martes, 27 de noviembre de 2007

Micromomentos cotidianos: el desayuno de Paquito

Cuando bajé a desayunar, ya estaba Paquito en el pequeño salón del hotel. Paquito es uno de los niños de Villajovita que vivimos en ese pequeño barrio de Ceuta, y dejamos de vernos en 1969, cuando teníamos diecisiete años. Gracias a esto de internet nos hemos vuelto a encontrar hace muy poco, después de casi cuarenta años de vidas divergentes…

— ¡Hombre, el Milancito YA se ha levantado! — me dijo a modo de saludo mientras untaba su tostada de mantequilla. Y puso cierto énfasis en el “YA”, como echándome algo en cara.

Me gusta verle dicharachero porque a Paquito, en su vida normal y corriente, le toca representar de alguna forma a su empresa, que es una empresa muy sesuda y muy reflexiva, por eso suele ser muy serio y reflexivo… pero cuando está conlos Niñ@s Vi.Jo. le ocurre, como a todos, una catarsis muy cariñosa.

— ¡Joder, yo ya llevo dos horas levantado! — mentí con soltura, y luego comentamos la noche… porque es de lo que hablamos cuando nos vemos por la mañana, que ya se sabe que a estas edades casi siempre amanece uno con dolores por aquí o por allá. Y después hablamos de nuestras pequeñas cosas, de los hijos, de los perros…

— Al mío le han operado una oreja y lo tengo con una caperuza puesta sobre la cabeza, de esas de plástico como si fuera una lámpara del Pryca… que cuando lo saco va recogiendo todas mierdas que olisquea, el hideputa...

— Pues al mío le gusta revolcarse en las mierdas de vaca — apuntó mi amigo mientras alcanzaba la segunda tostada —, y si son frescas mejor…

— Bueno, Paquito, al fin y al cabo las de vaca tienen un pase, son como más naturales— contesté —, porque al mío lo que más le gusta es rebozarse en las mierdas humanas. ¿Tú sabes lo que es eso?

— ¡Joder! ¿No lo voy a saber? ¡Con lo asqueroso que es una mierda humana aplastada y removida…! — contestó mientras untaba de mantequilla la segunda tostada. Y después de una pausa, añadió con la boca llena:

— ¡Pero ya se ven pocas mierdas humanas por el suelo! ¿Te acuerdas, Milancito? — mordió otra vez la tostada y prosiguió —, cuando éramos chicos había mierdas humanas por todos lados, ¿verdad?… había que ir con mucho cuidado porque las pisabas continuamente. Que guarra era la gente, ¿no?

— Es verdad, Paquito — corroboré mientras me traían mis tostadas —. Además, tú te acuerdas cuando uno de nosotros pisaba bien pisada una mierda humana, para que se quedara untadita toda la suela, y entonces se hacía el cojo, y convencíamos a un infeliz para que pusiera sus manos entrelazadas y sirvieran de apoyo para que el cojo se subiera a una ventana… y entonces el de la mierda le ponía el zapato en las manos y se recreaba… — el puñetero Paquito se reía del recuerdo espurreando tostada… y entonces se lo dije:

— A mi me lo hicisteis una vez, ¡peasso cabrones!

¡Recupere usted amigos después de cuarenta años para esto…!

En la imagen: Milano, Chechita y Paquito con sombrero de padrino

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