sábado, 28 de agosto de 2010

El marisco no ocupa lugar

Hasta ayer mismo yo estaba convencido de que la sabiduría no ocupaba lugar. Lo decía constantemente don Francisco, el maestro-escuela de Villajovita, mi barrio ceutí.

— ¡Niños, el saber no ocupa lugar! Así que, quedad tranquilos: podéis aprender todo lo que queráis que la mollera no os crecerá—. Pero ni así, ¡oye!

(De todos modos, no creáis, que ahora los neurocientíficos están diciendo lo contrario. Dicen, por ejemplo, que los taxistas veteranos de Nueva York tienen más desarrollado no_sé_que_zona del cerebro, justamente la que controla las funciones de orientación espacial… O sea, que la mollera sí crece. ¡Cómo se derrumban las convicciones más profundas, puñetas!)

Hoy, durante unas cervezas con los compañeros de trabajo, uno de ellos ha lanzado una sentencia que me ha hecho sonreír y recuperar el sentido del humor de golpe. Es una tontería, pero ha obrado un pequeño milagro en servidor. Va y dice el nota, muy suelto él, sentenciando, sobrao:

— El marisco no ocupa lugar, Chati

¡Sí, señor, como la sabiduría!


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