domingo, 30 de diciembre de 2007

Vergüenza de país

Me avergüenza España cuando veo a los iluminados tomar las calles. Cada vez que ocurre –como en la manifa de hoy en Madrid- es como si no hubiera pasado el tiempo por la piel de toro, y estemos condenados a revivir nuestra patética historia una y otra vez. ¡Cagondié!

Sí, cada vez que los iluminados deciden movilizar a sus fieles –pobres míos, qué culpa tendrán- parece que estemos reviviendo los mismísimos Autos de Fe de la Santa Inquisición... esas sangrientas pantomimas públicas que trataban de uniformar a toda costa la conciencia colectiva de un país en torno a los esquemas mentales y espirituales de aquella pandilla de iluminados despreciables. ¡Un rey, una religión! O sea, exterminaban físicamente o castraban emocionalmente a todo aquel que no aceptara la única moral permitida: la católica, por supuesto...

¿No es eso lo que han dicho hoy en la manifa de Madrid? Porque servidor ha entendido que esta gente quiere uniformar la legislación de mi país bajo leyes acordes con sus ínfulas; he entendido que todo lo que no sea esto, es decir, lo que está haciendo el gobierno legítimo de España, es nefasto, se aleja de los Derechos Humanos y camina hacía la disolución de la democracia -¿qué les importará a estos iluminados la democracia y los derechos humanos de los homosexuales, por ejemplo?-. ¡Eso es lo que esta pandilla de indeseables pretende hacer sin pasar por las urnas y despreciando las leyes que emanan del parlamento! Eso es lo que les gustaría hacer a estos inmaduros sexuales -y potenciales pederastas como el iluminado de Tenerife- desde sus púlpitos de oro: convertir España en una teocracia al uso. ¡Hijos de su santa madre!

Sí, ya lo creo, vergüenza me da pertenecer al mismo país que estos idiotas... digo idiotas y digo bien –engreído, tonto, corto de entendimiento, que carece de toda instrucción-porque oyendo lo que han dicho las señoras que acuden a esa manifa, lo confirma: son idiotas. Si por ellas fuera nos quemarían a los ateos, divorciados y homosexuales sin el menor reparo porque no somos humanos... y mejor le iría al país sin nosotros. Los obispos siembran y nosotros recibimos los cogotazos de esta pobre gente. Está claro que el tiempo no ha pasado por la carcunda nacional-católica.

Sí, me avergüenza la España que hoy ha salido en Madrid, la España de sotanas casposas, la de la profunda tristeza, reminiscencias oscuras, y apestoso incienso; y me avergüenzo de los gobiernos mojigatos que no son capaces de derogar de una puta vezlos acuerdos preconstitucionales con el estado del Vaticano. ¡Tanta ñoñería cansa!




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