miércoles, 25 de agosto de 2010

Micromomentos con ella: Carrión de los Condes

Septiembre del año 2000

En Carrión de los Condes, gran ciudad comparada con las que habíamos visto, paramos cerca de la iglesia de Santa María del Camino, construida, al parecer, para conmemorar la batalla que libró a la ciudad de pagar a los moros el famoso Tributo de las Cien Doncellas.

Nos sentamos un rato en el pórtico a dejar pasar el tiempo, a respirar el olor a piedra vieja, a disfrutar de la cercanía de esta chica guapa que me acompaña... Y, de paso, contemplar de reojo cómo un peregrino —con más pinta de vagabundo que de peregrino— dibujaba en un bloc de papel los bajorrelieves del pórtico...

…el hombre se sienta delante de la puerta, da dos caladas pensativas a su cigarrillo; se levanta para separarse y mirar desde otra perspectiva, y sigue fumando sin dejar de mirar con mala leche al santo de piedra. Vuelve a sentarse y toma su lápiz pero sin trazar nada.

Se comprende que el hombre no lo tiene nada claro.

Mientras tanto, un cachorro que tiene acostado en unos harapos —los vagabundos siempre tienen un perro mil-leches dormido a su lado—, se levanta y mordisquea juguetón nuestra mochila, con el rabo tieso... el hombre, sin decir una sola palabra, lo mete de nuevo entre sus harapos y vuelve a estudiar hoscamente el pórtico, con el ceño fruncido, como enfadado.

Cuando nos fuimos seguía sin trazar una sola línea...


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