sábado, 21 de diciembre de 2013

La huerta de Pelegrina

Hace unos días, después de las primeras lluvias de otoño, el ambiente olía a la Huerta de Pelegrina. Dicen que no hay nada más evocador que un viejo aroma enquistado en las circunvoluciones del cerebro. Y debe ser verdad…

…a mitad de los años 60 salíamos del instituto camino de Villajovita. Y pasada la cuesta de Otero, frente a un lugar que se llamaba Arbitrios, la carretera discurría paralela a uno de los linderos de esa huerta —por cierto, en Arbitrios fue donde un día, don Arturo Company, aquel entrañable profesor de dibujo, cambió él solo una rueda de su coche… ¡con el único brazo que le quedaba!—. Y pasada la huerta Pelegrina, en una hondonada del terreno existía una enorme panadería que surtía a media Ceuta, Ufapance se llamaba. A esa panadería veníamos muy temprano cuando preparábamos las excursiones en busca de los Siete Lagos Subterráneos… era la única forma de conseguir pan del día a esas horas tan tempranas.
En las primaveras de Ceuta, después de un día de lluvias, con el cielo entreverado de nubes y azul, esa huerta olía exactamente igual que el otro día. Es un aroma antiguo que ilumina a un niño de 11 años que se agacha a observar cómo los caracoles depositan sus huevos excavando un pequeño orificio en la tierra. Entonces, rodeado del aroma embriagador de la tierra húmeda, el niño escarba un poco y recoge los huevos para meterlos en un tubo de Okal que siempre lleva en el bolsillo…
Aquella huerta sonaba a peregrino, como los halcones, pero ahora sabemos que en realidad era Pelegrina, el apellido de un notable y temido falangista que se paseaba por Ceuta con un pistolón al cinto indagando sobre la pureza ideológica del personal… “¡No era nadie Pelegrina!”, decían mis mayores, y se miraban entre ellos sin dar más explicaciones al niño. A cabo de los años, y después de algunas lecturas, comprendemos mejor la memoria ocluida de nuestros mayores, y la silenciosa mirada cómplice que se dedicaban entre ellos. Miradas que sabían a eruptos de aceite de ricino y a buches de valvulina… eso hacían nuestros mayores cuando citaban a Pelegrina, mirar para otro lado. Ellos habían aprendido a sobrevivir en el tiempo que les tocó vivir.
Es curioso. El aroma de la tierra mojada tiene esas cosas, que evoca a los caracoles poniendo huevos en las cunetas, y evoca también a los cientos de muertos que aún gritan desde las cunetas…


jueves, 19 de diciembre de 2013

Servicio deoncología

Hospital Público de Jerez de la Frontera / Sala de espera del servicio de oncología

Cada día hay más pacientes. Esta mañana ocupan todos los asientos y parte de las paredes. Una mujer lleva un gorrito de lana. Mediana edad y bien parecida. Yo diría que se dedica a la enseñanza. Lee un libro con la vista cansada. Le acompaña su hija de 18 años... Hay más gravedad en el semblante de la chica que en el de la madre. Se ve que la jovencita aún no ha asimilado que el cáncer se cura.
Hay cartelones informativos por las paredes, en varios idiomas y grafías. Explican los derechos y deberes de los pacientes del Servicio Andaluz de Salud. Y uno se siente orgulloso de la sanidad pública que hemos construido a trancas y barrancas en este país, y en muy poco tiempo. Una sanidad universal, para todos, que no pregunta la procedencia del que llega ni pregunta si puede pagar la atención sanitaria... Eso es otro asunto (no menos importante, pero otro asunto). Una sanidad imperfecta, pero trata de ofrecer las mismas oportunidades a los pacientes, vengan de donde vengan. Y creo que no hacemos suficiente hincapié en ese concepto: la conquista de una igualdad real de oportunidades para todos nuestros hijos. Ese concepto debería ser el motor, la idea central, de cualquier gobierno democrático. Cualquier otro intento sería desviarse hacia sociedades injustas.
Pero cada día que pasa nuestros gobernantes nos esquilman el derecho a una sanidad excelente. Nos dicen que los tratamientos de químio y radioterapia son caros, que gastamos demasiado en medicamentos y coaccionan a los médicos para que receten en función de un cupo o se arriesgan a perder no sé qué plus de productividad, etc. Y acabarán consiguiendo que la sanidad pública sea manifiestamente deficiente. Entonces nos convencerán de las bondades de la gestión privada de la sanidad y nos mostrarán la excelente medicina privada que podremos comprar en este país... El que la pueda comprar en cómodos plazos. Y habremos perdido uno de los mayores tesoros que teníamos. Esta es una de las indecencias que nos ofrecen los gobiernos de España.
Por eso me repugna ver a don Juan Carlos, el rey de todos los españoles, quieran o no, entrar sonriente en esas espléndidas clínicas privadas para recibir una atención médica privilegiada... En mi concepto de sociedad este es un comportamiento despreciable porque todos, hasta el más humilde español, tiene derecho a una medicina tan excelente como la que recibe el Borbón. Flaco favor le hace este hombre a la democracia. Me gustaría para mi país una sociedad construida entre iguales, en la que sobren vividores y privilegiados...
En la sala de espera de oncología el enemigo nos iguala a todos. El enemigo común hace estas cosas... Uno de los enemigos, el evidente, es el cáncer. No está mal como enemigo. Pero el otro enemigo se camufla de mala manera y es más dañino porque no da la cara: es el dogma neoliberal (esa idea repugnante que busca el máximo beneficio privado por encima de cualquier cosa o persona) que nos priva de la atención sanitaria que merece cualquier ciudadano por el simple hecho de existir. Ese es realmente el enemigo universal, que nos ataca sinuosamente dejándonos sin alternativas… ¡Ese es el enemigo a derrotar!
En la imagen: laguna final del río Arillo, que separa Cádiz y San Fernando


sábado, 14 de diciembre de 2013

Me acostaré vestido, a su lado


Tal vez haya llegado el momento de observar, cansado ya de extraer sensaciones de ti mismo. Uno comprende al final que este homo sapiens venido a menos no es nada interesante… y que el entorno nos apabulla y nos recuerda nuestra insignificancia. A lo mejor hay que dejar que el mundo fluya sin intervenir, y mirar las cosas desde la distancia. Puede que hoy por hoy hayan vencido.
Nos pasamos la vida intentando encajar las cosas para hacerlas entendibles, para equilibrar el desasosiego, para comunicar cualquier detalle que conseguimos entender. Vega apenas está empezando la tarea, y cada vez que encaja una pieza del puzle se jalea a sí misma. Alejandro insiste en encajar su afectividad en algún hueco humano que la recoja. Álvaro busca dónde encajar su futuro y su familia… y así, cada uno busca su lugar en el tiempo que le toca vivir. Mientras nos quede tiempo…
Hoy me apetece despertarla suavemente, echarme vestido en la cama, a su lado, mientras remolonea un poco más… “Hoy no sé para qué sirvo, compañera”, le diré mirando al techo. “Pero no tengo prisas. Cuando me digas te preparo el desayuno…”
…preparar el desayuno… ¡Coño! ¡Creo que ese era el motivo, la pieza que falta, el primer paso! ¡Cómo no me había dado cuenta!