viernes, 30 de mayo de 2014

El viaje de mayo - La mitad del viaje

Escribía Saramago que el camino de vuelta es la mitad del viaje. Decía muchas cosas como esta, tan sencillas y así de hermosas… y desde entonces, desde que la leí, he intentado que el regreso de cualquier viaje sea tan imprevisible y emocionante como la ida. Pero no es sencillo mantener el entusiasmo porque, por mucho que lo intentes, la vuelta supone rodar cuesta abajo en dirección a lo conocido y a lo previsible. Y eso lastra las expectativas.


No dejo de pensar que para muchos de mis viejos amigos, el regreso de cualquier viaje siempre suponía bajar hacia el sur… porque en el sur estaba Ceuta, esa pequeña ciudad que, como un útero materno, nos esperaba en la parte africana del estrecho de Gibraltar.

No, no es fácil mantener el entusiasmo cuando regresas. Mi copiloto y yo elegimos vías secundarias para desandar el camino porque son apacibles y conducir se convierte en un paseo. Porque puedes parar en mitad de la carretera y lanzar fotos de los campos al atardecer… o puedes reducir la velocidad para relajarte con los pequeños detalles que determinan que un lugar sea único, aunque no sepas ubicarlo dos horas más tarde. Puedes detenerte en Talavera de la Reina y pasear al pie de sus murallas, que son unas murallas con la historia grabada en sus piedras a fuerza de ladrillos, mortero de cal, cantería y sillares que cincelaron los romanos, que luego usaron musulmanes y desmontaron los cristianos. Puedes admirar las Torres Albarranas que levantaron los sarracenos para defenderse de los cristianos, que eran sus malos vecinos… También, en el viaje de vuelta, puedes equivocarte y dejar la Feria de Talavera y seguir el camino sin saber que esa noche había un concierto popular de Revolver.


Y entonces te internas en ese terreno de nadie que está entre el sur de la Mancha y el norte de Córdoba. Y se pone el sol, y te cae encima la oscuridad, y sigues sin encontrar un sitio donde dormir, y tomas una tapa fría a las tantas de la noche en cualquier lugar, y acabas muy cansado en la única fonda de carretera que encuentras en un minúsculo lugar de cuyo nombre no quieres acordarte… Y entonces la copiloto, tan cariñosa durante el viaje de ida, te pone una cara de tres metros y un morro de dos. Sin ti mi cama es ancha, le digo… Y a mí qué me cuentas, CarreteraSecundaria. Me responde.

¡Me llamó ‘CarreteraSecundaria’ como insultando, oye!
“…el camino de vuelta es la mitad del viaje”. Muy bonita la frase de Saramago, vale… para dejarla escrita en su texto. La realidad nos pintó otra cosa.



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