jueves, 13 de junio de 2013

El viajero solitario: Torre Almenara de Meca

Hay un erizo aplastado en el arcén. Una ligera bruma proporciona al paisaje un velo como de gasa… me gusta. Me gusta que el sol siga bajito en el horizonte porque las sombras son alargadas y eso presagia un buen día por delante.

Rodeando Chiclana de la Frontera, las cunetas están plagadas de parras silvestres y de higueras… y eso huele a mediterráneo y a niñez. A uno se le olvida lo bellas que son las cunetas en primavera, por eso me esfuerzo en mirarlas como si fuera la primera vez… como si fuera un guiri del norte trasplantado de golpe a este Sur. Y vistas así uno vuelve a darse cuenta del valor de las cosas. Me pasa lo mismo cuando veo venir a mi compi de la vida… me quedo mirándola furtivamente como si no la conociera de nada, y empiezo entonces a imaginar qué cosa ocultará esa blusa y qué suerte tengo de… En fin, sigamos.

La cigüeña en el tocón de palmera desmochada

Por la vieja N-340 hay cigüeñas y nidos de cigüeñas en cada atalaya. Cerca de Venta Campano, una pareja ha colonizado un viejo tocón de palmera comida por los picudos rojos, tal vez demasiado accesible a los humanos curiosos. Y cuando me acerco, el pollo sale volando hacia la laguna de Polanco que tiene que estar plagada de riquísimos sapos y gallipatos.

Apenas son las nueve cuando abandono el coche en la comarcal A-2233 y me interno entre los pinares de Caños de Meca, los que crecen espesos a la espalda del poblado, en un sendero que discurre paralelo a la línea de costa, en la base de la montaña. Busco un corta fuegos —como una cicatriz en el bosque de pinos— que sube sin contemplaciones hasta la cima, por lo más escarpado.


Pinar de Caños de Meca, al poco de amanecer

El viajero solitario busca conquistar la Torre Almenara llamada de Meca, situada en lo más alto de la montaña que ampara el poblado de los Caños. No hay caminos, y los que había se han olvidado, así que no queda más remedio que atajar por el corta fuegos.

¡Madre mía! Los corta-fuegos tienen eso, que tiran p’arriba sin remilgos, por eso el viajero tiene que adaptar el ritmo a las seis décadas que arrastra. No hay más remedio… Pero lo lleva con dignidad porque el viajero ha aprendido cosas. Entre otras, ha aprendido que sólo tiene que preocuparse del siguiente paso, el más inmediato… los demás, ya veremos, serán otro asunto. Con esa idea bien instalada en la mollera, cuando corone la cima le parecerá mentira que haya podido subir esa cuesta. Lo sabe por experiencia.

Rastros en la duna - cortafuegos

Es complicado subir el corta fuegos porque es una duna de arenas sueltas y se progresa muy mal: hay que buscar los laterales. Cuando la duna es virgen se aprecian los rastros de lagartijas, culebras y escarabajos. Al viajero, resoplando en mitad de la duna, le gustaría saber leer esa escritura en la arena… Y recuerda a sus hijos mientras recupera el resuello, ellos le enseñarían más detalles de estos rastros. Pero eso es lo que tiene ser un viajero solitario, que no tienes a nadie que te explique…

Las lluvias de este invierno han trazado cárcavas y arrastrado arena hasta descubrir la roca arenisca que vive debajo de la duna. Por esos surcos se progresa mejor y vamos viendo ahí abajo el Tómbolo de Trafalgar, con su vieja Torre Almenara medio desmochada, que enlaza visualmente con la que trato de conquistar: Meca.

Torre de Meca, interpuesta entre las del Tajo y Trafalgar

La de Meca es una típica torre almenara, o de señales. “Atalaya que, en emplazamiento topográficamente adecuado, percibe y transmite señales ópticas vinculadas a la seguridad del territorio”. Así lo define don Luis de Mora-Figueroa, uno de los mayores expertos de estos asuntos.

Que sea de planta circular significa que es de realengo, es decir, que la construyó el rey. También podría ser que, por orden real, la construyera la nobleza de la zona, en este caso, los duques de Medina Sidonia. Otra cosa era que el rey devolviera los dineros al duque. Que, sabido es, los reyes malos pagadores eran…

La Torre de Meca no es de las más antiguas de este litoral. Se construyó a principios del XIX porque las torres del Tajo (en el acantilado de Barbate) y la del tómbolo de Trafalgar no estaban en contacto visual directo. La Torre que el viajero solitario conquistó ese día solucionó el problema…

En la cumbre, el corta fuegos se transforma en un camino rural abandonado y caótico. Y poco más adelante sólo es una vereda apenas reconocible. Pero la Torre de Meca ya se entrevé entre los pinos…

Es un gozo encontrarla. Está claro que si hay esfuerzo, la recompensa es extraordinaria. Siempre.

Al fondo, sobre el tómbolo de Trafalgar, el Faro y la vieja torre almenara

En el siguiente capítulo veremos cómo el viajero solitario desanda en camino, atraviesa el tómbolo de Trafalgar para conquistar su vieja torre desmochada y acaba dándose un baño en pelotas picadas en la playa de Zahora (hay fotos sin trucar, advierto)


No hay comentarios: