miércoles, 11 de abril de 2007

El violinista ignorado: una bella historia

La noticia comienza así:

“Viernes, 12 de enero de 2007. Hora punta en una estación de metro en la ciudad de Washington. Un músico toca el violín vestido con vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol. El instrumento es nada menos que un Stradivarius de 1713. El violinista toca piezas maestras incontestables durante 43 minutos. Es Joshua Bell (Estados Unidos, 1967), uno de los mejores intérpretes del mundo. Tres días antes había llenado el Boston Symphony Hall, a 100 euros la butaca. No había caído en desgracia, sino que estaba protagonizando un experimento recogido por el diario The Washington Post: comprobar si la gente está preparada para reconocer la belleza.”

En los 43 minutos que estuvo interpretando temas clásicos pasaron por delante del virtuoso 1070 personas. Apenas nadie se detuvo para escuchar la música, y sólo 27 le dejaron algunos centavos en la caja abierta del stradivarius… ¿Asombroso? ¿Deducimos entonces que la gente no está preparada para reconocer la belleza? Servidor cree que no, que lo más seguro es que el experimento no estuvo bien planteado… porque si existe sobre el planeta una especie capaz de apreciar belleza en mil cosas y en pequeños pensamientos, esa es el homo sapiens…

…especie capaz de encontrar belleza en un sistema de ecuaciones, en el equilibrio de colores y formas, en la armonía de los sonidos y luces, en un cielo estrellado, en las figuras cambiantes de unas nubes; capaz de ver la belleza del micro y macrocosmos… y esa capacidad, sin duda, nos encamina a la espiritualidad y nos hace ser mejores. Podríamos pensar que nosotros, seres capaces de descubrir la belleza en tantas partes de la vida, seríamos incapaces de amar y buscar la fealdad con tanto denuedo… pero no es así, somos capaces también de los mayores desvaríos.

FALTA FOTO

Me viene a la cabeza la fotografía de Kevin Carter, aquel sudafricano capaz de lanzar varias fotos buscando el equilibrio estético de la escena, la mayor carga emocional, el contraste de luces o el mejor encuadre para aquel buitre que esperaba pacientemente la muerte de la niña sudanesa para comérsela. ¿Buscaba la belleza ese hombre? Seguro que si… quería fotografiar al buitre con las alas extendidas, por eso esperó 20 minutos delante de la escena antes de marcharse aburrido. Y, aunque no fue la foto que él quisiera, ganó el Premio Pulitzer en 1994… y, a la postre, le costó la vida. ¡Una bella historia!



No hay comentarios: