jueves, 15 de diciembre de 2016

Trigo Tronzado: Carta a Pepe Casado Montado

Mi amigo Antonio Paterr Olvera leyó esta carta a Pepe Casado el pasado día 14 de diciembre de 2016, en el Centro de Congresos de San Fernando, en el acto de presentación de un libro durísimo y necesario…



Ateneo Republicano y Memorialista de La Isla  PRESENTACIÓN DE LA REEDICIÓN DE “TRIGO TRONZADO”,
DE JOSÉ CASADO MONTADO

Querido y añorado Pepe: “Trigo tronzado” vuelve a estar a disposición del pueblo. Y hemos considerado que lo más oportuno, en esta primera intervención, sea dirigirnos directamente a ti.

Si “Trigo tronzado” vuelve a estar en nuestras manos, ha sido gracias a que más de 100 personas han aportado un poco de su dinero para hacerlo realidad. Y es que no podía ser mejor, que tu obra, destinada a iluminar esa parte de la historia de La Isla que los criminales y amigos del fascismo quisieron perpetuar entre tinieblas, esta obra que escribiste con tanta valentía, haya sido sufragada por particulares. Por personas que han entendido la necesidad de esta reedición. Una fórmula que no entiende de enredos burocráticos de índole institucional, ni de méritos consistoriales. Tu libro, “Trigo tronzado”, esta reedición, es una realidad porque la gente así lo ha querido.  Nos dirigimos a ti, porque somos los descendientes de aquellos que fueron amenazados, vilipendiados o directamente asesinados por la sencilla razón de no pensar como los canallas que dieron el golpe contra la legalidad entonces constituida. Algunos de esos canallas mantienen sus homenajes en forma de monumentos, placas o aparecen en el directorio del callejero. Homenajes que fueron financiados robando al pueblo trabajador, en una época donde el miedo y el hambre eran el eje central de la vida. Tu obra lo describe muy bien, Pepe. Con valentía, sin circunloquios, ambages o adornos innecesarios. Dando nombres y apellidos. Por ello sufriste una persecución cargada de insultos y de ataques personales. Quizá en esa vorágine de oprobios, te acordarías de cuando el filósofo Jean Paul-Sartre, años antes de rechazar el premio Nobel, escribiera aquello de “todo anticomunista es un perro rabioso”.

Más pronto que tarde, si es cierto eso de que nuestros gobernantes están para dar ejemplo y hacer cumplir las leyes, nuestra Isla terminará de configurar una nueva fisonomía urbanística, donde los espacios públicos sean proclives a la convivencia y al entendimiento. A la participación y al conocimiento. Mientras ese día llega, nos dirigimos a ti, usando tu estilo directo y valiente. Apropiándonos de tus palabras y expresiones para decirte, aunque te aturdía eso de estar en el centro de atención, que estamos agradecidos y comprometidos con tu obra. “Trigo tronzado” ya fue sometido a juicio. Decías que preferías morir en un arrebato de ira, antes que en un rincón de tristeza. Por eso tuviste que irte de La Isla, porque en aquellos tiempos que viviste, la gente se moría de muchas cosas, entre ellas, de tristeza. Compartimos tu peculiar manera de ver las cosas, de asumir los recuerdos amargos, así como tu empeño por no olvidarlos. Tuviste la osadía de ventilar los fusilamientos que se perpetraron en La Isla, pero no por espíritu revanchista o frívolo, sino para intentar ayudar a que nada de nuestro enfermizo pasado vuelva a repetirse. Porque difícilmente un pueblo puede caminar hacia el futuro si no conoce su pasado. Tu obra, como tú mismo decías, es un biológico deseo de supervivencia que circula por una doble vía: justicia y verdad. Fuiste el primero en desmitificar nuestra historia local. Y lo hiciste de la mejor manera. Siendo claro y valiente. Nunca serviste para el disimulo o para la diplomacia. Usaste la literatura de los rincones más altos y más bajos de la sociedad isleña, y allí encontraste no la de verdad absoluta, sino la verdad del relato, de la imaginación, del corazón.

Allá por principios de los 90, cuando la mayoría de tus congéneres vivían contemplativos aprovechando las excursiones, tú tomabas el bolígrafo y, con el diccionario a tu vera, intentabas hacer algo en aras de tu pueblo, dedicándote al esclarecimiento de una situación tristísima, de esa época cuando eras un chaval que, como tantos otros, sufristeis años de oscuridad. Pero el miedo que imperaba por entonces no te hizo mella, y prueba de ello es tu obra, tu testimonio, que presenciaste y viviste esos años en los que la esperanza de salvación era efímera. Aquellos años y aquellas situaciones tan difíciles, no debían caer en el olvido, porque de olvidarse, nos convertiríamos en animales abominables. La resistencia de tu generación y de tu obra, supone el triunfo sobre la estupidez y la infamia para que, ahora, podamos ser otros los testigos del relato de aquella convulsión injusta, injustificada e injustificable. No hubo realmente victoria del fascismo, puesto que su objetivo principal era la idiotez, era el deseo del criminal y corrupto Varela por ver aniquilado al adversario. Pero aquí estamos los descendientes de esos adversarios: lúcidos, acompañando aún a los supervivientes de aquel naufragio de nuestra isla inmortal, de nuestros barrios queridos, que fueron destrozados de dolores y penas. Para contarlo unos y para comprenderlo otros. Pero también es cierto, Pepe, que el veneno del absolutismo, aún después de derrotado, persiste largo tiempo en la filosofía de este pueblo. Y el miedo, mucho más. Creemos que estarás tranquilo si te decimos que hemos entendido el mensaje. Que somos conscientes que vuestra generación está infinitamente contenta por ver que sus descendientes han podido tener una infancia diferente a la vuestra, que no sólo fue muy difícil, sino trágica. Y que, como tú decías, la ignorancia de aquel entonces, no podía atribuirse a la mala suerte, sino a que fuisteis víctimas de la mala leche, que no es lo mismo.

Tu militancia y compromiso con el Partido Comunista implicaba la responsabilidad de combatir la opresión del hombre por el hombre, la injusta distribución de los bienes e impedir los desmanes que provocan desigual reparto de ese otro bien que es la información y el conocimiento. Aborrecías las guerras, denunciabas a esas instituciones con sus líderes carismáticos o sagrados que en virtud de sus prerrogativas fomentaban el miedo sobre la población, la sumisión y, sobre todo, esa figura deleznable que es la resignación.  Queremos agradecerte aquella necesidad imperiosa de escribir, de compartir con rigor el dolor de una de las historias más tristes de La Isla. Agradecer tus madrugadas blancas y mañanas de cabeza caldeada como de haber salido de una pesadilla. En cierta ocasión bromeabas cuando te preguntaban si te ibas a comprar un yate si te daban el premio “Príncipe de Asturias”, y respondías que preferías hacer barquitos de papel con las hojas de tu libro y ponerlos en libertad en el muelle de Gallineras.  Hoy queremos recordarte a ti y a tu obra. Con la mente puesta en quienes yacen bajo la fosa común del cementerio municipal. Un lugar imponente y sobrecogedor. Y es alentador que nos reunamos aquí, hoy, para recuperar el testimonio de “Trigo tronzado”. Gracias a tu libro, los que allí yacen ganaron su última victoria, como el Cid, después de muertos. Ellos pagaron con sus vidas el precio del bienestar y de la justicia que nosotros disfrutamos ahora. Fueron pioneros en una orientación más humana y justa, más amplia y filosófica, evitando supersticiones embrutecedoras, así como el fanatismo destructor. Estos mártires ganaron para siempre la guerra que no quisieron y la paz eterna que recordamos cuando leemos “Trigo tronzado” hoy. Esa victoria ya no hay fascista que nos la arrebate.

Por supuesto, al igual que tú, tampoco pensamos que sus almas estarán en los infiernos, como aseguraban los curas de la época, en el colmo de la estulticia y el fanatismo. Los asesinados por aquellos criminales, adquirieron el derecho a la inmortalidad, y nosotros tenemos el deber de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que este holocausto sea recordado eternamente. Haremos resaltar sus cualidades y virtudes para que sus hijos y nietos se sientan orgullosos de ellos. Referiremos sus frases, anécdotas y su lucha valiente. Y esta historia no sería posible recuperarse sin tu obra, Pepe. Una obra que habla también de la jornada laboral, de la seguridad social, y de la escuela libre, laica y gratuita. Una obra que resalta el vanguardismo y la ejemplaridad de nuestros mártires. Si ya por los primeros años de la década de los 90 escribir sobre ello comportaba un riesgo, hoy debemos seguir asumiéndolo, porque la necesidad de hacer accesible esta parte de la historia es acuciante. Han pasado ya muchos años de aquella barbarie, de aquel laberinto de dolores, presentado como una misión sobrenatural y regeneradora de esencias inmóviles y tradicionales y que militares lúcidos y honestos trataron de impedir, como Virgilio Pérez, o el capitán Espinosa de los Monteros y muchos otros, todos fusilados en La Isla. Con ellos en histórica e inmortal compañía, están el doctor don Cayetano Roldán, el último alcalde republicano y sus tres hijos, don Manuel Barbacil de 72 años y sus dos hijos… hasta más de 120 compañeros. Ya hemos enterrado el odio hacia los ejecutores de estos mártires, pero jamás olvidaremos aquel supremo sacrificio, aunque seamos adjetivados de resentidos y obcecados por el beaterío cegato.

Gracias a tu obra nunca se olvidarán aquellos ocho tiros de gracia, después de la descarga, a las 6:20 de la mañana de aquel aciago día 29 octubre. Diana macabra con la que  se despertó nuestro pueblo, donde os percatabais de aquella barbarie, ausente de algo humano y positivo, nuestra guerra civil, la gran farsa, el gran teatro macabro del siglo XX español, la gran comedia sórdida y brutal, cuyo colofón palaciego fue la denominada “transición”. También tenías razón, cuando decías que, en mayor o menor medida, todos somos responsables de la tardanza con la que se ha afrontado el compromiso con la memoria de los represaliados. Pero de lo que estamos seguros es que la fosa común, esa tierra mezclada con de sangre, dolor y lágrimas será recordada en la Historia de La Isla hasta el fin de los tiempos.  En “Trigo tronzado” tenemos un testimonio único, un primer acercamiento a la Memoria Histórica de La Isla que ya tiene más de 24 años. Un texto que sufrió la ira de aquellos a quienes tuviste la valentía de señalar como gentuza, como criminales, como responsables de aquel horror. Aquellos que se decían distinguidos por las virtudes teologales de la Iglesia Católica, y que no fueron más que burdos y rancios personajes de la peor calaña. Tenían dinero, poder, armas e influencia. Pero no tenían dignidad. En este aspecto, estaban vacíos. No tenían nada. Aquí estamos los descendientes de los fusilados. Los hijos y nietos de los prisioneros por el miedo. Quisieron matar las ideas, cuando no sabía que lo que estaban haciendo era perpetuarlas.


Tu libro viaja en estos momentos por toda la geografía española. Quienes han puesto de su dinero para hacer realidad esta reedición no son sólo de La Isla. Avilés, Sevilla, Granada, Madrid, Barcelona, Vigo, Logroño, Zaragoza, Baleares, Zamora, Bilbao,  León, Salamanca, Barbastro, Segovia, Valencia… hasta Londres y la localidad de Darmstadt en Alemania. De todas esas personas, de todos esos lugares, ha salido el dinero para hacer posible la reedición de “Trigo tronzado”, y con ello, se pone en marcha la recuperación de toda tu obra. Esperamos estar a la altura. Sabrás mejor que nadie disculpar los posibles errores que hayamos podido cometer. Errores que iremos subsanando a medidas que vayamos teniendo constancia de ellos para las próximas ediciones. Porque tu obra, Pepe, ya es imparable, y no hay juez que la secuestre. Esta vez no. Hemos vencido al miedo. Terminamos esta misiva compartiendo y transmitiendo tres líneas de “Trigo tronzado” que bien resumen tu forma de ser: “Nada ni nadie conseguirá que me desprenda de mi rebeldía. Ella ha sido la esencia de mi vida y la prueba de mi sensibilidad ante el dolor ajeno y el propio”. Gracias por tu rebeldía, Pepe. Porque sin memoria, no hay dignidad, compañero. 

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