domingo, 20 de noviembre de 2016

Historias en diferido: Gastronomía boliviana

Sobre las peripecias de Alex y Yoli, cooperantes en la Comunidad Inti Wara Yassi, selva amazónica de Cochabamba.


Han perdido peso. Los dos. Dicho de otra forma, están en los huesos. Nadie dijo que fuera fácil lo que emprendían. Mucho trabajo y duro, una comida muy diferente a la que acostumbran y, para colmo, poco variada. Acaba uno cansado de la misma dieta. Nos pasa a todos y en todos los lugares… yo recuerdo que en Milán, después de pasar una semana por Italia a base de pasta —o sea: hastiados de pasta— nos metimos en un Burger King a saborear una hamburguesa. ¡Ya sé que es una vulgaridad, pero lo hicimos!

 Yoli se sujeta los pantalones con un trozo de liana. Alex se repone de una salmonelosis
con un caldito de pollo.

Dicen que allí comen más verduras, legumbres y frutas que proteínas. La verdad es que tiene su encanto cambiar de dieta… les gusta, por lo visto, las ensaladas de fruta (tienen un mango justo en la puerta de su casita). Pero, seamos realistas, acaba uno echando de menos los ibéricos y las tortillitas de camarones. Vivir en Mérida o en San Fernando (Cádiz) proporciona esas querencias.

A Yoli ya no le sirven los cinturones… se ata los pantalones con una liana. Alex ha tenido varios brotes de gastroenteritis y una salmonelosis —fueraparte la picadura de la hormiga bala y el desgarro de la oreja— que lo han dejado chupao-chupao. Suerte que cuando los vecinos de la aldea Villa Tunari llevan a sus perros a la clínica de Parque Machía, suelen pagar con yuca… y eso que aportan a la dieta.

Yoli, entre Fer y Lani, con la yuca con que le han pagado una faena a un perro.

Dicen que cuando tienen el día libre emprenden la operación engorde (o eso dicen para tranquilizar al personal)… y es cuando aprovechan para comer hasta reventar.

Ensalada de frutas en el mercadito de Villa Tunari

A Yoli, más vegetariana cada día, le gusta el suribí, un pescado de agua dulce (especie de pez gato) muy común en los ríos de América Latina. Dice Alex que está delicioso y se prepara muy fácilmente… se corta en trozos como de cinco centímetros, se lava, se escurre y se sazona con pimienta, ajo picadito, sal y limón. Se deja reposar un ratito para que penetren los sabores. Se reboza en una mezcla de harinas de maíz y de trigo, y un poco de sal, y se fríe en abundante aceite caliente. Ya está…

Preparándose para dar cuenta de un suculento plato. A la derecha, el mango que crece en la puerta de su casita. Por fruta no será…

A Alex le va mejor la salchipapa, el silpancho o el pique macho… El silpancho tiene una historia curiosa. Hace cincuenta años vivía en Cochabamba un señor que vendía buena carne de buey en forma de enormes filetes. Se llamaba Pancho el hombre, y era muy conocido en la ciudad. Pero sobrevino una crisis y comenzó a escasear la carne, así que decidió vender filetes más pequeños, pero machacados con un mazo para extenderlos hasta el tamaño de los viejos filetes. En la lengua quechua, machacar se dice silpa, y la gente mandaba a los niños a por la silpa (el machacado) de Pancho, de ahí acabó llamándose silpancho a un plato de carne picada, salpimentada, con comino (yo le pondría especie moruna en su lugar) y pan rallado. Todo eso se mezcla bien (yo le añadiría un huevo), se hacen tortas finas con esa masa de carne y pan, del tamaño del plato, y se fríen en abundante aceite. Luego se colocan sobre una cama de patatas, primero cocidas y después fritas, sazonadas con sal y pimienta. Un par de huevos fritos completan la cosa…

Alex en plena operación engorde, con una hamburguesa común y un plato de salchipapas.

La salchipapa es un plato muy sencillo. Se fríen patatas. Se trocean y se fríen salchichas. Cuando están fritas se añaden al plato de las patatas, se espolvorea por encima queso rallado para que se funda con el calor. Y se añade salsa de tomate y mayonesa… Ya está.

Los del pique macho es otra cosa. Para esto hay que freír trozos de carne y salchichas en una sartén. Cuando están dorados se les añade vino tinto y soja, y se espesa con maicena desleída en vino tinto. Esa carne se añade a una cama de patatas fritas, y sobre todo ello, se añade una ensalada de cebolla roja, tomate y un pimiento jalapeño, sazonada con sal y aceite de oliva. Listo… lo que pasa es que por aquí no se ven jalapeños.


De todos modos… donde se ponga un tortillómetro de patatas y cebollas…

jueves, 3 de noviembre de 2016

Historias en diferido: Cuando llegan las lluvias

Sobre las peripecias de Alex y Yoli, cooperantes en la Comunidad Inti Wara Yassi, selva amazónica de Cochabamba.

Episodios anteriores: 1 – De Viru-Viru a Campo Machía / 2 - La imprudencia de Luisito / 3 –Yoli Potter / 4 – Cebo humano / 5 – Hércules, Cremosito y el carachupa / 6 – Río Paracti / 7 – El pequeño tamandúa no tuvo nombre / 8 – Una hija de puta llamada Paraponera Clavata / 9 - La selva huele a libertad


Cuando llega la temporada de lluvias la Amazonía boliviana se vuelve silenciosa. El agua forma riachuelos en los caminos, y en Parque Machía los animales se aquietan y se callan, como si sestearan. Los voluntarios se van marchando a sus países de origen, y el español vuelve a ser la lengua dominante…

…se marchó Thomas, un alemán trotamundos, sin familia, como de cincuenta y cinco años, que trabajó en su país en mil cosas distintas hasta que, cansado de una vida insulsa, vendió su casa, su coche y se vino a Sucre. Y por allí anda, se ocupa en lo que le sale pero necesita muy poco para vivir. Thomas parece que ha comprendido qué es lo realmente importante. Y cuando ahorra un poco se viene a Parque Machía una temporada para hacer lo que realmente le satisface… ahora, con las lluvias y sin dinero, se ha vuelto a Sucre.

También se marcharon Celina y Brass, una polaca y un español de Pontevedra, que se conocieron por casualidad en París. Fueron de mochileros, cada uno por su lado, y se enamoraron después de la primera mirada… pero como todo es efímero en esta vida, cuando acabaron las vacaciones cada uno volvió a su país con su mochila vacía. Sin embargo, parece ser que en la lejanía comprendieron que lo suyo era algo más que tres días y quinientas noches y por eso planearon un viaje por América Latina de cuatro meses… se darían a sí mismos ese tiempo para conocerse, amarse o abandonarse. Y remataron el plan recalando en Parque Machía… dice Yoli que sí, que Celina y Brass han superado su propia prueba y seguirán juntos en algún sitio de España, donde no llueva tanto.

Cena de despedida de cooperantes en la Comunidad Inti Wara Yassi

Y se marcharon Iselda y Marta, dos estudiantes de veterinaria, colombiana y boliviana respectivamente, que hicieron prácticas en la clínica de Parque Machía. Y se marchó una rubia robusta y rotunda, guarda forestal de Nueva Zelanda, hiperactiva. No se quedaba quieta la chiquilla ni un minuto… Y se marchó Anna, una veterinaria australiana, experta en cirugía, que enseñó muchas cosas a Yoli… y también Fer y Lani, una pareja de veterinarios españoles. Él fue el que cosió la oreja colgante de Alex cuando Alvarito, el capuchino loco, se la desgarró. Y ahora Yoli está sola en la clínica…

También se marchó una chica llamada Roni… pero se llevó a Goodall. Cuando Roni llegó de Israel, Goodall era un perro agresivo —sobre todo con los chicos, dice Alex—, solitario y sin dueño aparente. Deambulaba por la zona al calor de la poca comida que los trabajadores del parque le arrimaban, pero, debido a su agresividad, nadie se hacía cargo de él. No se sabe cómo, pero ocurrió un flechazo entre Roni y Goodall. El animal aplacó su agresividad desde que la chica se hizo cargo de él. El problema se planteó cuando pasaron los seis meses y se acercaba el momento de la separación. Todos temían que cuando se marchara la cooperante, Goodall volviese a ser un problema… pero la israelita decidió llevárselo. Removió cielo y tierra hasta conseguir todos los papeles necesarios, y pagó cuantas untadas hubo que untar, pero se marcharon juntos… A Yoli le parece una historia tierna. A servidor también.

Roni y Goodall se marcharon juntos.

Pues sí, cuando empiezan las lluvias la Amazonía boliviana se vuelve silenciosa. El agua forma riachuelos en los caminos, y en Parque Machía los animales se aquietan y se callan, como si sestearan…

martes, 1 de noviembre de 2016

El viaje de octubre: …como decíamos ayer

Pero servidor no viajó a Salamanca a pasear, que también, vine a mirar viejos papeles en el intento de recuperar parcelitas de dignidad para algunos hombres asesinados.

El Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca está ubicado 
en un antiguo hospicio del siglo XVII

Cada día, camino del Archivo General de la Guerra Civil, pasaba muy cerca del monumento al agustino Fray Luis de León, filósofo, teólogo, poeta y catedrático de la Universidad de Salamanca, allá por el siglo XVI. Este hombre fue encarcelado por traducir la Biblia a la lengua vulgar, cosa estrictamente prohibida por el Concilio de Trento… supongo que por aquello del monopolio de la interpretación y el poder que eso otorga. La torpeza del agustino fue denunciada a la Santa Inquisición por algunos de sus compañeros de cátedra —por cierto, todos dominicos, los delatores y los inquisidores—. Después de pasar por la cárcel, y tras cinco años de proceso inquisitorial, fray Luis de León fue repuesto en su cátedra, y cuentan que cuando retomó sus clases lo hizo con una de esas frases demoledoras que pasan a la posteridad para vergüenza de algunos. Frases que equivalen a un elegante bofetón a los intransigentes: «Como decíamos ayer…», dijo. Ninguneando en tres palabras el enorme poder que tuvo la Iglesia Católica entonces.

…a eso viajé a Salamanca, a retomar la historia allí donde la truncó una horda de salvajes. Porque eso eran los que el 17 de julio de 1936 se alzaron contra la República Española… (ya sé que otras hordas de salvajes trabajaron desde dentro de la república para destruirla). Los del Alzamiento Nacional fueron, en mi percepción, una horda de salvajes que pensaron con detenimiento cómo descabezar una sociedad, y ejecutaron tal quebranto a la perfección: exterminando sistemáticamente a los ciudadanos que podrían entender y oponerse a su criminal conducta. Y a los que no pudieron asesinar o hacer desaparecer durante el Terror Caliente (periodo que va desde julio de 1936 hasta marzo de 1937), los castraron emocionalmente para el resto de sus vidas. Y lo hicieron inyectando un miedo paralizante en las arterias de la sociedad española. Un miedo que se instaló en la generación coetánea, la que sufrió la guerra civil y la represión. Fue un miedo tan arraigado que se mantuvo intacto y trascendió durante dos generaciones… Es hoy, después de 80 años, cuando los nietos comienzan a llorar abiertamente por los abuelos abandonados en fosas comunes y cunetas. Los nietos son los que derraman las lágrimas que no se atrevieron a mostrar sus padres. Ya no importan los asesinos… la historia los ha juzgado. Todos saben que fue un crimen. Sólo queda velar con dignidad a los dignos muertos.

Y cuando hablo de hordas salvajes estoy pensando en los militares que creyeron «…necesario crear una atmósfera de terror»;  los que pensaron que había que «dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros»; los que quisieron «causar una gran impresión» y aceptaron sin vacilar que «todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado». Esos, los que vencieron y mandaron durante cuarenta años, fueron una horda de salvajes.

Y me estoy refiriendo a los intelectuales infames que apoyaron el exterminio de la Republica Española con reflexiones que definían el fascismo como solución de España; explicando doctoralmente que las ansias de libertad de los pueblos de España eran un cáncer que debía ser sajado quirúrgicamente en carne sana… Esos intelectuales, que ayudaron a exterminar la República con sus reflexiones, también acabaron con el sueño de los que nunca tuvieron nada en la historia de este país.

Y, por supuesto, también me estoy refiriendo a los poderosos que siempre han detentado y detentan el poder, esos que entienden España como su cortijo y su hacienda. Los que jamás permitieron ni permitirán que ningún gobierno sea realmente del pueblo… ¡qué coño nos hemos creído! El poder nunca regala nada a los que nada tienen.

He visto pocos papeles en los archivos de Salamanca, pero suficientes para ir entendiendo la enorme maquinaria represiva y de terrorismo sociológico que puso en marcha el régimen militar-fascista de Franco durante y después de la guerra civil. Lo había leído en los libros, pero es tocando con mis manos los viejos papeles cuando te inunda la tristeza… ¿cómo es posible que unos hombres torturen, maten, encarcelen o humillen de por vida a otros hombres que no piensan como tú? Son hombres que siguieron normas y dejaron constancia de su trabajo en papeles. Y lo hicieron, aparentemente, sin el menor remordimiento. Y eso me recuerda a Hannah Arendt: hombres «terriblemente y temiblemente normales» cumplieron con su deber. Emana de nuevo el estupor. Comprobar que el lobo sigue dentro de cada hombre me deja pensativo…

los salvadores de la patria por la fuerza de las armas, es decir, los que amaban Una España, Grande y Libre, requisaron inmediatamente todos los archivos de los partidos políticos de izquierda, de los sindicatos, de las logias masónicas, de los ateneos libertarios, etc., y los revisaron uno por uno, anotando todos y cada uno de los nombres que aparecían. Todos ellos fueron considerados de facto opositores al Glorioso Alzamiento Nacional. A muchos, no sabemos cuántos, y nunca lo sabremos con seguridad, los asesinaron directamente, sin causa judicial, sólo por el capricho del que tenía el uniforme azul más impoluto, o más manchado de sangre seca, daba igual… murieron en las tapias de los cementerios, en los recodos de un camino, bajo un árbol singular… no importaba demasiado el lugar. No murieron por ser criminales, los asesinaron por el hecho de no saber qué estaba pasando, por estar apuntado en una lista, por permanecer fieles a la república, por ser concejal o alcalde de cualquier partido del Frente Popular, por ser masón, hijo de alcalde, hijo de masón o hijo de militar republicano, o por ser el cliente de un panadero socialista… los mataron, por ejemplo, por vivir en un pueblo cuyo alcalde se mantuvo fiel a la legalidad.

He visto sus nombres en los documentos requisados por la horda fascista, nombres subrayados en rojo. He visto muchos. Y he visto cómo los jueces de esa pantomima de Justicia del Terror, al cabo de tres años, cuando la guerra había terminado, preguntan a los alcaldes que dónde estaban Cayetano, Marciano, o Jesús. Lo preguntaban para someterlos a cualquier juicio. Y le dicen las flamantes autoridades, muchos de ellos amantes de una patria nueva, que tal sujeto, según rumores murió por sus ideas contrarias al Glorioso Movimiento Nacional. Y añadían que no se tiene constancia de su muerte en el registro civil, ni saben dónde puede estar enterrado…

…que, como sustento para una convivencia nacional, no está del todo mal.

domingo, 30 de octubre de 2016

El viaje de octubre: Salamanca de piedra dorada

Los edificios históricos de Salamanca son de piedra dorada. Las traían de las canteras de Villamayor de Armuña, y por las mañanas, cuando servidor caminaba por entre las calles del centro histórico, el sol incidía sobre ellos tangencialmente: parecían de oro los edificios. Es reconocible Salamanca por la arquitectura de sus construcciones… dicen los que saben de estas cosas que hay muchos construidos en un gótico tardío con ramalazos renacentistas y platerescos, pero también hay pequeñas iglesias de traza románica. Me gustan más. En Castilla, León y Galicia hay muchas. Tienen un olor especial las pequeñas iglesias románicas del norte, huelen a una humedad acogedora y amable. Me gusta entrar en ellas y descansar. No rezo, sólo descanso… y pienso que debajo de mis pies hay decenas de cadáveres. Con dioses o sin dioses, la quietud de las pequeñas iglesias tiene algo mágico. Magia que se desdibuja cuando son grandiosas y rebosantes de oro y plata…


En Salamanca las cartelas que identifican los edificios están escritas con pintura ocre, trazadas las letras directamente sobre la piedra. Son letreros con una caligrafía medieval que resulta singular. Me encantó imaginar a Unamuno saliendo del paraninfo de la Universidad de Salamanca del brazo de doña Carmen Polo —ya sabemos, la señora esposa de don Francisco, el Caudillo de todos los españoles, quisieran o no— después del encontronazo dialéctico con el necrófilo que amaba la muerte y detestaba la intelectualidad o la inteligencia. Pasaba por la puerta todos los días y le guiñaba al viejo catedrático del venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis

Salamanca también tiene hornazos en cada esquina, que son empanadas rellenas de lomo de cerdo y chorizos, a 14 euros el kilo. Y hay bocadillos de jamón de Guijuelo, y si quieres puedes probar un embutido que se llama farinato, que lo fabrican con miga de pan, manteca de cerdo, sal  y pimentón. Interesante mezcla…

Sala de profundis, Convento de los Dominicos, Salamanca. Los dibujos están realizados
con pezuñas de vaca.

Tiene Salamanca un convento dominico, el de San Esteban, protomártir cristiano que murió lapidado por orden de los jueces judíos que consideraban que sus pláticas eran heréticas… ¡Qué manía, por Dios, esa de matar a la gente por sus ideas! Este sitio fue hogar de grandes teólogos, muy vinculado con la Universidad de la ciudad. Tienen en el convento una sala llamada de profundis, con el pavimento empedrado con cantos rodados y con pezuñas de vaca. Las pezuñas conforman dibujos… miles de vacas tuvieron que devorarse para conformar esas líneas. Fueron avanzados para su tiempo los dominicos, lo dicen ellos en las cartelas repartidas por el convento. Dicen que hasta demócratas fueron en la toma de decisiones internas y, así mismo, avanzados geógrafos que propiciaron el viaje de Colón a las Américas. También se dice que fueron impulsores de los derechos humanos aplicados a los indígenas… Sin embargo, yo tenía entendido que los dominicos fueron inquisidores muy aplicados pero, por lo visto, la relación de esta orden con la Santa Inquisición no debe ser importante, y no se cita en las cartelas del convento. Siempre se aprende algo nuevo, mira tú por dónde…

En los días que anduve por Salamanca me enteré de una leyenda que circula por la ciudad y que ha sido utilizada por escritores como  Cervantes, Calderón de la Barca o Walter Scott: el Aula del Diablo. Un episodio de debió ocurrir en un lugar de culto de origen celta, posteriormente transformada en mezquita y finalmente en la Iglesia de San Ciprián. Su sacristía daba paso a la Cueva de Salamanca y se dice que, a su vez, servía de entrada a una red de túneles y pasadizos por el subsuelo de la ciudad por donde flotaba lo más tenebroso del ser humano. En esa cueva, Satanás, con la apariencia de sacristán, enseñaba ciencias ocultas a siete alumnos durante siete años. Ninguno de ellos podía hablar de las enseñanzas prohibidas que recibían, y pasados los siete años, uno de ellos debía quedarse de por vida en la cueva, al servicio exclusivo de Satanás… la elección de la víctima demostraba la destreza adquirida en los siete años y sacaba a flote los peores instintos de cada uno de ellos. Los seis maestros liberados estaban llamados a gobernar el mundo…



Pues no sé… prefiero la paz de una pequeña ermita románica, de las que encuentras en mitad de una aldea, que huelen a humedad amable, las que tienen gastado el granito del suelo. Siempre me ha parecido que en las góticas anidaba demasiado poder…


…y el poder siempre es temporal y corruptible, no hay otro.

viernes, 14 de octubre de 2016

Historias en diferido: La selva huele a libertad

Sobre las peripecias de Alex y Yoli, cooperantes en la Comunidad Inti Wara Yassi, selva amazónica de Cochabamba.

Episodios anteriores: 1 – De Viru-Viru a Campo Machía / 2 - La imprudencia de Luisito / 3 –Yoli Potter / 4 – Cebo humano / 5 – Hércules, Cremosito y el carachupa / 6 – Río Paracti / 7 – El pequeño tamandúa no tuvo nombre8 – Una hija de puta llamada Paraponera Clavata

…y cuando levantan la mirada están rodeados de verde por todos lados y a todas las horas del día. Y les llegan sonidos que no reconocen, y olores que no saben describir pero les provocan sensaciones muy antiguas, tal vez propias de los orígenes de la humanidad. A veces les caen gotas de lluvia torrencial y a veces hace tanto calor y tanta humedad, que parece que estuvieran en la atmósfera de Venus.

En las proximidades del Parque Machía…


Para entender el mundo que nos rodea buscamos referencias entre lo que ya hemos vivido. Los bosques de la Sierra de Cazorla huelen a pino, a romero y a tomillo. Los de Galicia huelen a heno, boñigas de vaca y a fresco. Es extraño, pero los bosques húmedos de Irlanda no huelen. 

¿A qué huele la selva, Alex? Le pregunto. La selva huele a libertad, dice.

Sí… así se levantan cada mañana, rodeados de verde por todos lados. En la selva no hay paredes que encierren el cuerpo o la mente. No tienen una pantalla de televisión que limite el conocimiento o confunda el horizonte real con el virtual. Tampoco escuchan voces que desgranen confusos discursos económicos o políticos, ni basura intelectual que convierta en importante lo que es pura mierda. Allí la trama Gürtel o Donald Trump son tonterías de otro mundo, un mundo que se antoja absurdo y sin sentido. Y ni siquiera desea uno que al cerdo rubio le pique una Paraponera Clavata en el huevo derecho, a ver si así valora algo que esté a la izquierda. Ni siquiera eso…

Yoli en un creciente río Paracti, afluente de un afluente de un afluente del Amazonas.

No hay inútiles inventos sociológicos que desplacen lo que es realmente importante. Allí, en la Amazonía boliviana, la selva y su cercanía les ancla a la tierra real, a lo más inmediato… les acerca a lo atávico, les otorga la certeza de estar realmente vivos y a redescubrir lo estrictamente necesario.

Una serpiente de coral que escapa entre la hojarasca, el rastro de un yaguarundi (un pequeño puma de América Latina) impreso en un charco, el sonido de extraños pájaros, las alarmas que lanzan los monos araña en la copa de los árboles, las hormigas bala bajando por los troncos… Y Alvarito —el mono capuchino loco, imprevisible, a veces dócil, a veces agresivo mordió la oreja de Alex y la dejó colgando. Fer, el veterinario más veterano del Parque Machía, se la cosió. Duele mucho el mordisco de un capuchino que desgarra la oreja, y aún más los puntos de sutura cogidos al paso. Y duelen las curas diarias de Yoli. Y son largas las noches de insomnio que siguen. Y uno se pregunta: ¿Merece la pena abandonar tu familia, tu mundo previsible y cómodo, aunque sea falso?

¿A qué huele la selva, Alex? Le pregunto. La selva huele a libertad, dice…

martes, 4 de octubre de 2016

Historias en diferido: Una hija de puta llamada Paraponera Clavata

Sobre las peripecias de Alex y Yoli, cooperantes en la Comunidad Inti Wara Yassi, selva amazónica de Cochabamba.


Hay una escala gradual que mide el dolor provocado por la picadura de un insecto. La estableció en 1980 el entomólogo norteamericano Justin Schmidt del Instituto Biológico de la Universidad de Arizona.

El Índice Schmidt va del 1 al 4. Las abejas de la miel, provocan un dolor de nivel 1… el nivel 4 es treinta (30) veces más intenso y, en palabras del propio Schmit es un dolor “…puro, intenso, brillante… es como caminar sobre carbón en llamas con un clavo de tres pulgadas penetrando el talón del pie". Los desafortunados que lo han experimentado confirman que es algo realmente insoportable, el mayor dolor provocado en la naturaleza por un ser vivo a otro ser vivo.


Lo produce la hormiga más grande que se conoce, normalmente tiene de dos a tres centímetros de longitud y se parece más a una avispa sin alas que a una hormiga. La paraponera clavata, no muerde, inyecta la neurotoxina con un aguijón abdominal y el dolor mantiene su intensidad durante 24 horas. Es decir, no es un pinchazo puntual, es un dolor intenso y punzante que llega a durar hasta un día entero. De ahí que popularmente se le llame Hormiga 24. Otros identifican el dolor de la picadura con un balazo, por eso en otros países la llaman Hormiga Bala. Su nombre científico procede de la palabra griega ponerina, que significa dolor. Vive en nidos que construyen en la base de los árboles, en las selvas húmedas de América Latina. Son colonias poco numerosas, a lo sumo quinientos ejemplares. No hay que molestarlas. Vivir y dejar vivir es lo mejor con estos bichos…

Hay una tribu amazónica —el pueblo Sateré-Mawé— que las utiliza en ceremonias de iniciación. Los jóvenes meten las manos en bolsas llenas de estas hormigas y tienen que soportar los aguijinazos con entereza. Superada la prueba, son considerados cazadores y adultos…

…a Alex le picó una mientras recogía la ropa tendida en Parque Machía, la amazonía boliviana. Hay muchas por allí. Y por la habitación que comparten Alex y Yoli se cuelan escorpiones, escolopendras, estas hormigas y demás insectos raros que viven en las rendijas. Alex no mata insectos. Coge a los escorpiones por el aguijón y los saca al exterior… en casa, incluso me riñe cuando aplasto una repugnante cucaracha. Pero la hideputa Paraponera Clavata se sentiría amenazada por este humano y le inyectó su neurotoxina.

Yoli escuchó los gritos agónicos desde el otro extremo del parque. Dice Alex que se quería morir, que el dolor era tan insoportable que no paraba de dar puñetazos a las paredes (al día siguiente le dolían más los puñetazos que la picadura). No creo que con esa reacción el pueblo Sateré-Mawé considere adulto a Alex…

…algún lumbrera dijo una vez que lo que no te mata te hace más fuerte… pero, joder, malditas las ganas de hacerte más fuerte.


Para saber más sobre esta fascinante hormiga > AQUÍ
  

sábado, 24 de septiembre de 2016

Historias en diferido: El pequeño tamandúa no tuvo nombre

Sobre las peripecias de Alex y Yoli, cooperantes en la Comunidad Inti Wara Yassi, selva amazónica de Cochabamba.

Episodios anteriores: 1 – De Viru-Viru a Campo Machía2 - La imprudencia de Luisito / 3 – Yoli Potter / 4 – Cebo humano / 5 – Hércules, Cremosito y el carachupa / 6 – Río Paracti /

A veces los campesinos llevan perros enfermos a la clínica de Parque Machía. Dicen que en la aldeíta hay otro veterinario, pero los aldeanos tienen poco dinero para dedicar a los perros. Suelen ser animales famélicos, abandonados a su suerte, que si no mejoran con el remedio que le puedan ofrecer en CIWY (Comunidad Inti Wara Yassi) acaban dándoles un mal palo en la cabeza y tirándolos a la basura aún vivos. Por lo que cuentan Alex y Yoli, tienen la misma sensibilidad con los perros que los montunos que crían cabras y ovejas en la Sierra de Huelva (España), que no quiero ni recordar lo que hace Curro a sus propios perros. Este tal Curro es un asociado de mi amigo el Gran Golucas… Pero más vale que ni me acuerde de tal espécimen.

 Motelito y Yoli con el gato llamado Conejo

…por eso, dice Yoli, a veces prefieren darles ellos mismos la eutanasia más digna que puedan. Los sedan y luego les inyectan en vena sulfato de magnesio, quedan paralizados y finalmente mueren por falta de oxígeno en el cerebro. Saben que no es lo más adecuado, pero es lo mejor que pueden ofrecer.

—…supongo que cuando mueren los bichos, le daréis una alegría al puma Marley: ese día no comerá pollo —le digo—, que estará jartito el pobre de comer pollo...

Pero no es así. Por lo visto los perros tienen tan poquísima carne que el puma (que es tan mimoso como un gato grande) apenas tendría huesos y pellejo para devorar. Y, además, los veterinarios utilizan el cuerpo de cualquier bicho muerto o sacrificado para hacer necropsias, aprender del asunto y ensayar distintos tipos de suturas. Y cuando acaban con la faena, está tan destrozado que no es plan de darle los despojos a Marley. Y puesto que no tienen medios para incinerarlos, los sepultan directamente en tierra... vuelven a casa.


 Recogiendo a los capuchinos al atardecer. Foto Yoli LB

Murió Holyfield, el pequeño carachupa al que algún perro arrancó una oreja. Alejandro se ha convertido en el macho alfa de la manada de capuchinos. A una voz suya, se acaban las peleas… y hasta le respetan la trencita. Yoli está aprendiendo a lanzar dardos sedantes con una cerbatana, para abatir monos a distancia cuando haga falta. Murió Motelito, un pequeño mono capuchino que recogieron en un Motel y que vivía en libertad entre los demás capuchinos del parque. Tenía una fea herida en una pierna; lo curaron y lo alimentaron… pero no sobrevivió. Tienen un gato blanco que se llama Conejo, y es el bicho que mejor vive en Parque Machía.

El pequeño tamandúa bebía leche de gata. 

El tamandúa crecía y correteaba entre las piernas de Yoli, y chillaba que parecía un grajo, y cuando alcanzaba un zapato se le subía encima como si fuera su madre… que, a todos los efectos, lo era. Después de las primeras semanas que le daban leche de gata con una jeringuilla cada cuatro horas (día y noche), consiguió beberla por su cuenta; y se subía a los árboles con cierta soltura. Se le veían buenas maneras en esas artes. Dormía en una caja, enrollado en una manta, a los pies de la cama de sus cuidadores.

Pero son animales muy especializados y delicados. Era muy difícil. El pequeño oso hormiguero enfermó un día y murió en cuestión de horas…

…no llegó ni a tener un nombre.