jueves, 19 de junio de 2014

Distopía - Aquelarre monárquico

Hoy es 19 de Junio, un día histórico, y amanece nublado y fresco. El sin techo del 44 renquea un poco de la pierna izquierda. Tal vez artritis en la cadera. Son ya muchos meses en la calle, y eso aflora de alguna manera tarde o temprano. Hoy lleva una rebeca de lana gris y pantalones de tergal crudo, con la raya todavía marcada. Se marcha a dar un paseo y deja sus dos maletas, la mochila y el transistor en el banco de granito, junto al 44. Lo he perdido de vista.
Mientras tanto los operarios de traje reflectante baldean la plaza con su manguera de agua a presión, y si no subo las maletas al banco, las mojan. He comprobado entonces que las maletas están vacías, las dos. Va por la vida arrastrando dos maletas vacías…
Un lesionado medular da vueltas por la plaza, como jugando con su silla eléctrica. Para mí que va demasiado rápido, pero él sabrá. Cuando el sin techo vuelve a su banco entablan una animada conversación y le veo sonreír por primera vez. El de la silla eléctrica le entrega dinero y el sin techo se levanta para comprar un paquete de tabaco que comparten después. Tienen una larga conversación, pero no alcanzo a oír nada.

Imagen de Gonzalo Fuentes (Reuters)
Sí, hoy es un día histórico, están proclamando rey a Felipe VI de España y ayer echaron merecidamente a España del mundial de fútbol de Brasil (…tanta pobreza y tanto despilfarro para ricos) Y estos dos acontecimientos me recuerdan que vivimos en una distopía insoportable. Que las pesadillas sociales que se describen en la literatura y en el cine ya están aquí, con nosotros, a nuestro alrededor. Que ya vivimos en una sociedad polar, con una minoría de gente guapa, bien aseada y bien vestida, que viven en bonitos y aseados barrios. Gente minoritaria que disfrutan de vacaciones, que tienen hijos que se creen por encima de las leyes y se escabullen de sus responsabilidades penales y fiscales. Gente con bonitas casas, guardadas con seguridad privada. Que viven en un mundo de ricos, disfrutando de privilegios gracias a la pobreza de los demás y los mantienen pisoteando la dignidad de la inmensa mayoría. Por eso cuando veo a la gente enarbolando banderitas y vitoreando a los nuevos reyes, máximos representantes de esa élite de privilegiados, se me caen todos los esquemas.
Cuando veo a los miles de policías encarando a las personas ordenadamente dispuestas en aceras y plazas, como si fueran potenciales criminales, en lugar de encarar y vigilar a los corruptos y criminales, vestidos de chaqueta y corbata, que van por detrás… Cuando veo a la policía presta a actuar contra una banderita tricolor, como si disentir fuese delito… Cuando eso pasa, estoy percibiendo el triunfo de un sistema esencialmente injusto, y, para colmo, aplaudido por los propios pisoteados. El placer de la bota en el cuello.


Y para completar la distopía, frente a esta élite protegida y mantenida con nuestro dinero, tenemos a la inmensa masa de desposeídos que ni siquiera tienen ya la fuerza de su trabajo. Veo el paseíllo de los nuevos reyes por las calles de Madrid, y veo una farsa. Me cuesta pensar que el pueblo soberano —y consciente de su poder— sea eso que enarbola banderitas regaladas en la aceras. Más bien me sabe a pueblo entregado, adocenado, sumiso.



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