viernes, 6 de febrero de 2009

Las incoherencias de un homo sapiens venido a menos ante la crisis

Al final tiene uno la sensación de que esta economía mundial —tan ultraliberal, neoconservadora y friedman_maníaca— ha sucumbido a sus monstruos. Parece que la filosofía política que defiende que solamente las leyes del mercado marquen la pauta de los comportamientos, ha provocado lo que tenemos, una crisis planetaria sin precedentes… la enorme rueda de piedra inerte se ha detenido y no tenemos alternativas sociales ni económicas. Y me parece que esto pasa, entre otras cosas, porque las leyes del mercado obvian que la persona y el planeta es lo que debe estar en el centro de cualquier sistema de valores.


Mal asunto. Cuando lo único importante es acrecentar el beneficio económico sin pausa y sin límites, no vamos por un camino razonable. Y peor asunto es cuando todos aceptan que comprar humo barato para venderlo más caro es una práctica razonable… mal asunto. Mal asunto porque parece que la economía fuera una entidad idiota y con vida propia. Una especie de criatura humana que se independiza de su creador, se idiotiza y se le indisciplina para ser una suave brisa, o un violento vendaval, o como ahora, una calma chicha…

…alguien me explicó que cuando la única ley económica a nivel mundial es la ley del mercado, entonces la economía de cada país es un barco de vela, y lo único que pueden hacer los gobernantes es colocar el velamen a favor del viento. Y esperar que la brisa nos arrastre… hasta que se agota el viento, como ahora.

Tiene uno la sensación de que las leyes del mercado son autodestructivas porque provocan una carrera acelerada hacia el precipicio, una continua huida hacia delante. Estamos abocados a un consumo creciente —absurdo e innecesario la mayoría de las veces— para mantener una producción creciente, que sostiene niveles de empleo crecientes, que consiguen un bienestar creciente en los pueblos… ¿Hasta cuando? Porque en un sistema cerrado, nada crece ilimitadamente. En lo profundo — si no fuera por la masa de parados y desesperados que la crisis está provocando—, llega uno a desear que este parón debería hacernos reflexionar sobre lo poco razonable del sistema que hemos creado, y propiciar un verdadero cambio. Pero no ocurrirá…

No ocurrirá porque parece que no tengamos alternativas sociales ni económicas para asesar el rumbo. Y porque parece que todos los esfuerzos que se hacen para superar la crisis, se encaminan otra vez a que consumamos más, para que la producción sea mayor, para que se emplee a más gente, para que tenga más propios y así podamos consumir más… ¡porque se supone que consumir más provoca más bienestar! Bienestar sólo accesible para esa cuarta parte de la población planetaria privilegiada, por que de las otras tres cuartas partes ni se habla, claro está. Y, en todo caso, ya empiezan a hablar de ellas los xenófobos que surgen en cada crisis con la necesidad de culpabilizar a los otros... ¡pordiospoderoso, cómo se repite la historia!

Podrían inventar los cerebritos mundiales alguna alternativa… aunque fuesen viejas recetas. No sé… podrían propiciar un desarrollo sostenible y respetuoso con el planeta, y en lugar de acumular la riqueza en tan pocas personas podrían inventar formas racionales y dignas de repartirla mejor. No sé... por soñar que no quede.


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