domingo, 8 de abril de 2007

Mi gente sorprendente: Niños Vi.Jo

No, no están los tiempos para desperdiciar buenos momentos. Y esta semana de vacaciones ha sido interesante. No han sido grandes viajes, ni grandes paisajes, ni siquiera enormes emociones. Nada de eso, han sido horas de pequeñas cosas compartidas con enormes amigos... ¡uno que es afortunado!

FALTA FOTO
Puretas del Ron Brugal caminando por el sendero de la Punta del Boquerón

Comenzaron las vacaciones con la visita de los Puretas del Ron Brugal, aquella pareja de viejos amigos”...ambos separados, cincuentón y cuarentona, con malas experiencias personales... y pelín solos. Con esa soledad no buscada, que es la peor, la que a veces se enseñorea de la casa, del trabajo y hasta de una playa por ancha que parezca. La soledad que apenas deja resquicio para disfrutar plenamente de la vida... esa soledad no es la buena”... que siguen a trancas y barrancas viviendo el presente y, buscando un futuro común. Charlamos de los viejos tiempos y hablamos del hoy que nos preocupa; caminamos por los senderos verdes y azules de la vieja Isla de León; y vimos como estos Puretas del Ron Brugal se hacen los arrumacos de quince años atesorados durante treinta. Y finalmente comprobamos como trasiegan el ron que les da nombre... pero sigo sin poder mostrar abiertamente sus caretos. Lo siento.

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El señor del pijama gritaba "Vamono pa trá", junto a un cantaor de saeta

Continuó la Semana Santa con las reposadas charlas con los compadres Geni y Conchi... parece mentira que después de 25 años de trato prácticamente diario sigamos con ganas de escuchar sus cosas. Es una suerte compartir la vida con personas tan admirables. Me llevaron a mirar pasos de la Semana Santa... en el fondo –y en la superficie- se estarían riendo un poco de servidor porque ya nos conocemos... pero gracias a ellos –y por diversos motivos- redescubrí las ganas de mirar con nuevos ojos todos estos montajes.

Y, finalmente, lo que habría sido una visita de horas, se transformó en tres días trajinando sin parar... Fueron Aquilinín y Eugenia, los niños de Málaga, que se quedaron en Jerez con Carlos V y Larita. Y a ellos nos sumamos Alfonso y Antoñita, y Bala/Servidor. Ocho Niños Vi.Jo. recorriendo la provincia de Cádiz.

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La Bala admirando las fotografías de Alfonso

El jueves fue la comida con una sobremesa de 5 horas... acaba uno con el síndrome del viaje trasatlántico en avión. Fue una sobremesa memorable, una buena forma de compartir la vida que cada uno vivió por separado... el viernes caminamos por el sendero que lleva a la Punta del Boquerón, en San Fernando. Y parece que la botella de RuaVieja que se tomaron estos la noche anterior no dejó grandes secuelas. Alcanzamos las ruinas de la batería de Urrutia, con larga historia en el constitucionalismo español... el sendero es una preciosidad, discurre entre dunas con vegetación autóctona y viejos esteros, todo ello paralelo al cauce del Caño de Sancti Petri, con la isla del mismo nombre al fondo. En esa isla hubo un templo al dios fenicio Melkart, más tarde se le dedicó a Hércules... y hoy día reposan los restos de una batería de cañones que defendió la gesta de la Constitución de 1812.

Y asistimos a la exposición de fotografías de Alfonso, en el restaurante Pintxo del Paseo Marítimo de Cádiz (está abierta hasta final de abril/2007) Es un tío sorprendente. Lo que voy a decir a continuación puede parecer una gilipollez, pero es verdad: en su casa hojeé un libro con fotos de Henry Cartier Bresson, ¡pero a mi me gustan más las de Alfonso!

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Niños Vi.Jo. en las ruinas de Baelo Claudia

Y para finalizar la cosa visitamos las ruinas romanas de Baelo Claudia, cerca de Tarifa. Una coqueta ciudad romana en la Ensenada de Bolonia, una playa que finaliza en una gigantesca duna que va fagocitando el bosque de pinos que crece detrás de ella... Y acabamos comiendo en la Venta el Toro, un lugar tan cutre como encantador, en Santa Lucía, un predio cercano a la Barca de Vejer, donde se comen huevos fritos con patatas y animales del campo...

Otra cosa no, pero de comer, reir y charlar nos jartamos... y, para colmo, el último día Eugenia y Aquilinín invitaron a todo. Redondo. ¡Que se repita!



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