lunes, 26 de agosto de 2013

Aquellos gránulos democráticos

Llegué a Tarrasa en 1969, con 17 años, y pronto me mimeticé con cierto entorno. Pantalones de pana, anorak caqui y una bolsa militar en bandolera. Lo típico. Me dejé crecer el pelo y la barba, y paseaba por los tugurios con unos “Comentarios al Capital” que apenas entendía.
Recuerdo que en la facultad había tres líderes que movían la contestación amparados en la cobertura legal de la Delegación de Estudiantes. Se llamaban Gual, Más y Rico. Rico era el más radical y pedía abiertamente el derrocamiento de la dictadura con una huelga general indefinida. Los otros dos, Gual y Más, eran más solapados y encauzaban la rebelión contra el régimen apoyando cualquier revuelta académica y obrera… y los conflictos en el cinturón de hierro de Barcelona eran diarios.
La chica que trabajaba en el local de la Delegación de Estudiantes se llamaba Maori, era una rubia guapísima, de pelito corto y ojos grises. Acabó casándose con Más, pero follaban de antes… y, por lo visto, a Maori no le gustaban los preámbulos amorosos, ni calentamientos previos ni tonterías románticas. La rubia iba directamente a la coyunda. El pobre Más se quejaba de eso… y yo no entendía el problema, la verdad.
En la Delegación hacíamos los cartelones informativos que luego colocábamos en las paredes de la facultad. Recuerdo que en ellos transcribíamos los documentos que nos llegaban de la “clandestinidad”.
A veces coordinábamos acciones con la gente de Comisiones Obreras en una parroquia de Can Anglada, una barriada obrera de Tarrasa. Se apostaban vigilantes en las esquinas para avisar si la policía aparecía por allí… Cuando nos reuníamos en la facultad lo llevaba bastante bien, me sentía seguro; pero en esa parroquia hasta temblaba del miedo que tenía. Esa es la verdad.

Fue en Barcelona donde compré un póster del Che Guevara. Desde entonces ha estado colgado en todas las casas en las que he vivido. Ya sé que es un símbolo de otro tiempo…
También sé que aquella democracia, la que surgió tras la muerte de Franco aunando todos esos granitos de arena (Gual, Más, Rico, Paula Galvin, Rondeño, Ernesto y otros tantos que no recuerdo…) fue muy deseada por muchos aunque fuese un constructo imperfecto. Se nutrió de luchadores anónimos surgidos en las fábricas, en las minas y en las facultades. Yo he visto a algunos de ellos —como Gual, Rondeño y Paula, que arriesgaron su bienestar en la dictadura— convertidos poco después en los políticos que maniobraron en la Transición. Habrá muchas maneras de llegar a la política, pero esa, la lucha previa en la calle, en la fábrica y en la facultad, me parece de las más auténticas.
Y, sin embargo, aquella democracia tan deseada ha derivado en este remedo de cosa que manejan unos profesionales que han convertido la política en prestidigitación mediática… mientras con una mano nos encandilan con cuentos, con la otra mano saquean el Estado camino de la pesadilla neoliberal.
Nos hemos quedado con una democracia representativa que no representa a la gente. Es una democracia que representa la corrupción, el elitismo, la prepotencia, el engaño, el disimulo, las medias verdades, las medias mentiras, la incompetencia, la mediocridad, la indignidad, la injusticia… No nos representan porque la gente no somos así. Somos mejores.
La democracia que sufrimos es vieja, casposa y ya no sirve. Huele a baúl decimonónico, ni siquiera huele a siglo XX. Seguramente necesitamos una democracia infinitamente más participativa, en la que la gente se organice sin intermediarios. Tenemos los medios tecnológicos para hacerlo realidad, para que nosotros, el pueblo, realmente decidamos nuestro futuro por nosotros mismos.
Ya hemos aprendido que es una inconsciencia dejar nuestro futuro en manos de cierta gente.


sábado, 24 de agosto de 2013

Tanto twitter y tanta opinión

A la señora alcaldesa le fastidia que los muertos de hambre puedan opinar libremente en las redes sociales.
“…tanto twitter y tanta opinión”, dice. ¡Por Dios, donde vamos a parar con tanta opinión, tan suelta y tan descontrolada ella!
A servidor le parece que no ha sido un lapsus, más bien me parece que le ha salido de lo más profundo de su alma ideológica… Le fastidia a la señora alcaldesa que exista un cauce a través del cual cualquier muerto de hambre pueda poner a caer de un burro a los reverendos prebostes municipales. Y lo dice porque ella lo vale…
Los políticos que sufrimos en este país tienen anchas espaldas. Les va en el sueldo recibir vapuleos dialécticos, que para eso se suben a un estrado público y visible. Son unas espaldas que soportan cualquier crítica con tal que sea una crítica políticamente correcta… no importa que sea dura, agria y osca. Pero la otra crítica, la que emana sin control a través de las redes sociales -que es una crítica faltona y soez porque surge a ras de suelo-, esa les duele porque supone un poder que no pueden controlar.
Las sociedades evolucionan desde los extremos, con fuerzas centrífugas, nunca desde las poltronas céntricas y acomodadas… Lo mismo pasa con la crítica que surge del propio sistema, la que usa sus cauces establecidos –parlamentos y medios de difusión en manos de los poderes financieros-. Esa es la crítica asumida, correcta, esperable. Es una crítica que justifica al propio sistema y lo apuntala. Esa crítica sirve para cambiar muy poco…
…pero la otra crítica les fastidia porque es la punta de lanza por donde se les escapa el control de la sociedad. Es una crítica no encorsetada, libre y sin ataduras. Es una crítica anterior a cualquier filtro ideológico porque nace de las propias vísceras, nace a ras de las aceras y plazas y no necesita de plataformas mediáticas ni obedece más que al corazón. Es una crítica saturada de rabia justificada porque lo establecido está en connivencia con una sociedad profundamente injusta. Una sociedad injusta que nuestros políticos no encaran con valentía.

Me parece que la señora alcaldesa (…tanto twitter y tanta opinión) ha mostrado su verdadera faz ideológica. Y, además, me parece una pésima persona.

miércoles, 21 de agosto de 2013

El hombre poderoso decide que la felicidad de cualquier niño es prescindible


Uno haría cualquier cosa para que fueran felices toda su vida. No es preciso que tengan un vínculo con nosotros… simplemente, no merecen otra cosa que no sea la felicidad. ¡Y cómo duele verlos infelices, llenos de moscas, reventados de sed o esparcidos entre escombros porque han sido un daño colateral!
Y uno se pregunta: ¿En qué jodido momento un hombre poderoso -de esos que dirigen entidades financieras y fondos de inversión, o esos mequetrefes que son las franquicias de tales poderes en los gobiernos "democráticos"- decide que la felicidad de cualquier niño es prescindible? ¿Qué ha tenido que pasar por las entendederas de un hombre poderoso para que ordene especular con el precio del arroz o masacrar a tal dictador inservible ya? ¿Por qué no le importa que su beneficio suponga la condena a la inanición a millones de niños?
¿Por qué millones de hombres permitimos al hombre poderoso que lo haga?
Los hombres poderosos son criminales. Puede que esta época sea ciega a ese concepto, pero sólo es cuestión de tiempo para que algo, alguien o muchos juzguemos sus actos como crímenes contra la humanidad.


miércoles, 14 de agosto de 2013

Laura tenía más de cuarenta años

Laura tenía más de cuarenta años y tres hijos en el mundo cuando el marido se dedicó a irse con otra. La mayor era una chica rubia de ojos azules, muy guapa, novia de un medio cantautor que me enseñó los rudimentos de la guitarra. La segunda era mi novia… por entonces las cosas se llamaban así, y servidor entraba en su casa a esperar que terminara de arreglarse para ir al Paseo de las Palmeras, y mientras eso ocurría, me sentaba en el sofá del salón… así los padres calibraban la seriedad del pretendiente. Mi novia era una chica de quince años, pelo castaño oscuro y sabor a fresa. Ella me regaló mi primer beso de amor… luego cada uno seguimos singladuras distintas. Esas cosas pasan cuando se es así de joven… pero nunca la olvidé del todo. Luego, cuando supe que había fallecido tan joven, me dolió pese a la distancia temporal y emocional.

Tengo pocos recuerdos del tercero de los hijos. Era un jovencito pre púber cuando sus hermanas ya eran mocitas… y ahora nos hemos reencontrado a través de las redes sociales. Ayer me comunicó que Laura, su madre, había fallecido con 88 años, y que quiso que la enterraran junto a su hija, aquella chica dulce de sabor a fresa.
Curioso…
Apenas coincidí con Laura un puñado de tardes mientras mi novia terminaba de vestirse. De esto hace más de 45 años, y sin embargo la noticia me dejó cabizbajo… demasiado. Tengo recuerdos de ella, de Laura. Son recuerdos tristes y tal vez inoportunos… la grandeza de unos hombres a veces va unida a la mediocridad de otros. Creo que este es el caso de Laura.
Una noche, cuando dejé a mi novia en su casa, encontré al padre con la ‘otra’. Se resguardaban en una sombra. Furtivos. Él me saludó como si no pasara nada, pero la tensión era evidente. La ‘otra’ no llegaba a la suela del zapato de Laura… Pero los hombres somos así de tontos, que con cuarenta y tantos nos dejamos llevar por tres polvos mal ‘averiguaos’.
Ella, Laura, me lo había insinuado un día mientras esperaba a su hija. Me dijo que un matrimonio era como un jarrón, que si se rompía en pedazos, por mucho que se recompusiera, el agua siempre acaba por escapar. En ese momento pensé que aleccionaba sobre mi relación con su hija… luego comprendí las cosas.
Pero a raíz de la infidelidad, esa mujer se arremangó, retomó sus estudios de magisterio, se enfundó aquella falda horrorosa a rayas verdes y blancas que se ponían las estudiantes para hacer las prácticas de magisterio, y, sin miedo al ridículo, se confundió con las alumnas que podrían ser sus hijas. Lidió con don Jaime y con don Oscar… y acabó su carrera. Eran unos tiempos complicados para las mujeres en su situación, pero logró alcanzar una independencia económica en consonancia con el desprecio sufrido. Esa valiente mujer había conquistado su libertad en la España machista y gris de los años 70.
Ya sé que no es un recuerdo alegre; que la grandeza de una lleva unida la mediocridad del otro. Tampoco sé si los que reconozcan esta historia (Laura es un nombre ficticio) se sentirán cómodos… No lo sé.
Son viejos recuerdos y son sentimientos de admiración hacia ella. Y morirían conmigo si no los escribiera. Me habría gustado que ella supiera que la admiré por lo que logró hacer, por su valentía… pero ya es tarde. Ya es tarde, y lo lamento.
Laura es un nombre ficticio, pero la historia es real. Los que son sabrán reconocer los detalles. Y espero que entiendan el enorme cariño a pesar del agridulce recuerdo.

jueves, 8 de agosto de 2013

Estampas de la pesadilla neoliberal – 2: Raimundo

Baldean las calles muy temprano y se forman riachuelos en los raíles del tranvía. Las palomas beben de ahí. Parece que a ellas les gusta, pero a servidor le incomoda mucho que se le moje la planta del pie. Ya sé que es una tontería, con la de cosas malas que pasan, pero no lo puedo evitar.

“Yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón…”
Gracias, Joan. Se es tan feliz con tan poco…
Poquitos son los paseantes a esas horas… y parecen que todos están atentos a la señal: las primeras vaharadas a churros. Cuando eso ocurre, los ciudadanos y ciudadanas salen al unísono y empiezan a llenar la terraza del 44…
…y justo a los diez metros sigue el mismo sin techo de hace unos días. Tal vez más atezado aún. Debe dormir por los alrededores. No se sabe qué cosa está fumando… no parece que tire bien y lo enciende de vez en cuando. Hoy el hombre mantiene una conversación con un contertulio imaginario; está de pie, delante de él. Me gustaría saber de qué hablan. Un sábado de estos levoy a preguntar a mi psiquiatra que de qué cosas solemos hablar en estos casos. Porque mi psiquiatra y servidor compartimos desayuno los fines de semana… él, media de sobrasada, y la otra media con paté; servidor, una entera de jamón y tomate (lo que toman ellas ya es más complicado) A lo mejor el hombre sin techo habla de lo mismo con su contertulio imaginario, sobre las cosas que le ponemos a la tostada. ¡Quién sabe! Lo más probable es que no exista demasiada diferencia entre unos y otros.
En la mesa de ahí detrás están contentos porque el Madrid le ha ganado al Chelsea de Mouriño, con dos goles de Cristiano… a esa mesa llega un señor que se llama Raimundo y es de Badajoz, pero vive ahora en Dos Hermanas, no tiene recursos y pide la voluntad para sacar adelante a su familia. Si no consigue nada –que es lo más corriente- se despide de los desayunantes y dice que lo comprende y que perdonen el incordio y la molestia. Es un hombre bien vestido y eso se está convirtiendo en lo habitual.
Cuando me llega el turno saluda para llamar mi atención. Buenos días, señor. Buenos días… Le escucho cortésmente la misma historia que había oído tres veces en otras tantas mesas. Y le invito a desayunar conmigo… se lo agradezco mucho, me dice. De corazón se lo agradezco, pero preferiría llevar esos euros a mi casa…
Esta vez me creo la historia. El problema es que hay una como esta cada veinte metros.


jueves, 1 de agosto de 2013

Estampas de la pesadilla neoliberal - 1

Hay un sin-techo a diez metros del café y churros. Pelo encanecido y piel tostada de asfalto y acera. Arrastra una maleta negra de ruedas… Son las 9 de la mañana y de vez en cuando bebe de una litrona de cerveza caliente. Delgado, pero no famélico… no creo que el hambre sea el problema. El problema es la exclusión: simplemente, no tiene sitio en este sistema de mierda que nos han impuesto con la complicidad de nuestra propia desidia.

Hemos vivido en una sociedad en la que el trabajo dotaba de dignidad al ciudadano. En el mundo de mi niñez se podía ser pobre y no perder la dignidad, “…pero mientras tenga estas dos manos no le faltara de comer a mis hijos”. Ya no es así. En la pesadilla neoliberal (léase capitalismo salvaje) tus dos brazos y tus ganas no son suficientes porque el sistema no genera riqueza con ellos.
Ahora, el propio dinero es lo que genera más dinero y más poder propiciando el trasvase de las rentas más bajas hacia los que ya son inmensamente ricos… y este es un proceso que más pronto que tarde tiene que reventar en mil pedazos. Y en ese proceso antinatural no puede sobrevivir la dignidad de nadie. En la economía especulativa en la que vivimos, la gente servimos para muy poco y tenemos aún menos poder.
Es un sistema autodestructivo. El trabajo precario –cuando lo hay- no dignifica al hombre, le esclaviza. El trabajo queda convertido en un simple parámetro al servicio del beneficio empresarial y, por tanto, las condiciones laborales de la gente –en aras de la productividad- se han depauperado hasta límites esclavizantes…
…y el esclavo acaba auto convencido de ser un paria que sobrevive a costa de amigos, padres, abuelos, ¡y hasta del Estado!
El sin techo que tengo ahí delante es un subproducto del sistema. Es lo que queda del proceso. Exprimido y excluido. Deambula, de un comedor social a otro, aislado en una burbuja que lo hace invisible. Ya es totalmente prescindible económicamente. Sólo genera gastos y problemas al sistema. Hay que darle de comer y, en su caso, hasta pagarle una cama de hospital… porque dejarle morir de inanición en una esquina sería demasiado evidente. ¡Pero todo llegará!
Y, para colmo, hay que mimetizarlo el día del Corpus, cuando autoridades y gente de bien pasean engalanados por la calle real…