En el Sur hay tiempo para dejar correr el mundo a su ritmo alocado. Hay tiempo para ver las cosas desde el otro lado de la barrera... mientras bostezas y te estiras como un gato.
En el Sur, cada rincón puede ser una cátedra, y cada escaño se convierte en el escalón de la casapuerta donde doctorar sobre la condición humana... y si se tercia, vestir de limpio a los ausentes.
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