miércoles, 28 de diciembre de 2011

Sobre un video racista y un documental admirable


Mi cuñado me envía todos los años la lista de ayudas al desarrollo, y se mofa del dinero que le mandamos a tantos países para tantas cosas aparentemente absurdas. Este año, además me ha mandado un video (video que también han publicitado algunos amigos en las redes sociales)
Quiero suponer que todos ellos saben que este es un video xenófobo de la peor calaña (lo digo porque no tengo a mis amigos por tal cosa, ni siquiera mi cuñado, aunque lo parezca). Lo promueve un grupo que se llama “Deportación masiva”, que tiene un canal propio en youtube (Canal anti-inmigración) para su proselitismo neonazi.
Digo que es de la peor calaña porque mezcla magistralmente churras con merinas… muestra el dinero de las ayudas al desarrollo (que se enmarcan en los Objetivos del Milenio y demás entramados de ayudas internacionales —el que tenga interés en saber las razones de estas ayudas le remito a este enlace http://www.aecid.org.sv/documentos/ayudas/BOE-A-2010-10102.pdf—), y lo contrapone con todas las penurias y necesidades que tenemos en nuestra propia casa, dando a entender que las cosas de casa se arreglan abandonando la cooperación internacional y deportando masivamente a los inmigrantes… Esta es una receta de libro del más puro estilo neonazi. Algo despreciable, sin paliativos y sin medias tintas. DES-PRE-CIA-BLE.
El video acaba con un fotograma de varios segundos que dice:
¿Más dinero para la inmigración?
No con mis impuestos.
STOP
Este es el video xenófobo: http://youtu.be/HgMHk2b3-W4
Una cosa es denostar las políticas que han ejecutado los gobiernos anteriores (cosa perfectamente entendible y justificada), o denunciar la falta de rigor en el seguimiento del gasto, etc., y otra cosa hacer el juego a estos impresentables. Parece que la historia se repite milimétricamente… estoy pensando en el ascenso de los fascismos después de la Gran Depresión, la vuelta al ombligo nacionalista, el desprecio al extraño como solución…
Este verano pasado pasé una tarde en el festival de Cine Africano de Tarifa. Asistí a dos documentales. Uno de ellos se llama Winners (Ganadoras, de Mercedes Góiz y Luis Bardón) y describe a las mujeres de Liberia obligadas a ser mulas de carga por los bandos contendientes en las guerras por el control del petróleo, a cocinar para ellos y a ser esclavas sexuales de las tropas. El 93% de las mujeres y niñas liberianas fueron violadas o violentadas durante las guerras… y cuando se acabó, viudas, con hijos muertos o con los hijos de sus propios violadores, eran deshecho social. El documental narra cómo la cooperación internacional las recupera para la sociedad. Para cosas como estas se utiliza el dinero que los despreciables racistas denuncian con sus mofas y simplezas. Os dejo ahora el documental… y solo queda decir que me apena mucho que mi cuñado y mis amigos se hagan eco de estos xenófobos de arriba.

Ver documental “Ganadoras”http://vimeo.com/20084506 

jueves, 22 de diciembre de 2011

…pequeños instantes que ocurren en un fin de semana furtivo

Ese día andaba don Mariano perorando en el parlamento para lo de la investidura, ya sabéis, aquello de la gobernanza para que los mercados reciban los frutos de su especulación… así que la Rubia y servidor les dejamos con sus peroratas y nos internamos en ese inmenso bosque de alcornoques que cubre un tercio de la provincia de Cádiz. Cuesta romper la rutina, es verdad —la inercia diaria nos amodorra hasta anular la iniciativa—, pero cuando lo logras, recuperas el placer de vivir cada instante... y cada instante, cada pequeño suceso, es un placer. Y no sabe uno la cantidad de pequeños instantes que ocurren en un fin de semana furtivo… sobre todo si lo compartes con tu compi de la vida.


…desde que la Rubia ha descubierto que el asiento del copiloto tiene calefacción en los riñones, lo pone en el cinco y acaba más caliente que el pico de una plancha… No quiere ni bajar a echar un cigarrillo.
…cerca de Charco Redondo, a pocos kilómetros de Los Barrios (entrando ya en el Campo de Gibraltar), hay unos polvorines abandonados —polvorines de Franco se llamaban—, hay también tumbas antropomórficas excavadas en la roca y una zona recreativa cerrada y abandonada. El bocata de lomo estaba estupendo. La pena fue que no eché un par de polvorones… para postre, digo.

…en la ribera del río Guadarranque, cerca del castillo de Castellar de la Frontera, hay eucaliptos de troncos tan blancos que parecen columnas de mármol. Son muy raros. Hay también una calzada romana que no es romana, es medieval y se usaba hasta bien entrado el siglo XX… hoy es parte de una ruta que sube hasta el castillo.

El que no haya visitado Castellar de la Frontera —me refiero al pueblo viejo, el que está dentro de las murallas del castillo—, tiene que hacerlo. En los años 70 los pobladores se marcharon al pueblo nuevo, abajo, en el valle… y el castillo quedó abandonado un tiempo; más tarde lo okuparon algunos hippis y hoy muchas de las viejas casas se utilizan como alojamiento rural. Las callejuelas y callejones forman un laberinto y cada recodo es más bonito que el anterior; hay plantas por todos lados en macetas improvisadas, y gatos mansurrones en cada puerta. Hay puertas de corcho y todas las paredes están encaladas en cientos de manos sucesivas… ¡Mira, Rubia… un chino! ¿Cómo se enterarán los chinos que existe Castellar de la Frontera? No sé, pero se enteran… eso va a ser que hay chinos para todo.

…lo que tienen los monjes es que siempre levantan sus monasterios en lugares endiabladamente bonitos… el monasterio de la Almoraima es del siglo XVI y está en mitad del alcornocal, cerca de Castellar de la Frontera. Ahora es un hotel, y antes, hospital, y antes, convento de monjas… ha tenido muchas vidas ese lugar. Los pasillos son estrechos, que es lo suyo en un convento, pero las antiguas celdas se han transformado en cómodas habitaciones… vivir una noche en esa habitación con la Rubia es toda una experiencia. Oye, ¿qué habrá pensado la chica de la recepción? Pues que tú eres mi secretaria y que se la estoy pegando a mi mujer, ¡fijo! ¡Más quisieras tú, bonito, tener secretaria y traértela a un hotel!

…les ha entrado el escarabajo picudo a las palmeras de la Almoraima y han perdido las palmas. Son altas y añosas las palmeras de la Almoraima. Pero las están tratando y puede que se salven; una de ellas ha rebrotado, tiene un cogollo en todo lo alto que dan ganas de comérselo. Malos tiempos para las palmeras (también para las palmeras, sí) Les ha venido el picudo cuando gastar dinero en salvarlas parece superfluo… lo digo porque mientras la Rubia y yo conversamos sobre las palmeras y la plaga del escarabajo picudo, se escapa de una ventana el sonsonete de la sesión de investidura… lo digo por el dogma de los recortes inevitables, ya sabemos.


Hay una carreterita que va desde la Estación de San Roque hasta Ronda, circula entre los ríos Guadiaro y Genal, y pasa por pueblos que son una música de recuerdos árabes… Gaucín, Algatocín, Alpandeire, Benalauría, Benadalid, Benarrabá, Atajate… todos ellos blancos como nata y colgados de las laderas de la montaña. En la parte alta de Benadalid hay una venta que ponen huevos fritos con patatas y chorizo, y en la parte baja hay una antigua fortaleza reconvertida en cementerio… lo malo es que el sol se pone detrás de la montaña a las cuatro de la tarde y entonces el frío arrecia una cosa mala en Benadalid… son cosas que pasan desde siempre.

Sí, no sabe uno la cantidad de pequeños instantes que ocurren en un fin de semana furtivo… sobre todo si lo compartes con tu compi de la vida.



viernes, 16 de diciembre de 2011

Violeta - Episodio 3/3


Violeta. Cincuenta años que parecen treinta y cinco. La misma melena negra ondulada, ahora teñida de azabache para disimular las hebras plateadas por el tiempo; los ojos verdes, que a veces son grises, y no sabe uno cómo van a mirarte… Agotados ya los contubernios de juventud, apagadas las tertulias y las luces de los ateneos, simplemente porque el tiempo nos transforma y nos encaja en otro sitio, en el nuestro tal vez.
Violeta. Independiente, sin ataduras y sola. Sí, puede que con una vida densa por detrás, pero sola y sin un duro, porque la herencia del filántropo no dio más de sí. Hubo que volver la vista a la realidad, a lo mundano, a buscarse el sustento como todo mortal. Y volver al cuartel, a la vetusta máquina de escribir mientras te miran, lascivos, las piernas… ¡Con lo que tú has vivido, Violeta!

Desterrada en el Sur… sí, mucho sol, pero un desierto cultural. Cero estímulo y un trabajo absurdo de 8 a 3. Vigilada por un joven oficial de apenas dos galones que no la conoce, ni conoce lo que ella conoce, ni quiénes son o han sido sus amigos. Violeta vive a años luz de su entorno. ¡Es tan aburrido demostrar ahora lo que una lleva vivido! Omisa en el trabajo hasta exasperar a todos sus compañeros… Ojito conmigo —le dice el joven oficial—, porque yo soy un hijoputa muy inteligente. Sí —le responde ella con un golpe de melena azabache—, lo de hijoputa está claro, lo de inteligente habrá que verlo… Pero es que ahora ya no vive el General de División don Fulanito de Tal, conmilitón del Generalísimo desde las cabilas de Marruecos, y no funciona el órdago. Ya no funciona… y por eso el joven oficial de apenas dos galones pudo con ella.

Violeta se recluye en una casa rodeada de árboles y palmeras, cerca de una playa amplia, de arenas amarillas. Dicho así suena a paraíso… pero lo dudo. A Violeta la acompañan siete perros, Adolfo, Felipe, Santiago, Landelino, Rodolfo, Fraga y Blas. Tiene un huerto que atiende con poco empeño y una piscina que procura mantener limpia por si algún amigo de otrora baja a visitarla... a veces ocurre —cada vez con menos frecuencia—, que dejan mujer e hijos y bajan. Entonces encuentran la piscina limpia y los viejos recuerdos a flor de piel.

Violeta se levanta antes del amanecer y pasea con sus perros por la orilla, es la mejor hora, así no molesta a nadie… ni la molestan. Un día encuentra un fardo de marihuana, de esos que los traficantes lanzan al mar para que los recojan en las playas de Barbate o Zahara de los Atunes… éste se extravió y acabó varado en la de Violeta. ¡No veas cómo pesaba, tío! —me dice con los ojillos dilatados solo con el recuerdo— Pero me las apañé para arrastrarlo hasta mi casa, Miguelito… yo creo que voy a tener "maría" hasta que me muera.

Desde entonces los viejos rockeros bajan con más frecuencia a su piscina.
Violeta, melena azabache de setenta años de recorrido, que vive en el sur, con los recuerdos de una vida densa, con sus siete perros que reemplaza conforme se le mueren… con la piscina limpia esperando a nudistas otoñales y un fardo de marihuana por montera.

¡Con un par, preciosidad!
¡Di que sí, Violeta! 


No cambies.