Cuando nació Álvaro,
entendí que el recuerdo de los mayores es el valioso patrimonio de mis hijos. Por
eso llegué a tiempo para hablar con mis dos abuelas. Eran muy mayores ya, pero
conservaban sus recuerdos intactos. Abuela,
cuando eras una niña, ¿qué te contaba tu abuela de sus abuelos? Recordaban
con más claridad conforme iban entendiendo mi interés… y ambas me dibujaron las
líneas maestras de una España de principios del siglo XX, pobre, sumisa y
profundamente inculta. Hasta que llegaban a la Guerra Civil y Franco. En ese
punto comenzaban los susurros y las evasivas. Hoy lamento no haber entendido en
ese momento qué les pasaba…
Fuente de la imagen: Blog ‘Anotaciones al margen’
/ 8 junio 2014
Pero, al menos, tuve
la precaución de escucharlas antes de morir, y tengo su memoria para mis hijos.
El recuerdo no es arquitectura, ni pintura, ni literatura, ni cualquier otra manifestación
intangible del constructo cultural humano… no es nada de eso, la memoria viva, llena de matices, colores y recreaciones
personales, se suma al dato documental para reconstruir la Memoria Histórica reciente
y enraizarnos en ella…
…es verdad, con
la Guerra Civil y Franco comenzaban los susurros y las evasivas de mis abuelas.
En España —ese país inconcluso y sin rematar históricamente— nos falta la memoria
de la generación exterminada por la sublevación militar y fascista de julio de
1936. No sólo eliminaron físicamente
a republicanos y masones, además castraron emocionalmente a sus familias y robaron
a los hijos la memoria de sus padres. Hoy, algunos descendientes con suerte, podrían
tener los huesos de sus abuelos, pero no su memoria. La sublevación militar la
eliminó.
Paco supo que a
su padre lo asesinaron contra la tapia del cementerio de San Fernando porque lo
leyó en un libro —Trigo tronzado, de
Pepe Casado Montado—. Un libro que, para colmo, estuvo secuestrado y prohibido en esta ciudad
de San Fernando (Cádiz).
Hasta hace unos
meses, Mame no sabía que dos hermanos de su abuelo fueron asesinados durante la
represión franquista. No sólo los mataron contra la tapia del cementerio,
además, convencieron a la familia de que era merecido.
La familia de
Lupe se dividió en dos ramas antagónicas; por un lado los que se avergonzaban
de tener rojos represaliados y, sobre
todo, de tener a una de sus mujeres violada por un criminal fascista; y por
otro lado, los que sintieron en su propia piel la represión de ese régimen
criminal. Y lo mismo pasó con la familia de Manuel, que hoy día siguen sin hablarse
los que perdieron a sus abuelos y tíos y los que dijeron que algo habrían hecho
para merecerlo…
Y en todos los
casos, los protagonistas más cercanos al crimen, llegan a los mismos susurros y
evasivas cuando la conversación alcanza a los muertos sin memoria. El mismo
miedo a recordar el crimen. Idéntico afán por olvidar el Patrimonio de la
Memoria —pasar página, mirar al futuro, aquello ya pasó…—. En San Fernando, y
en todas partes, hubo un intento meticuloso de extirpar la memoria de los
muertos republicanos y, a pesar de todo, hoy, en San Fernando, gracias al
empuje de familiares y mucha gente, empezando por el Ateneo Republicano y
finalizando por AMEDE (con la indispensable colaboración de Ayuntamiento,
Diputación y Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía)
se están sacando los restos retorcidos de los hombres arrojados como animales
en las fosas comunes del cementerio; recuperando su memoria y dignificando su
recuerdo. Esos huesos de las fosas comunes de San Fernando son una pequeña
esquirla del Patrimonio Histórico de España. Una muestra del genocidio social
que ocurrió en esa Unidad de Destino en
lo Universal que era el país de los fascistas de entonces. Los familiares
vivos, tan víctimas como los muertos, merecen saber dónde están sus difuntos,
para sacarlos, identificarlos y darles la sepultura digna que merecen.
Los huesos que
estamos exhumando de las fosas comunes de la Isla, hablan. Ya no son susurros
ni evasivas a media voz. Lo dicen absolutamente todo, y lo dicen a gritos. Esa Memoria
Histórica, incrustada en los huesos y rebozada de cal y zahorra, es un valioso
patrimonio de todos los isleños.
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