domingo, 29 de julio de 2007

Crónicas de unas vacaciones caseras: La Casita

En vacaciones, aunque sean caseras, las cosas parecen ocurrir en otra galaxia y con otro ritmo. Así, por ejemplo, que Aznar, nuestro ínclito expresidente, se entreviste con el presidente argentino, Kirchner, para introducir en ese país a tal empresa inmobiliaria americana, me la trae al fresco... O sea, me importa una caraja negra metida en vinagre de Módena ese asunto, aunque eso –y los trabajitos de asesoría e imagen que los neoconle buscan al caballerito español- demuestre que esas recompensas son las 30 monedas de oro que Aznar recibe ahora por meter a España en la Guerra de Irak contra la voluntad de los españoles.

También me trae al fresco que el cardenal Rouco Varela, bajo el pseudónimo de Gonzalo de Berceo (más quisiera acercarse a tal señor), escriba sandeces antidemocráticas en Alfa y Omega, la revista de los obispos que reparte el ABC...

Y estas cosas, que en otras circunstancias me haría subir por las paredes, ahora me dejan impávido porque en estas vacaciones, a pesar de ser caseras, se nos ha permitido viajar a la casita de unos amigos en un verdadero retiro espiritual, donde el mundanal ruido queda en esa otra galaxia lejana.

FALTA FOTO

Mi amig JR (este no es malvado), al atardecer, a la sombra de un joven castaño, en su casita de los montes, leyendo en pleno retiro espiritual.


En esa casita no hay televisión, ni ADSL, ni llega señal wifi para piratear. Ni siquiera hemos puesto la radio. La casita está en mitad de unos montes llenos de castaños, encinas y alcornoques, y para llegar es mejor usar un 4x4 porque si lo intentas con un coche normal te quedas sin carter.

Los únicos sonidos que llegan a la casita de mis amigos Ita y JR son los ladridos de los perros de Paco, y los de Quero, que los desafía envalentonado desde este lado. En los amaneceres y atardeceres trinan los pájaros; durante los días, cantan las chicharras y por la noche búhos y grillos... y a cualquier hora se pueden oír nuestras carcajadas porque los cuatro nos reímos mucho cuando estamos juntos.

Y en esa casita se comen habichuelas verdes y tomates, berenjenas y pimientos, calabacines y pepinos, pero todos ellos madurados en la mata porque son de huerta familiar... y eso hace que sean más ricos que los que compramos en el Carrefour o en el Mercadona.

Y se bebe la leche de cabra que trae Paco, que era guardiacivil y ahora es el vecino que tiene sus cabras en el monte de enfrente, al otro lado de la vaguada. Y de la leche, mi amiga Ita se saca requesón, y además bate la nata con azúcar y se la entrega a mi compi de la vida para que se la unte en el pan por las mañanas... y así ella recuerda su niñez en Pontevedra.

Y los huevos son los que recoge la señora María en su gallinero de Galaroza; y las patatas son las del huerto de Paco –otro Paco-, que es el marido de María, tiene 83 años y se mueve como un chaval... y la carne es de cerdo ibérico, negro y criado con las bellotas y castañas que tapizan el suelo gran parte del año...

...sin duda, cuando se colapse la civilización, serán ellos los que sobrevivan.



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