jueves, 22 de noviembre de 2007

Las braguitas de Heidi y el rosario de antorchas


¡Alucina, vecina! Las autoridades educativas de Turquía han censurado las braguitas de Heidi... sí, sí, Heidi, no has leído mal. La Heidi de Pedro, el abuelito, Clara, la señora Seseman, la señorita Rottenmeyer, etc. No creo que exista un personaje de ficción más alejado de un estímulo sexual como este dibujito coloradote; pero ni por esas, para estos castos sujetos: ¡unas bragas son unas bragas! [Para servidor que esta gente tiene su puntito de pederasta potencial]

Por lo visto, las nuevas autoridades islamico_moderadas de ese país laico han prohibido los dibujos de Heidi con la falda al viento porque los consideran pecaminosos y se arrogan el derecho de decidir por los demás qué cosas deben verse... Bueno, ¿de qué nos extrañamos? Esa es precisamente la aspiración de todas las jerarquías religiosas y de todas las élites de inspiración teocrática (aunque sean elegidas demcráticamente); es decir, aspiran a imponer su moral religiosa como la única moral permitida en la sociedad. ¡Ya le gustaría a la jerarquía catolicista mantener este poder omnipresente que tuvo en España, ese país que fue su patio particular y reserva espiritual de occidente!

De todos modos, por mucho que progrese la laicidad en España, nuestros obispos no deben preocuparse demasiado porque la religiosidad popular está tan profundamente instalada en la calle (bautizos, bodas, comuniones y sepelios) que resultará difícil el desarraigo. Como botón valga una muestra.

El pasado 26 de octubre se leía en San Fernando Información que la Hermandad deNuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos -¿de dónde habrán sacado estepeassso nombre?, qué imaginación- iba a celebrar un rosario de antorchas para acompañar a una pequeña imagen de la Virgen hasta el convento de las Madres Capuchinas. Y decían que esta salida pretendía “fomentar y dignificar el rezo del rosario público por las calles de la ciudad, con el convencimiento de su vigencia y su valor como medio válido para favorecer en los fieles la contemplación del misterio cristiano”. -¿Qué puñetas querrán decir con ese galimatías?-

Rosario vespertino en Villajovita (Ceuta), 1966

Sinceramente, un rosario callejero ha sido algo tan profundamente normal en nuestra vida (les habla un españolito normal y decente, como le gustan a Rajoy) que me cuesta transmitir correctamente, y sin ofender, la carga de idiotez que, en mi modesta oponión, conlleva. No siento acritud cuando observo estas manifestaciones de religiosidad, siento vergüenza ajena viendo a mis vecinos salir a la calle para participar en ese ridículo espectáculo medieval. Podrían ser más discretos y quedarse dentro de sus templos, y rezar allí todos los rosarios que necesiten; y hacer allí sus aquelarres místicos; y oír allí sus testimonios vitales, incluso hacer alli planes para mantener viva la presencia cristiana en las instituciones democrárticas... pero, por favor, que no salgan públicamente a hacer el ridículo.

¿Qué dirán los de Chiclana si nos vieran? ¡Por favor!



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