lunes, 2 de junio de 2014

Monarquía - Que la gente decida

En 1975, después de la muerte y entierro de Franco —que no de su legado político y sociológico— volví a la facultad convertido en juancarlista. Me faltaban muchas lecturas, muchas conversaciones, viajar y oír a mucha más gente. Hoy lo sé. Con tan pocos años me faltaba crecer en muchos sentidos… ¡Exactamente igual que ahora! Pero, es verdad, en ese tiempo acepté la monarquía de Juan Carlos como una solución adecuada al momento que vivíamos. Cierto que la razón exponía claramente la contradicción inherente entre monarquía y democracia, pero el miedo a la incertidumbre caló y dejé de pensar en el asunto. En la dicotomía entre lo que puede ser y lo que debe ser, elegí ser práctico y olvidar mis escasas convicciones… y no fue la única vez en mi vida que tomé tal decisión. Uno pensaba que ya habría tiempo para ahondar en la democracia y alcanzar una república en la que la ciudadanía se implicara a fondo con su país. De momento Juan Carlos era el camino posible y práctico. Y muchos lo dejamos ahí por muchos años… y nos abandonamos en esa siesta vital que aprovechamos para trabajar, criar hijos y transitar por la vida sin pensar demasiado en nuestro mundo.


Pero hoy tengo muchos más años, y estoy harto de ser práctico y de abandonar —los pocos principios que uno pueda tener— en pos de lo posible, del sentido común y de lo políticamente correcto porque eso supone estabilidad para los que ya tienen el poder. Estoy harto, muy harto, de tragarme mis principios y, por ejemplo, votar siempre a la “izquierda posible” porque hay que sumar y no dispersar. Harto de que en mi nombre hagan guerras para defender intereses empresariales, supranacionales y privados… Harto de que los poderosos decidan el rumbo del mundo sin contar con la gente. Hastiado, en resumen, porque todas esas decisiones de ‘sentido común’ nos han llevado al sometimiento efectivo de la gente a los poderes de siempre.

Y también estoy muy harto —y hoy con la abdicación de Juan Carlos, soy más consciente— de aceptar la obsolescencia de una monarquía hereditaria como si fuera una situación lógica y redentora, cuando en realidad es un anacronismo medieval y una contradicción flagrante con la democracia real.

Creo que ya es hora de abandonar los miedos, de ser coherente y de decirlo abiertamente. Es el momento de que la gente hable y decida sobre monarquía o república… ¿Por qué no?



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