sábado, 30 de junio de 2012

El tío Ramón

Coleccionaba minerales y llegó a tener una colección valiosísima… creo que en su momento, cuando ya no pudo atenderla, la donó al departamento de Geología de la Universidad de Barcelona. Siempre viajaba con un macuto en bandolera donde guardaba papeles de periódicos, un martillo de geólogo y las piedras que iba recogiendo. Vestía ropas de campo, caqui, con chaleco y un gorrito… ahora que lo evoco, tenía la misma imagen de Indiana Jones, pero sin látigo, con bigotito blanco y muy anterior al nacimiento del personaje. Mi tío Ramón era especial… yo, de mayor, quería ser cómo él, y si logré ser químico fue en parte a su ejemplo, a su curiosidad, a su modo de observar y de estar. Tenía una forma de percibir los detalles que la mayoría no teníamos. Una vez, en Tánger, cuando yo era muy pequeñito, le oí decir que la sandía era agua en un 95%. ¡Qué cosas tan distintas contaba el tío Ramón!


El tío Ramón era metódico, ordenado y erudito. Era un placer caminar con él por el campo porque te explicaba cosas, sobre todo cosas referidas a los minerales… “¿Y esto, tío?” Y cogía la piedra al vuelo, un vistazo rápido y te contestaba, “esto es azurita, no tiene mucho valor, pero si te gusta, guárdala…” Lo decía sin ostentación de su conocimiento, aprobando tu interés, animándote a seguir. Todavía, 50 años más tarde, guardo ese trozo de azurita, y otros más, que están conmigo desde entonces. Todos los días, cuando riego las macetas, los miro.

La Semana Santa del año 1970 fui con él a recorrer minas abandonadas por Zaragoza y Guadalajara… En Molina de Aragón, muy cerca del pueblo, en la misma cuneta, recogimos varios kilos de aragonitos, cristales prismáticos hexagonales de carbonato de calcio, algunos de ellos enormes y perfectamente cristalizados en maclas. En una mina de yeso, el encargado —al parecer, viejo conocido de mi tío— le tenía guardado unos cristales preciosos de sulfato de calcio, muy difíciles de encontrar. Nos metimos en minas abandonadas que no sabría localizar ahora, hurgando en las paredes y dado golpecitos con su martillo cuando localizaba algo de interés. Entonces lo envolvía en las hojas de periódico y lo guardaba en el macuto caqui. Luego, cuando volvíamos al coche —un Seat 600 que utilizó muchísimos años—, los repasaba y me iba contando qué era cada trocito. Cuando encontraba una pieza valiosa disfrutaba como un niño. Y lo cogía y lo miraba de un lado y de otro…


Una vez, creo que fue en ese viaje del 70, por una de esas trochas de cabras que cogía para llegar a las minas abandonadas, dimos con una piedra y se partió carter del 600… así tuvimos que seguir, dejando un reguero de aceite hasta que llegamos a un pueblecito que eran tres casas y un cobertizo para el tractor. Y menos mal que tenían allí al joven del tractor, un entusiasta de la mecánica, que nos apañó la forma de rellenar el carter con aceite de su máquina para que nos permitiera llegar hasta un lugar con grúa. Antes la gente hacía estas cosas solidarias… recuerdo que el tío tuvo que insistir muchísimo para que el joven aceptara el billete de cien pesetas.

Con el tío Ramón subí a la Mujer Muerta —el Yebel Musa, en el norte de África, en la costa del Estrecho de Gibraltar, entre Ceuta y Tánger— En realidad su objetivo era la mina de manganeso que está en la ladera, a medio camino de la cumbre… no encontró nada de interés, pero nosotros (recuerdo a mis amigos Coico, César y alguno más) aprovechamos para seguir subiendo en el intento de acariciar el pecho de la mítica mujer de nuestra niñez ceutí. El tío Ramón no llegó a subir… pero se dio un baño fantástico en la playa de las Barcas, en Marruecos, cerca de la antigua Ballenera.

Trabajaba en Tarrasa el tío Ramón, en el laboratorio de una fábrica textil… rodeado de frascos llenos de disoluciones de colores, sobre una mesa de trabajo recubierta de plomo porque el plomo resiste todo tipo de ataque ácido, me decía… Estudié la carrera en su casa. Durante cuatro años fui como un hijo más para el tío Ramón y para la tía Mariposa. Mi prima Merche me introdujo en las cosas de Tarrasa, pero nunca llegué a entrar del todo, estuve en otros líos. Y la primita Laura era una ‘micurria’ que quería ver los dibujitos cuando yo quería ver cómo la dictadura dinamitaba el diario Madrid. Todas las mañanas, camino de la facultad, recogía panfletos subversivos del PSUC.

Los minerales del tío Ramón me siguen acompañando…

El tío Ramón. La tía Mariposa. Mis primas. Tarrasa, en ese extraño país. El despertar a la conciencia social. La angustia del desarraigo, la pertenencia a un grupo por oposición a otro. Descubrir la beligerancia para defender lo justo… todo forma parte de lo que somos, y hasta la frase más insignificante, la que se dice sin la menor intención (…la sandía es agua en un 95%) nos deja una huella imborrable…

…y el apretado y largo abrazo que no le he podido dar también forma parte de los que quedamos.



martes, 26 de junio de 2012

Dátiles y algarrobas


Hay datileras en el centro de San Fernando. Tienen frutos redondos, como naranjitas, y son dulces y cremosos. Nadie los aprovecha y se van cayendo al suelo dejando todo perdido. Algunos pájaros se dan un festín, pero nadie más (...en Ceuta les decíamos 'palmichas', pero eran de otra especie, ovaladas) Mis amigos no consienten en probar estos dátiles, y ponen cara de asco cuando me los como… se ve que para ellos, si no se compra en el Mercadona no es comestible. No saben…
 
A servidor le entusiasma comer frutos directamente del árbol. Lo que sea. Yo creo que eso viene de Miguelín, mi padre, que le gustaba hacer lo mismo… y multitud de veces paraba el coche en las cunetas —cuando hacer eso era posible— y nos poníamos a recoger brevas de cualquier higuera salvaje que creciera a mano. Le encantaban los higos a mi padre…
 
Después me tocó a mí hacer lo mismo y cada vez que viajo con mi ‘compi de la vida’, nos bajamos del coche para robar manzanitas verdes y ácidas (a veces son manzanos silvestres, pero otras veces invadimos descaradamente un huerto privado, lo reconozco) Recuerdo que en el Camino de Santiago disfruté una barbaridad… y no perdía ocasión de comer manzanas, ciruelas, moras, mazorcas verdes y lechosas… cualquier cosa comestible.
 
Yo he comido todo lo que se me presentaba —no por hambre, sino por placer—, desde flores de acacias (que son dulces) hasta ‘panecillos’ de malvas, pasando por las vinagretas de toda la vida y palmitos de corazón blanco y ‘huevas’ amarillas, o arándanos en los bosques gallegos, higos-chumbos, majuelos, etc. Y, por supuesto, algarrobas… ¡madre mía! Las algarrobas son un manjar. ¡Cuánta razón tienen los cerdos! Las mejores algarrobas que yo he comido son las de Ibiza… sin lugar a dudas. Crecen por todos lados y son árboles enormes que ofrecen vainas carnosas y cremosas. Hay que cogerlas en sazón, por supuesto… que si no se vuelven un poco correosas.
 
Mi hijo Álvaro comprendió un buen día la belleza de las algarrobas… me lo contó lleno de admiración. Habían abandonado al grupo en una cala pedregosa e inaccesible del Cabo de Gata. Detrás de la calita sólo había una pared caliza impracticable. La única forma de salir de allí era por barco y la prueba consistía en sobrevivir durante una semana (era un curso homologado de supervivencia) Cuando acabaron con cangrejos, lapas, mejillones y ‘burgaillos’ se pasaron a comer saltamontes tostaditos sobre una lata vacía. No estaban malotes, dice… fue entonces cuando vieron el árbol encaramado en mitad de la ladera. El algarrobo…
 
«¡Qué cosa más rica, papá! Tú no te puedes imaginar el placer de ese cerebro recibiendo la glucosa de las algarrobas después de cuatro días a saltamontes… Yo no he visto cosa más rica en mi vida»
 
Te creo, hijo mío, te creo…
________________________________________

La imagen es una palma datilera en el Barrero / San Fernando



martes, 19 de junio de 2012

La belleza de la joven madre

Castillo de Santa Catalina (Cádiz), un baluarte del XVII restaurado hace pocos años. Un lugar francamente atractivo. Los edificios militares tienen eso, que cuando son reconducidos a tareas culturales dan un juego estupendo. Lo que interesa es que la sociedad sepa dar contenidos adecuados a estos edificios, porque si no es así sólo son cascarones vacíos condenados a otro abandono. Ese día inauguran una exposición de pinturas. No estuvo mal…

Los invitados van llegando y forman corrillos en el antiguo patio de armas. Se ve que es una reunión de gente preparada. No son pijos… esas cosas se notan. Y no me equivoco (luego me entero que la mayoría de los presentes están vinculados a entornos y actividades muy interesantes)

Una niña rubita de cinco años se enfada con su madre, pone unos morritos muy simpáticos y se aleja un poco de ella. Luego, para autoafirmar su rebelión se tapa la cabeza con la faldita, para no ver nada y no saber nada. La madre le dice que los niños le van a ver la barriguita pero la niña insiste en su desafío y la infla hasta dejarla gorda-gorda…

Es muy guapa la chiquita, tiene rizos dorados y unos ojillos risueños aunque esté de morritos. La madre también es mona. Tiene el pelo castaño rizado. Calza sandalias artesanales de cuero; viste una falda estampada de colores, larga y una blusa holgada. Cuando se agacha para hablar con la hija le veo los senos. Los dos. Enteros. Desde la base hasta los pezones… van libres, como un soplo de brisa marina. ¡Madre mía!

¡Uf! Miro para otro lado, azorado… pero la charla materno-filial se prolonga en el tiempo y me da tiempo a reflexionar conmigo mismo: “…tú eres carajote, tío. No estamos en que hay que buscar y disfrutar de lo bello…”. Así que me dejo de tonterías y azoramientos y miro con disimulo hasta que la madre convence a la niña y se van de la mano. Son bonitos los senos de la chica… indiscutiblemente, están hechos para gustar.


Luego entramos a disfrutar de las pinturas de la pintora. Son acuarelas y oleos sobre tablas. Tienen un sello personal. Cada cuadro es un bello instante. Y uno se reafirma en una vieja convicción: que suele haber belleza en cada sitio y en cada momento, sólo hay que saber mirar…


lunes, 18 de junio de 2012

Un rescate y un brindis al sol

El Día del Rescate nos tomamos una botella de rioja en la playa de Camposoto. En copas de vidrio, como Dios manda, que en esos vasos de plástico no es lo mismo, la verdad. Y una tortilla de patatas —eran rojizas y las trajo Chema de Villamartín— con cebollas blancas de Conil. La había cocinado Charo, y le quedó estupenda. La pena es que soplaba un poniente primaveral demasiado fresco.

 
El sol se puso casi-casi en el extremo noroeste de su recorrido anual, porque faltaba muy poco para el solsticio de junio. Yo no sé cómo ni por qué fuimos ese día a ver el ocaso. No parece que fuera un día para celebrar nada. No sé… las cosas se lían, se lían —o te lían, te lían, que las hay muy ‘liantas’, la verdad sea dicha— y acabas brindando al sol sin motivo aparente. Ahora que recuerdo, creo que brindamos para que se repitiera la cosa, pero sin frío y sin rescate de por medio, que no es poco.
 
Los bañistas y tomadores de sol ya se habían marchado, que el poniente fresco no es para ellos. Era el momento de las gaviotas. Nos rondaban a prudencial distancia, vigilando qué dejábamos en la arena… Chema les lanzó una ‘regañá’ y se la comieron casi al vuelo. Son hábiles las gaviotas, y listas. Se colocaban en el filo de los contenedores de basura y sacaban las bolsas con el pico; alzaban el vuelo y las dejaban caer en la arena. Luego, con la basura esparcida, se ponían a hurgar y comer. Lo malo es que cualquiera que vea el resultado piensa que los bañistas son unos guarros. Ese día, la verdad, habría que exonerarlos de culpa…
 
Pues como no había nubes ni bruma, fue un ocaso limpio. Lo pudimos apreciar hasta el último destello. Yo les dije que una tarde de este mismo invierno, en Cádiz-Cádiz (o sea, de Puerta Tierra pa’dentro), en una situación similar vi el ‘rayo esmeralda’ refulgir en el último instante del ocaso… Charo y Chema no dijeron nada, pero mi ‘Compi de la Vida’ no me creía ¡La puñetera, incluso se reía abiertamente de servidor! Que si eso solo ocurre en el ecuadooor, que si soy un troleeero… ¡Inaudito, oye! De todos modos estos incrédulos estuvieron pendientes del sol, no fuera a ser que fuera. Pero nada. No saltó el destello esmeralda. Habrá que intentarlo en otro ocaso, que habrá más…
 
…supongo.

jueves, 14 de junio de 2012

Punta Cantera y la ocupación de los paraisos

«Hoy he estado en los polvorines de Fadricas. El paraíso está en la Isla. ¡Impresionante!!»
Twitter - 7 de Junio de 2012

 
 
Nos gusta ocupar paraísos hasta agotarlos

Los hombres nos hemos dedicado a ocupar paraísos. Lo llevamos haciendo toda la vida. Hay algo atávico en ese comportamiento. Y, hasta cierto punto, lógico.
 
Hace trescientos mil años, un grupo de neandertales nómadas desprecia un pantano y un erial por inhóspitos; y finalmente ocupan la cueva que domina una sabana cubierta de caza. Y desde ese otero conquistado, con sus necesidades primarias cubiertas, poco a poco acaban descubriendo que su nueva posición física sobre el entorno, además de ser útil, provoca bienestar. Han ocupado un paraíso y ya sólo les queda un pequeño paso evolutivo para que descubran el complejo concepto de belleza aplicado a la sabana que se extiende a sus pies… Y cuando esos hombres emigren a otros lugares, volverán a buscar ese concepto —la belleza del paisaje— porque es bueno para la supervivencia del individuo y del grupo.
 
Los que saben de estas cosas apuntan a este tipo de proceso para explicar cómo los hombres hemos conquistado el arte, y aprehendido el concepto de lo bello. Por eso, si podemos, los hombres ocupamos lugares bellos: los paraísos. Y este paso evolutivo tiene perfecto encaje en todas las teologías que hemos inventado. Por eso, cualquier religión tiene un paraíso prometido en la otra vida… a cambio de la obediencia a una casta sacerdotal en esta. Nos gusta ocupar paraísos, sobre todo si son terrenales.
 
La pena es que en algún momento de nuestra historia, los hombres dejamos de ser miembros de un entorno en equilibrio biológico y económico —el paraíso— para convertirnos en exterminadores del medio. Aprendimos a conquistar un lugar bello para transformarlo en un erial agotado. Usar y tirar. La cultura dominante abusó sin piedad de la naturaleza —porque usarla, aparentemente, no tenía coste económico— hasta que comenzamos a comprender que una cala ibicenca era un paraíso antes de plantar una mole de hormigón en la playa. Después, no. Y quien dice Ibiza dice cualquier costa española, pasando por el Palmar y Valdevaqueros…
 
Sí. Nos gusta ocupar paraísos hasta que dejan de serlo…
 
Un paraíso en Punta Cantera
 
En San Fernando tenemos un paraíso. Las autoridades municipales de San Fernando por fin han conocido in situ los Polvorines de Punta Cantera, en Fadricas. Otros, llevamos diez años intentando dar a conocer el valor paisajístico y patrimonial de ese conjunto histórico y etnográfico —con poco éxito, por cierto—. Recordemos que allí, en Punta Cantera, tenemos 26 polvorines de distintas épocas, dos muelles del siglo XVIII, un alfar romano del siglo I por excavar, y unas murallas defensivas, también del XVIII, que rodean parcialmente todo el Conjunto Histórico. Es un lugar singular y extraordinario, y me consta que cualquiera que lo vea por primera vez comprende que sí, que es un lugar singular y extraordinario… Pero eso no es garantía absolutamente de nada.
 
Y el debate es obvio y está servido. Por un lado, la ciudad parece que tiene necesidad de seguir su desarrollo urbanístico para asegurar su futuro —muchos piensan eso, que el progreso y el bienestar de la ciudad únicamente se sustenta en el desarrollo urbanístico—. Por otro lado, ese desarrollo no puede, de ninguna manera, destruir el patrimonio histórico y etnográfico que atesoramos en los Polvorines de Punta Cantera.
 
Los poderes públicos tienen la obligación de conservar y mantener el patrimonio cultural de todos, y esa encomienda es uno de los límites para el desarrollo urbanístico de las ciudades. Las declaraciones del señor alcalde a la prensa local, el pasado 7 de junio desde lo alto de un polvorín tipo A, sugieren una serie de preguntas inmediatas:
 
• ¿Por qué nuestras autoridades municipales parecen reacias a relacionar en el mismo discurso las palabras ‘desarrollo’ y ‘patrimonio’?

• ¿Se quiere pasar de puntillas sobre esa relación porque es molesta?

• ¿Cómo se va a compaginar desarrollo y protección del patrimonio en esa denominada “Zona de equipamientos, comercial y de ocio” que va desde Bahía Sur hasta la Casería?

• Si se consigue no asociar Punta Cantera con Patrimonio Histórico, ¿se podrían puentear algunas directivas regionales, nacionales e internacionales sobre conservación y protección del patrimonio?

• ¿Es mejor que pase desapercibido el hecho de tener un patrimonio valioso porque así se podrá actuar sin interferencias de la Junta de Andalucía?

• Si se actúa sin interferencias ¿no estamos poniendo en manos de advenedizos un patrimonio irrecuperable?
 
Son preguntas que surgen de una desconfianza genérica. Porque, no olvidemos que, salvando lo presente, la clase política es el tercer problema que perciben los españoles. Y estas cuestiones planteadas a botepronto no se satisfacen con el discurso previsible: “Los Polvorines están suficientemente protegidos”. “No vamos a acometer ninguna actuación que destruya el patrimonio”. Etc., etc., etc. Ese discurso ya está asumido, es obvio… y no creo pertinente que nuestros políticos nos pidan más actos de fe en promesas. Si queremos proteger realmente el Conjunto Histórico de los Polvorines de Punta Cantera tendremos que utilizar la oportunidad que nos ofrecen las leyes e incoar un expediente de Bien de Interés Cultural para la integridad del Conjunto de los Polvorines. Es la mejor garantía de protección y desarrollo sostenible.
 
En el resto de terrenos de Fadricas, se podrá negociar y cambalachear hasta construir lo que sea pertinente o impertinente, pero en los Polvorines de Punta Cantera hay que plantear un desarrollo sectorial que respete íntegramente su valor patrimonial. Eso es un cometido constitucional.
 
Miguel Ángel López Moreno
Promotor del ‘Manifiesto por un Conjunto Histórico en los Polvorines de Punta Cantera’. http://www.manifiestoporpuntacantera.es/

jueves, 7 de junio de 2012

El catecismo neoliberal de don mario Vargas Llosa

Lunes, 4 de mayo de 2012. En no sé qué cadena de televisión, Julia Otero entrevista a Vargas Llosa… espléndido novelista, premio Nobel de literatura, persona de prestigio y solvencia intelectual, cuya opinión llega muy lejos y es muy bien atendida.



No presté demasiada atención al programa, pero dos veces que entré en el salón, dos veces que le oí recitar como una vieja cacatúa dos manidos mantras del catecismo neoliberal…

Primer mantra: “Estamos pagando los excesos de haber vivido por encima de nuestras posibilidades…”

Claro, como cualquier politicucho de tres al cuarto, el señor Vargas Llosa, espléndido novelista y premio Nobel, dice medias verdades, medias mentiras y se calla la mitad del discurso real… Puede que sea cierto que todos hemos vivido aupados a una burbuja de riqueza que era pura ficción… pero qué decir de las riadas de euros que bancos alemanes y holandeses han inyectado en el sistema financiero español para que estos prestaran a destajo, sin contemplaciones, a diestra y siniestra, a constructores de casas y a compradores de casas… Estos financiadores extranjeros de burbujas españolas ¿no son tan culpables como la parejita que se embarcaba en un préstamo que le metían en los bolsillos quisieran o no? Se olvida el excelente novelista de la codicia de los financieros, porque la realidad es que los bancos NO ESTÁN PAGANDO SUS EXCESOS, se los estamos pagando los de abajo. Seguro que el señor Vargas Llosa lo sabe, y, sin embargo, se ha limitado a recitar el mantra neoliberal que busca culpabilizar y amansar a los de abajo, a nosotros. Y lo hace el señor Vargas Llosa prestando su imagen, su prestigio y su enorme carga intelectual… y eso me parece una indecencia.

NO TODOS ESTAN PAGANDO LOS EXCESOS, señor Vargas Llosa. Los están pagando nuestros hijos, con una educación pública que ya no es garantía de igualdad de oportunidades. Ahora tenemos una educación pública mal atendida y que tiende a la beneficencia; cada día se parece más a una educación de posguerra civil que a una del siglo XXI… Sí, nuestros hijos SÍ están pagando la crisis.

Y nuestros mayores también, con una sanidad con mínimos recursos, que cada día la acerca a la indigencia… Y la están pagando los millones de personas sin empleo. O los otros millones que tienen un empleo de mierda, explotados por una reforma de las leyes que nos acerca al modelo chino de explotación laboral. Y la están pagando los autónomos y los comercios de barrio que pasan los días sin clientes y cierran cansados y angustiados por el futuro. Y la están pagando todos los jóvenes españoles, excelentemente preparados, que no tienen futuro en su país... pero los bancos, el poder financiero, la aristocracia empresarial, los políticos empoderados con nuestros votos, y sus parentelas que se colocan al amparo de estos, estos no tienen que pagar la crisis. La crisis NO la pagamos TODOS, la pagamos y la sufrimos sólo NOSOTROS, sólo los de abajo, señor Vargas Llosa.

Segundo mantra que repite el excelente novelista: “Tenemos la suerte de tener instituciones democráticas capaces de canalizar el malestar social…”

Debería hacerle una pedorreta con la mano, así: prrrrrrrrrrrrrr… pero sería demasiado vulgar. Eso creíamos, señor Vargas Llosa, que teníamos una democracia capaz de canalizar el poder de la gente, pero es falso… Lo que hemos permitido entre todos, con nuestra connivencia o con nuestro sopor, es un remedo de democracia. No es real. La gente no tiene el poder. Los que mandan y los que vapulean las leyes a su antojo, son los que tienen el dinero y su camarilla que enseñorea Europa. El ciudadano no lo tiene y no es el eje de la política. La política no la hace el ciudadano y no se hace para el ciudadano, se hace para amparar al poder financiero. La democracia que tenemos, señor novelista, no canaliza el malestar social, lo desactiva, lo adormece o lo reprime a golpe de porra, para recuperar el “orden y el derecho”… su orden y su derecho.

Disfruté mucho con Pantaleón y las visitadoras y con aquella guerra del fin del mundo, o con el dictador sanguinario… y con algunas más que no me apetece recordar ahora. Pero me va a costar abrir otro libro suyo. Eso me que me pierdo.
________________________________________

De la serie ‘Fotos en un tubo’: Un trozo de aro de plástico a la luz del amanecer




martes, 5 de junio de 2012

La cajera de Mercadona


Fue entrar en el submundo de Mercadona —en el garaje quiero decir, aunque Mercadona sí tiene submundo, conste— y perder la señal de radio. Mejor; estaban hablando del desastre financiero español, de los años de penurias y privaciones que nos espera…

En el interior de uno de los coches, un señor abanica a una anciana de pelo blanco, derrengada en el asiento del copiloto y cierto gesto de dolor. Lo pienso mejor y vuelvo sobre mis pasos… ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda? Sorpresa en la cara del hombre. No esperaba el ofrecimiento. Antes era lo normal pero ya no suelen pasar estas cosas… Es mi suegra —dice—, tiene Alzheimer y no hay mucho que hacer. Gracias de todos modos, ¿eh? De nada, pordió.

Me siento bien y subo la escalera con ligereza, casi como una pluma. No ha costado ningún trabajo; la señora no se ha enterado de nada, y el hombre puede que sea una pizca más feliz.

En la cola de la caja, dos jovencitos llevan pan y embutidos. Les dejo pasar y me lo agradecen. Saludo a la cajera y la miro directamente a los ojos. Demasiado maquillaje tal vez, pero es mona. La pena es que tiene compuesta una carita de cansancio que la afea… Cuando finalmente me mira, mantengo la mirada un poco más de lo indispensable y ella espera que le añada algo, pero solo le sonrío… Los chicos se van y me vuelven a agradecer el gesto.



La cajera se llama Pili A. Y mientras pasa mi compra por el escáner la animo y le digo que ya queda poco para terminar la jornada… y que aquí, por lo menos, se está fresquito. Ahora sí me devuelve la sonrisa abiertamente… y, además, ya no parece tan cansada.

¡Es tan fácil hacer gestos!
________________________________________


Imágenes de la serie ‘Fotos en un Tubo’: Matraz de fondo redondo y barrita de vidrio a la luz del amanecer




viernes, 1 de junio de 2012

La jodienda no tiene enmienda

Aceitera / Corraleja común / Meloe Proscarabeus en la acera del laboratorio

Curioso bicho este. Dicen los entomólogos que cuando se les molesta, segregan una substancia oleaginosa que provoca irritaciones en la piel y conjuntivitis… pero mi hijo Alejandro las cogía de pequeño y nunca le pasó nada, la verdad. Cuando son criaturas, más parecen vampiros que larvas porque se enganchan a moscas y avispas y les chupan la sangre hasta que matan al hospedador. Luego, si por una casualidad, te comes una aceitera adulta sin darte cuenta, te provocará problemas urinarios y priapismo, o sea, una erección sostenida en el tiempo y en el espacio que es el anhelo de muchos, aunque jamás lo confiesen.

Consecuencias…

En el siglo XVII las ancianas de la aldea rural, vasallas del señor feudal de turno, recolectaban aceiteras para dejarlas morir y secar. Después machacaban los caparazones en un mortero de piedra obsidiana durante una noche de Luna creciente, y en presencia de una niña virgen. Luego se vendía el polvo como remedio contra la impotencia sexual masculina con enorme éxito... Al final tuvo que prohibirse este comercio a consecuencia de la cantidad de muertes que provocaba su abuso.

¡Tá claro! La jodienda no tiene enmienda