venda, ni si es sostenible la producción y venta —tampoco importa si hay explotación esclavista en el proceso— mientras los beneficios sean superiores al año anterior. Y el que no se adapte a esto se extingue. Y si paramos de producir y consumir, el sistema se colapsa y nos caemos de la bicicleta porque habremos dejado de pedalear. La sociedad neoliberal tiende a la extinción del planeta y del Estado, entendido Estado como el garante de las personas que no se pueden integrar en esta dinámica y quedan huérfanas de atención —es decir, son personas que quedan desatendidas por la privatización de TODOS los servicios públicos que debería ofrecer el Estado y que las políticas neoliberales fagocitan para beneficio de unos pocos—. Porque, recordemos, en una sociedad neoliberal, no todos están llamados al bienestar; muchos, medran con las migajas que esparcen los acumuladores de capital, y la inmensa mayoría, simplemente, no caben en este sistema. Sobran y estorban. El neoliberalismo no es un buen sistema para la felicidad de la gente. Habría que cambiar de paradigma, pero yo no sé cómo se hace eso… no sé, tal vez sembrando gota a gota en la conciencia colectiva la necesidad de sustituir la libertad de los mercados por los Derechos Humanos como el eje que mueva el mundo… Tal vez.

Todo lo anterior viene a cuento de la mutación del PSOE, y su capacidad de adaptación al medio, para sobrevivir 140 años (que describe Julio Armesto en un artículo para saltodiario.com titulado Unidas Podemos debe ser destruido). Y, es verdad, hay que reconocerlo. Posiblemente sólo la Iglesia Católica supere al PSOE en la habilidad camaleónica para aparecer como solución de una cosa y la contraria. Describe Armesto la mutación progresiva del PSOE, desde un partido abiertamente revolucionario y marxista, a socialista, socialdemócrata, socioliberal y ahora parece ser un partido liberal de cosmética progresista. Es decir, hoy seria un obediente gestor de lo que hay, pero no un transformador de la realidad neoliberal que nos envuelve.

Sí, ha realizado el PSOE un buen ejercicio de adaptación al medio social y político de cada época. Todos los partidos políticos deben hacerlo si quieren sobrevivir en el tiempo. Y para eso tienen que ser populistas —extraído de este concepto toda carga peyorativa—, es decir, abandonar parte de sus principios y estrategias para alcanzar el poder, y adoptar lo que piden las movimientos populares de cada tiempo. En ese sentido el PSOE también se mimetiza con lo que la gente pide mayoritariamente y por tanto es tan populista como PP, VOX o C’s (que mutan en cada campaña electoral según las circunstancias). Por eso los socialistas pecan de incongruencia cuando tachan de populistas a Unidas Podemos, porque esta coalición tiene unas precisas características izquierdistas desde sus cercanos inicios.  Tan cercanos en el tiempo, que UP sólo ha tenido tiempo material para mutar y adaptar su estética y sus estrategias, pero no sus contenidos… aunque todo se andará. Tranquilos. Todo es cuestión de tiempo.

La probabilidad de sobrevivir que tienen las especies —y los partidos políticos también— aumenta significativamente si pueden exterminar a la especie que le disputa el mismo nicho ecológico… en este caso, el mismo voto. Por eso, si el PSOE quiere seguir medrando en la política española, deberá extinguir a los partidos que surjan a su izquierda. ¿Cómo? Eso da exactamente igual… con buenas o malas artes. Fagocitando a Unidas Podemos en un gobierno de coalición estética, ignorándolo en el relato de los hechos, engañando o manipulando a la opinión pública en su beneficio, provocando las contradicciones de Unidas Podemos hasta su implosión, etc. El caso es utilizar adecuadamente los mecanismos que generan y manipulan la opinión pública, y determinan el voto preciso. Y a cambio de tales servicios, el partido de turno -PSOE en este caso- una vez conquistado el poder político, abonará lo convenido a los agentes que diseñan la opinión. Todo por la supervivencia del partido, como cualquier especie.


Sin embargo, pese a todo lo que parezca, los ciudadanos adecuadamente informados, siempre podremos decir la última palabra que nos susurren al oído. ¿O no?

domingo, 28 de julio de 2019

Viejo brontosaurio



Tengo que reconocerlo, cada día que pasa entiendo mejor a mi suegro. Y eso me desasosiega mucho. No es que comparta hoy sus ideas políticas, lo que comprendo ahora es su estupor por los cambios que ocurren a mi alrededor y que no asumo.

Foto: © Ángel López González.

Él y servidor fuimos civilizadamente beligerantes durante la Transición Política que siguió a la dictadura. Civilizados pero punzantes. Él era —al igual que lo somos todos— la consecuencia de lo que vivió. Había luchado en el frente de guerra con el bando rebelde (nacionalista, se entiende), fue herido cuando rescataba a familiares de las hordas marxistas de Baena. Y luego, en la gris posguerra acabó siendo policía en esa España autoritaria, intransigente y castradora… y no quiero saber lo que pudiera haber visto a lo largo de su vida profesional. Y servidor, que se llevaba a la joya de su casa, era un mocoso que apenas comenzaba a vivir, y representaba justamente los valores que deberían estar vencidos por su lucha de juventud, y eliminados de la faz de la Tierra por el trabajo de su madurez. Los valores por los que él había luchado con las armas en la mano, y que parecían estar enterrados y superados, reaparecían de nuevo en su futuro yerno. Es decir, otra vez la soberanía en manos de la gente, la democracia como método, partidos políticos en danza, debate de ideas opuestas, derecho a la huelga, libertad de prensa, un Estado con derechos y deberes para todos…

Mi suegro estuvo perplejo durante la Transición Política. En su casa se permitía decirme que esto era una memocracia y cuando venía a la mía, yo le hacía dormir bajo una foto del Che Guevara. No entendía qué estaba pasando. No sabía dónde mirar ni a quien recurrir… ¿Para esto había luchado su generación? ¿Para que ahora volviéramos al punto de partida? Estábamos desmontando los valores de su vida hasta tal punto que legalizaron el partido comunista y Santiago Carrillo, ese criminal de Paracuellos, acabó paseándose por la calle abiertamente. Pero ¿cómo era esto posible? ¿No estaba todo esto superado ya? Se estaba convirtiendo en un dinosaurio, en una especie a extinguir porque su hábitat político mutaba delante de sus ojos, y en el nuevo ambiente no cabían ni los autoritarios ni los fascistas.

Hoy me he sentido exactamente igual que mi suegro hace más de cuarenta años. Siguiendo los comentarios de las redes sociales aflora la frustrante realidad de mi pueblo… irreflexión y regresión. Y cuando alguien reflexiona, mayoritariamente, es una reflexión que acaba en justificación de posiciones que merman los derechos conquistados. No caminamos hacia una sociedad que garantice derechos y exija deberes para conquistar el bienestar de todos, vamos hacia una colección de restricciones y prohibiciones que acaban garantizando los privilegios a los privilegiados, en España y en lo global… El fascismo del siglo XXI es el camino que han adoptado ahora los poderes ocultos que gobiernan el mundo. Mi suegro estaría encantado con el nuevo devenir de las cosas… y servidor se está convirtiendo en un pesado y viejo brontosaurio sin ganas de buscar nueva floresta… ¿para qué? Ahí llega el meteorito.

¡Quién puñetas dijo aquello de que la historia se repite en un bucle eterno, joder!

viernes, 8 de marzo de 2019

Acción Ciudadana y el bello sexo, o la mujer como florero


A finales de 1931, apenas iniciada la II República española, faltaba en San Fernando un partido de inspiración y obediencia católica. Algo que aglutinase sin complejos como se dice ahora a las derechas dispersas, e hiciera frente a socialistas y republicanos de izquierda que gobernaban el municipio. Por eso se creó la agrupación local de Acción Ciudadana, con valores ideológicos coincidentes a nivel nacional con los de la futura CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), que dirigirá más adelante Gil Robles. La presentación ocurrió el domingo 20 de diciembre de 1931, en un mitin celebrado en el Teatro de las Cortes, y que relata magníficamente el Heraldo de San Fernando…

…y la mujer fue figura determinante.

Mujeres celebrando la llegada de la II República

Tal agrupación política aglutinaba fundamentalmente a las clases acomodadas de la ciudad, comerciantes, industriales y militares retirados de la Marina —personas de orden y de recta moral, se decía—. Más o menos lo que hoy serían los tres partidos de la derecha carpetovetónica, la que va sin complejos. El mitin fundacional fue un rotundo éxito de concurrencia «…por la valía de las personalidades congregadas, y principalísimamente por la concurrencia del bello sexo, que por primera vez en San Fernando acudió en crecido número a un acto político, evidenciando con ello cómo la mujer isleña se preocupa del porvenir de la Patria…».

Por lo que se ve, no había jornaleros, braceros, cargadores de sal ni albañiles o panaderos en el patio de butacas, ni siquiera en las filas más alejadas… y sus mujeres, tampoco. El cronista, siguiendo con su delirante entusiasmo, explicó que la presencia de tantas mujeres aportaba la encantadora perspectiva de su belleza y, lo que era más importante, dice que ese exquisito perfume de feminidad, hizo que los oradores (todos ellos masculinos, por supuesto) elevaran su discurso, humanizaran sus ideologías y evitaran toda suerte de estridencias…

Presidió el acto don José Cousillas, capitán de navío retirado. Y don Francisco Hierro Benítez, concejal socialista (de cuando el partido socialista era una cosa revolucionaria), asistió como delegado de la autoridad municipal, que era una presencia preceptiva en todo acto público. El señor Hierro se tragó todos los sapos que se dijeron.

Intervinieron varios oradores. Un practicante gaditano llamado don Marciano Martín Gil, que «…con verbo fluido y primoroso saluda con galanes frases al auditorio, y muy en especial a la mujer, a quien dedica párrafos de rendido lirismo que son justamente ovacionados». Continúa explicando el orador que a ellos les repugna el sectarismo de las doctrinas socialistas y concluye su discurso con un «…brioso llamamiento a la mujer, a los jóvenes, a obreros y patronos; a los hombres todos de buena fe para que salven la Patria y los ideales que sustenta la acción ciudadana».

Otro de los oradores, don Luis Pereira Darnell, capitán de Infantería retirado, invocó especialmente a la Virgen del Carmen y apeló a la defensa de la Patria, de la religión, la familia y del orden. También este discurso mereció la ovación de los concurrentes, por supuesto. Finalmente habló don José Llauradó, capellán mayor de la Armada, retirado ya —la iglesia no podía faltar en el aquelarre conservador—, que se quejó de la invasión de la política en los templos religiosos «…apostrofándola [la intromisión] con tal energía que el delegado gubernativo [señor Hierro] llamó la atención de la presidencia sobre la corrección de las formas». Siguió el clérigo, ya con un verbo más suavizado, manifestando la necesidad de defender la civilización de Cristo, el orden y el trabajo. El acto finalizó «…con un grito que hoy resulta espectacular: ¡Por mi Dios, por mi patria y por mi dama!». Mismamente como el mío Cid.

Sin duda, para las derechas de 1931 el bello sexo era un bonito adorno… Para algunos el tiempo pasa en balde.

miércoles, 13 de febrero de 2019

El final de los caminos





Hay una nueva senda que lleva hasta Punta Cantera, ese lugar bello y abandonado en la viejaIsla de León. Los paseantes de San Fernando hemos trazado el nuevo camino sin darnos cuenta. Los buenos caminos, los duraderos, se hacen solos, sin intención, a fuer de soledades… o con buenos compañeros, que nunca se sabe. Los caminos, si son buenos, son eternos.

El que encontré el domingo transita por el antiguo “camino de ronda”, que hace veinte años aún discurría encajonado entre alambradas. A un lado quedaba el exterior, la playa en el borde de la Bahía de Cádiz; y al otro estaban los polvorines de fachada blanca, atestados de municiones para la guerra. Ambas alambradas estaban rematadas con concertinas, esos alambres con cuchillas capaces de sajar la carne como si fuera mantequilla. Las pusieron para que nadie las traspasara y provocara un estropicio con las toneladas de municiones que se guardaban por allí… porque los estropicios los arman quiénes tienen que armarlos, no cualquier terrorista de tres al cuarto. ¡Vamos, hombre!

Y eso debió ocurrir —lo de colocar las concertinas, digo— más o menos cuando murió el Caudillo de todos los españoles, quisiéramos o no. Hoy ya no existen las concertinas, poco a poco se han caído. El tiempo es el mayor corrosivo que se conoce: todo lo disuelve…

Y tampoco hay municiones. Todo en Punta Cantera ha dejado de ser lo que era. Tiene entonces, este bello lugar, el atractivo del abandono, de la soledad, del cambio lento hacia la quietud, las expectativas de las estructuras que se caen, porque caídas son más estables y es su destino… Pasa en Punta Cantera lo que pasa con el universo —y en menor escala, con las catedrales—, que caminan hacia la quietud, el frío y el silencio… y en ese camino hacia la quietud, en ese inexorable camino hacia la quietud, es cuando somos conscientes de que la vida de cada hombre sólo es un chispazo de inestabilidad en el camino equivocado. ¿Hay algo que importe algo, entonces?

Y al fondo, el viejo camino de ronda llega al Muelle para la Pólvora de Su Majestad… que discurre entre las aguas, en dirección al Puntal de Cádiz, desde el siglo XVIII. Ahí sigue, abandonado y resistente. Cada día la marea lo cubre dos veces… su cabecera es un buen lugar para dejar pasar el tiempo y observar y pensar. La marea está baja, y subiendo. Siempre pienso lo mismo ante el grandioso espectáculo de ver progresar una orilla sin causa aparente: que somos insignificantes.




Hace mucho tiempo que no soy capaz de parar y dejar discurrir el mundo. Hoy lo hago sentado en la cabecera del muelle. Ahí detrás, a unos metros, permanece el grabado que dejó el soldado Debreuille el 7 de agosto de 1824, uno de los cien mil Hijos de San Luis que devolvieron el absolutismo al felón Fernando VII. El sol de febrero es tibio y la brisa de poniente es fresca. Un señor busca metales por la orilla con un detector. Una garza real come cangrejos en la orilla. Sólo llegan los sonidos de las gaviotas. Hay dos gaviotas que se pelean por el mismo despojo… no es la primera vez que dos gaviotas pelean por un despojo. Bajan unos jóvenes al muelle y caminan hasta el extremo. Dos de las chicas se besan y se hacen carantoñas en mitad del espigón. Sin pudor. No tienen nada que ocultar. Me alegra ver eso, es un estallido de libertad. Al fin y al cabo, un ser humano ama a otro ser humano, y eso es extraordinario…

El nuevo camino a Punta Cantera, ese lugar bello y abandonado en la vieja Isla de León, también se termina. Es lo que tienen los caminos, todos los caminos que se caminan, que dan vueltas sobre sí mismos en bucles interminables, o llegan a un final…

…y siempre es mejor llegar a algún sitio, al que sea, aunque la vida de cada hombre sólo sea un chispazo de inestabilidad en el camino lento del universo.