sábado, 24 de junio de 2017

Fascistas de la Isla: Para eso se ganan las guerras, ¡coño!

Para mandar y ser obedecidos. Para eso se ganan las guerras, ¡coño!

El 20 de noviembre de 1939 hacía tres años que las hordas marxistas habían fusilado en Alicante al mártir más ilustre de la Revolución Nacional Sindicalista que adocenaba España. Ese día del año 1939, el gobernador civil de Cádiz hizo llegar a todos los cines, teatros y salas de fiesta de la provincia, un oficio recordando que quedaban «suspendidos en absoluto toda clase de espectáculos públicos en el día de hoy, declarado de luto nacional con motivo del tercer aniversario de la muerte del glorioso fundador de la Falange JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA…». No sólo eso, para que quedara constancia de la orden, el gobernador hizo firmar una copia de tal oficio a cada empresario del gremio.

Tres días más tarde, el 23 de noviembre paseaba por la calle Real de San Fernando la señorita María Garzón García. En la fachada de la Iglesia Mayor, bajo la lápida que recordaba a JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, siempre presente, aún velaba una guardia de honor formada por falangistas, firmes los ademanes, para mayor gloria del Caído. ¡Y María, inconsciente ella, no saludó, brazo en alto, al pasar!

¡Vaya, vaya con la señoritinga!

Fuente: AMSF Caja 1138 / 5-enero-1940

No sabemos si María conocía estas cosas. Posiblemente sí. La Guerra había terminado hacía siete meses y la propaganda del régimen fascista era extenuante. Rara era la familia de San Fernando que no tuviese un represaliado en sus cercanías y el miedo inyectado en las venas. Era un miedo paralizante… o desafiante, según parece en este caso. Relataba el gobernador civil de la provincia, en su oficio dirigido al alcalde de San Fernando, que María, «…al pasar ante la lápida conmemorativa de José Antonio Primo de Rivera, no hizo el saludo nacional [se refería el hombre al saludo fascista] y al ser requerida cortesmente para que lo efectuase, se negó a ello a pesar de que le fue explicado el simbolismo de dicha Guardia de Honor, cortando la conversación con la frase: “Déjeme Vd. de tonterías”, dirigida al Camarada Jefe de la citada Guardia».

No sé ustedes, pero servidor imagina —perversamente influenciado por películas americanas producidas con capital judío— la cortesía del Camarada Jefe de la citada guardia ante tal insolencia. Para mí que María conocía perfectamente el simbolismo de tal saludo, y por eso la cosa de no saludar. Valiente decisión la de María… o inconsciente, porque se arriesgaba a un buen rapado y un vasito de aceite de ricino para limpiar sus tripas rojas.

Seguía el escrito del señor gobernador diciendo que este hecho no podía quedar sin la sanción adecuada. Digo yo que el hombre debió pensar que un régimen de autoridad como el que estaban montando, dirigido por personas de orden, como él mismo, no podía consentir semejante afrenta al honor del Primer Camarada. Por eso finalmente impuso a la señorita María Garzón una redonda multa de cien pesetas que debía satisfacer en metálico en el plazo de ocho días…

…las pagó. Por supuesto que las pagó. ¡La gente de orden, como aquel gobernador, era feliz con esas cosas!

 Hoy, los herederos ideológicos de aquella jauría humana —asesinos fascistas que en el año 1936 diseñaron concienzudamente el exterminio de miles de españoles, y castraron políticamente a dos generaciones más—, siguen vivos y campando a sus anchas por las calles de nuestras ciudades.

El fascismo tendría derecho a estar, y a expresarse en una sociedad democrática, si su mensaje aceptara otras maneras de concebir la convivencia política. Pero su pretensión inapelable de imponer su sentido particular de la autoridad, de la disciplina y de la violencia, lo excluye de cualquier entendimiento político.

El mensaje fascista —lo ha demostrado históricamente— es capaz de licuar la convivencia de las sociedades en las que parasita. Esta jauría humana no puede, ni sabe, convivir democráticamente con otras opciones porque, por definición, no entiende ni acepta otra voluntad política. De un modo gráfico: no es buena idea dejar que la zorra opine sobre el futuro del gallinero. Hay cosas que los pueblos —y me refiero a los pueblos que deciden convivir democráticamente— no pueden permitir, y el fascismo es una de ellas, porque su sola presencia es capaz de demoler pilares básicos de nuestras sociedades como son el respeto a la diversidad, la aceptación de lo plural y el derecho de cualquiera a ser diferente. Frente a estos valores de tolerancia impondrían el inviolable amor a una patria diseñada ad hoc, obligarían a la unicidad de pensamiento y a la uniformidad ética y estética, como hicieron en España hace 80 años. Por múltiples motivos, es imprescindible identificar, aislar y extinguir los fascismos —extinguirlos a base de libros, digo—. Es una cuestión de supervivencia para las democracias.

Se instala bastante bien el fascismo actual entre las masas bovinas, como siempre ha hecho. Lo hace apelando a falsos agravios que cometen los extraños contra los buenos españoles, y siembran una semilla de odio contra los otros, contra el no nacido en esa España, Grande y Única en la que sólo cabrían ellos. Es un mensaje sencillito el de estos fascistas (a algo más complejo no llegan): los españoles, primero…

…como si nacer en una patria u otra proporcionara a los seres humanos más o menos derechos. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues sin lugar a dudas maria era una valiente¡¡¡