martes, 22 de abril de 2014

Crónicas del viajero solitario - La Duna vencida

Después de dos intentos frustrados —primero y segundo— este sería el tercer y definitivo asalto a la Gran Duna de Bolonia. En esta ocasión el viajero solitario se rodea de un espléndido grupo de amigos… o, tal vez, fueran ellos los que me recogieran y llevaran en volandas. Este camino no fue silencioso como los anteriores, ocurren risas, conversaciones chispeantes y hasta jadeos cuando la senda se hace penosa jadeos por falta de resuello, quiero decir—.
Playa del Cañuelo
Partimos desde el Faro Camarinal, en la Punta de Gracia, al sur de Zahara de los Atunes. Bajamos a la playa del Cañuelo —esa cala arenosa que no tiene accesos civilizados y la única forma de llegar es atajando por una trocha—, y tomamos el sendero que lleva directamente a las instalaciones militares hasta topar con las alambradas que nos iban a acompañar buena parte del recorrido. Caminar paralelos a ellas nos condujo hasta el acantilado de viejas dunas fósiles que la erosión ha convertido en un entramado de rocas cortantes e imposibles. Por los recovecos, entre las rocas y el mar, crece una especie de enebros marinos que están protegidos. Esta vez la marea está baja y la idea es descender como podamos hasta las piedras de la orilla y bordear Punta Camarinal hacia la ensenada de Bolonia y la Gran Duna…
Acantilados de arenisca en Punta Camarinal
…afortunadamente encontramos un sendero sin necesidad de violentar la alambrada militar. El caminito discurre por el borde del acantilado, sobre una línea de costa muy quebrada e impracticable. Hacia el interior, a pocos metros, a resguardo de las alambradas militares, comienza el bosque de pinos. De todos modos el sendero se extingue abruptamente en un cortado del acantilado y se hace tan impracticable que nos vimos obligados a atravesar las alambradas para poder continuar hacia el sur.
Bordear el acantilado fue imposible. Hubo que saltar la alambrada militar...
La bajamar deja descubierta una plataforma intermareal tapizada de vida marina y plagada de pozas someras. Cada una de esas pocitas es un universo de vida, un microcosmos de diversidad a los que nos asomamos fascinados. Creo que algo atávico surge en los hombres cuando encontramos una zona de marisqueo… parece que aflora el hombre del paleolítico que sobrevive en nosotros, el que rebuscaba en las costas de hace medio millón de años, y nos apasiona. En Ceuta, mi pueblo, muchos domingos nos llevaban nuestros padres a mariscar burgaillos, lapas y cangrejos por la costa africana del Estrecho de Gibraltar, desde la ‘Fábrica de la Peste’ (una antigua factoría de harina de pescado) hasta Benzú… Pocas cosas había tan apasionantes como mariscar todo un día y comer la cosecha hervida en una lata con un poquito de agua de mar.
Plataforma intermareal en Punta Camarinal
No recuerdo el rato que tardamos en atravesar la plataforma intermareal, pero fue un tiempo fascinante. Encontramos innumerables caraxos de mar… servidor sólo los conocía de las letras de carnaval. Perecen gusanos gigantescos y son feos con alevosía, la verdad. Alejandro nos explicó que se defienden expulsando parte de los intestinos, y que tal defensa parece que el caraxo estuviera eyaculando mismamente…
BK y Alejandro observan un caraxo de mar. LU, señala

Un cangrejo de buen tamaño pellizcó a GN y le hizo sangre en el pulgar. Encontré la piedra horadada de un áncora romana. NK vio un caraxo de mar como mi brazo de grande. LU buscaba conchitas y caracolas nacaradas. A la Bala le gustaba encontrar piedras singulares, pulidas y coloreadas. BK acabó superando su asco y cogía todos los caraxos que sacábamos. DV vigilaba desde la arena que los caraxos fueran de mar. Y CH, como una gallina clueca, disfrutaba de la estupenda familia que han formado…

La plataforma intermareal se termina cuando comienza la ensenada de Bolonia. Hay entonces una pequeña franja costera entre las alambradas y la orilla. Encontramos tres embarcaciones neumáticas tipo zodiac destrozadas por las olas y las rocas cortantes. Tres monumentos a la necesidad de los hombres de huir del hambre, de la injusticia y la falta de futuro. Tres demostraciones de lo inútil y cruel que resultan ser las fronteras. Tres muestras de la indiferencia de los opulentos. Creo que nunca deberíamos olvidar quiénes son las víctimas… estos, los que llegaron en las tres embarcaciones, debieron encontrar las alambradas militares a pocos metros de la orilla, como un mal presagio de lo que es Europa para los desafortunados.

Hay dos búnkeres abandonados en este tramo de costa, reliquias de los tiempos en los que el enemigo venía en barco… ahora son inútiles porque el enemigo está dentro, integrado en nuestro modo de vida, forma parte del propio sistema, y nos esquilma los derechos y el futuro sin miramientos, delante de nuestras propias narices. Y poco después encontramos las canteras de calcarenita que usaron los romanos para construir parte de Baelo Claudia.

Canteras romanas de Baelo Claudia

Sí… este camino no fue silencioso como los anteriores. Alejandro contaba cosas de la fauna que encontrábamos, que hasta nos enseñó a comer ciertas flores. A BK y LU no les hacía gracia que saltáramos alambradas militares, y hablaban bajito cuando estábamos dentro, no fuera a ser… NK hablaba de la filosofía del futbol; siempre me recuerda a Valdano cuando lo hace, por el acento y por las ideas que maneja. Alguien dijo que los chimpancés eran del tamaño de BK... y BK se lo tomó a mal, claro. DV también demostraba estar fascinado por la presencia de la Relación Aurea y el número ‘e’ en la naturaleza. Y los mayores escuchábamos orgullosos y maravillados a la generación que nos sigue…

Y fue entonces, después de atravesar las canteras romanas, cuando abandonamos la orilla y entramos en el bosque de pinos tapizado por una alfombra de flores violetas. El sendero discurre paralelo a una carretera militar —alambrada por uno y otro lado, por supuesto— hasta que entre el ramaje alcanzamos a vislumbrar la última lengua de la Gran Duna de Bolonia.

El sueño del viajero solitario estaba conseguido. ¡Gracias, amigos!

Última lengua de arena de la Gran Duna fagocita el bosque de pinos

Esta vez el viajero no anduvo en solitario.
En la cima de la última lengua de la Gran Duna. Abajo, en la ensenada,
las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia.



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