lunes, 13 de enero de 2014

Otro criminal muere en su cama

A servidor le gusta que se mueran los genocidas y los criminales de guerra. Y que se reconozca su condición moral de piltrafas humanas… pero no siempre es así. La mayoría de las veces es tal la hipocresía de la clase dirigente mundial que asusta comprobar en manos de quiénes estamos. A los poderosos no les importa elevar a los altares de la historia a cualquier piltrafa humana con tal de que hayan defendido correctamente sus intereses. No hay justicia, lo que hay son entramados de intereses económicos por encima de las naciones, que mantienen ejércitos poderosos con los que imponen su verdad, su justicia y sus intereses allí donde sea menester, por encima de los pobres del mundo. Y si hace falta encumbrar a carniceros como Pinochet, se encumbran y listo. ¿Quién va a protestar el abrazo de la Thatcher o Reagan al dictador? Nadie… pues eso.

Ayer murió otra de estas piltrafas humanas, Ariel Sharon. Pasa mucho con los prebostes sionistas, que la mayoría de ellos son carniceros que se han encumbrado matando palestinos, esa especie de mala hierba que se empeña en crecer donde no debe. De hecho no parece que se pueda ser héroe en Israel si no has masacrado –o propiciado la masacre de- un número suficiente de palestinos, a ser posible, mujeres, niños y ancianos… Esta vez el carnicero de Sabra y Chatila ha muerto en su cama, como muchos criminales, rodeados de sus seres queridos. Recibirá la pleitesía de sus compatriotas… incluso puede que algún que otro jefe de Estado sin complejos reconozca sus contribuciones a la humanidad (no nos extrañemos, han existido carniceros con un premio Nobel de la Paz y todo…)
Ariel Sharon era el jefe de la más poderosa maquinaria bélica de la zona. Las Fuerzas de Defensa Israelíes habían tomado Beirut en septiembre de 1983, en un paseo militar. El día 16 cercaron con sus tanques los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, al sur de la capital. Controlaron todos los accesos de entrada y salida… y entonces metieron a las zorras en el gallinero, las falanges cristianas libanesas, para que hicieran el trabajo.

A este anciano le sacaron los ojos antes de asesinarlo
Durante 30 horas ocurrió una orgía de sangre. Asesinaron a balazos, machetazos y hachazos a más de 2400 palestinos. La mayoría mujeres, niños y ancianos… y dejaron un rastro de mutilaciones, violaciones y torturas entre los vivos. Mientras tanto Ariel Sharon iluminaba la noche con bengalas israelíes y vigilaba que los accesos permanecieran sellados. Los campos de refugiados palestinos, esa especie de mala hierba que se empeña en crecer donde no debe, fueron un infierno impune durante 30 horas.
Luego, el héroe nacional israelí, dijo…
“En Chatila, no judíos mataron a no judíos. ¿Qué tenemos que ver nosotros en eso?”
Murió en su cama el carnicero de Sabra y Chatila… y lo han enterrado con honores.



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