martes, 20 de noviembre de 2007

¿Y ahora qué? ¿Eso es todo?

Parece que el obispo Ricardo Blázquez (presidente de la Conferencia Episcopal Española)ha pedido perdón para la iglesia por las actuaciones concretas de algunos de sus miembros durante la II República y la guerra civil española... Sí, también a servidor le sabe a poco. Me sabe a poco porque suena a medio disculpa personal, y me habría gustado que fuese TODA la iglesia la que asuma un hecho histórico. Es decir, que reconozca que hubo una sintonía total entre aquella iglesia y el régimen del Caudillo Franco, y que asuma sus culpas por apuntalar un régimen político injusto, infame y miserable.

Pero ¿para qué? ¿Cambiarán las cosas si los obispos de hoy reconocen los horrores de su pasado? No, no cambiarán las cosas: la iglesia no puede cambiar porque lleva consigo la inercia descomunal de una historia de siglos. Hace sesenta años, en el contexto de la guerra civil, la jerarquía catolicista jugó las bazas que mejor le convenía; y hoy juega las bazas que le conviene para mantener intactas las parcelas de poder que la iglesia necesita para autoperpetuarse...

...porque en el fondo es poder terrenal lo que siempre ha buscado la iglesia, poder y acomodo en una sociedad civil a su servicio. No nos engañemos, lo de indicar a los hombres el camino de la santidad y eterna felicidad junto a Dios es la monstruosa excusa, la realidad es el mantenimiento de sus parcelas de poder... ¡y, por favor! no me vengan con arquitecturas dialécticas de misiones altruistas de amor al prójimo y vidas ejemplares de dedicación. Esos comportamientos ocurren, no gracias, si no A PESAR de la iglesia.

Insisto, no nos engañemos, los comportamientos de la jerarquía catolicista no obedecen a nobles principios inmutables, sólo son vulgares movimientos coyunturales para adaptarse a lo que mejor convenga...

No hay nobleza en ellos, son así de pequeños.



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