domingo, 16 de febrero de 2014

Crónicas de un viajero del IMSERSO: Sineu

El ayuntamiento de Sineu está en el edificio que ocupaban los frailes del antiguo convento de los Mínimos. Los Mínimos son una orden religiosa fundada por Francisco de Paula en el XV, y eran tan humildes que se consideraban a sí mismos como los más pequeños de todos los religiosos. Tiene el edificio un sencillo claustro del XVII, alberga la biblioteca municipal (por cierto, huele intensamente a libro en ese sitio) y los servicios propios del consistorio, que es la referencia del 'Pla', una comarca completamente llana y fértil que ocupa el centro de la isla de Mallorca. Sineu es su capital.

En la galería de entrada, antes de desembocar en el viejo claustro, la concejalía de cultura ha colocado una exposición de antiguas fotos del pueblo. Son fotos en blanco y negro, posiblemente de principios del siglo XX, muy bien enfocadas y de gran calidad artística, pero sobre todo de un enorme valor etnográfico. He visto muchas imágenes de este tipo, pero ningunas tan buenas como estas.
En las escasas veinte escenas se muestra como era la vida rural en el 'Pla' mallorquín. Las imágenes enseñan la pobreza, la resignación y la incultura de ese tiempo. Y digo incultura sin ánimo de imputarles culpa, lo digo porque el único conocimiento que alcanzaban estaba férreamente limitado a solventar las necesidades de supervivencia en un entorno rural y precario, sólo eso. Son gente dedicada de sol a sol a una tierra que no les pertenece, aunque la destripen. Y que, a pesar del esfuerzo, apenas les permite sobrevivir. Gente que posee la total seguridad de que sus hijos seguirán tan atados a la tierra y tan pobres como sus propios padres y abuelos. Exactamente como en cualquier otra región de España a principios del siglo XX... El viajero del IMSERSO piensa entonces que parece que el tiempo no hubiera transcurrido, y que estas reflexiones podrían hacerse para este tiempo. Siempre la misma historia.
Las imágenes de Sineu enseñan a gente empobrecida a pesar del extenuante trabajo. Gente agotada por la frustrante falta de esperanzas para salir del oscuro pozo... y sin capacidad crítica para intentarlo. Siempre trabajando para los señores de la tierra, que ni la pisan para no manchar sus zapatos acharolados. La gente de esas fotografías son gente que tiene la resignación entregada al potentado de turno -llámese hacendado, cacique, latifundista, señorito... hoy sería el señor Mercado, pero con el mismísimo efecto-, el que se enriquece con el trabajo de los pobres.
A la gente de esas fotografías le han inoculado una doctrina frustrante, que les mantiene férreamente convencidos para aceptar esa situación de servilismo con una resignación que desarma todo intento de rebelión.
Y el viajero del IMSERSO comprende que siempre se repite la misma jodida historia, una y otra vez —no ya en Sineu— sino en todos los lugares y en todos los tiempos. ¡Joder, qué tropa somos!



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