jueves, 25 de diciembre de 2008

“La justicia es una cuestión opinable”


Cuando leí y asumí esta idea era jovencito y no fue nada tranquilizador. Con esa frase cayó uno de los mitos que deberían ser inmutables: la justicia no solo depende de las leyes que se aplican, depende en gran medida de la volubilidad de los hombres que la reparten.¡Pordiosbendito! No existía el Ratón Pérez, ni los Reyes Magos, ni la Virgen María era virgen ni siquiera existía el Niño Jesús... ¡y ahora tampoco la justicia terrenal era segura!¡Corramos, amigos, que esto se derrumba!

Hay frases que te marcan y, en este caso (la justicia es una cuestión opinable), el concepto que conlleva entró a formar parte indeleble de mis muebles. Parece que las personas nos vamos configurando de esta forma, casi sin querer, picoteando de aquí y de allá. Que mezclamos lecturas casi olvidadas, frases oídas a gente que admiras o detestas; que guardamos escenas que ocurren cerca de ti; o recordamos amores que se acercan y se alejan... Sí, vamos asumiendo la misma vida que te pasa por encima como una apisonadora para modelar creencias, ideologías y hasta filias y fobias. Y todo eso, agitado, no revuelto, configura los muebles de cada persona.

Sí, desgraciadamente no puede ser de otra forma... la justicia es una cuestión opinable. Y luego, como consecuencia, sobrevino el corolario en forma de mazazo: si la justicia es una cuestión opinable, siempre habrá gente que se sienta agraviada por el fallo judicial que no le conviene; y por tanto siempre habrá gente que justifique alguna guerra, por doméstica que sea.

Pero en una sociedad que se organiza en torno a la voluntad popular, no tenemos una opción mejor. No hemos sabido encontrar otra solución. Tenemos que convenir en aceptar las decisiones de los jueces que tenemos... o eso o nos gobierna la ley del más fuerte, la ley de la selva. El problema –aunque sea un problema asumible- es cuando nos toca un juez que no acepta las leyes que nos entregamos a nosotros mismos y desarrolla compulsiones homófobas, o filtra nuestras leyes a través de sus particulares caminos beatíficos... entonces apaga y vámonos.

O sea, para entendernos, el problema menor es que un juez de Chiclana meta en el calabozo durante tres noches a dos chicas que en 1987 tomaban el sol en pelotas, ¡cuando ya se podía hacer eso!; el mismo problema asumible es que el mismo juez, 20 años después siga mezclando sus compulsiones homófobas con la justicia que imparte...

...un juez rarito nos lo podemos encontrar en cualquier sala, lo que no se puede aceptar es que nuestro sistema judicial permita la existencia de jueces de esta calaña durante tanto tiempo...

...será que la justicia también es ciega para esto.



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