jueves, 2 de junio de 2016

Para qué coño quieres el segundo millón de euros si con el primero ya eres inmensamente rico…

Me replicaba hace unos días mi amiga que el comunismo ha fracasado allí donde se ha intentado. Y no le replique porque a lo mejor tiene razón, y porque he aprendido que no sé convencer a nadie, ni siquiera cuando lo intento. Pienso que en unos lugares no era comunismo lo que se intentaba, sino vulgares dictaduras personales, y en otros no tuvo la menor oportunidad a pesar de llegar democráticamente al poder. El capital siempre ha vencido con malas artes en todos los intentos de equilibrar económicamente las sociedades —porque de eso se trata, de regular y socializar parte del beneficio privado—, aunque hayan sido intentonas democráticas. El capital siempre ha vencido a los intentos socializantes. Lo ha hecho provocando guerras o golpes de estado cruentos y también golpes económicos solapados y sutiles, que acaban manipulando a su favor la voluntad colectiva de la gente pobre (estupendamente hecho, la verdad, todo hay que decirlo). Y no hay nada más patético ver a la gente desfavorecida apoyando políticos y políticas neoliberales… pero se da mucho. Es tan patético como el siervo-lacayo negro de Django desencadenado, ese que se creía tan blanco como el amo. Es muy poderoso el poder financiero y no se deja vencer ni en las urnas ni en las trincheras. Tienen el dinero, controlan el 99% de PIB mundial (y billones opacos en paraísos fiscales) con lo que generan más y más beneficios y poder para ellos mismos, sin contribuir ni con las migajas a la mejora social de nadie. Es lo que mueve el mundo, ¿no? Si a eso le sumas que hay un precio para todo y para cada uno… ya tienes la historia explicada y cerrada.

Il Quarto Stato. Volpedo.


Y hoy, ese poder financiero, que es un poder no elegido, no democrático, se nos ha colado en las instituciones y nos gobierna a través de lacayos que han abrazado la religión neoliberal, y que son legitimados a través de votos basura en un remedo ridículo de democracia. Reconozco que hay que quitarse el sombrero, por lo listos que han sido y por lo gilipollas que somos. Y digo que es un voto basura —empezando por el mío— porque la opinión que hay detrás de la inmensa mayoría de los votos es una opinión generalmente gestada con mentiras programadas en horas de máxima audiencia, con manipulación burda y descarada, con una incultura provocada y borde, con falsos intereses y con miedo, sobre todo con miedo a perder la ilusión de tener pan y circo.

No se puede votar libremente cuando las políticas posibles ya están diseñadas en otro lado por criminales que prefieren el equilibrio presupuestario a una sanidad pública y digna… y si la gente tiene que morir, que muera: lo primero es lo primero, es decir, el beneficio de las corporaciones. No son elecciones realmente libres cuando han convencido a la mayoría que no existe ni una sólo alternativa económica al neoliberalismo… y esas alternativas no pueden ser explicadas en igualdad de condiciones. Entonces, votemos lo que votemos, las políticas están impuestas por intereses que ponen el beneficio de las grandes corporaciones supranacionales muy por encima de la gente. La felicidad de la gente y las políticas que la busquen no tienen la menor oportunidad. ¿Para qué votar si la gente no importa y el único leitmotiv de este sistema es el máximo beneficio privado? No se puede votar libremente si sabemos que cualquiera que sea nuestro voto, el que salga elegido será un pobre lacayo local del poder financiero.

¿A quién votamos entonces?

No sé… ¿Hay alguien, algún partido que señale a las políticas neoliberales como la causa de la podredumbre política, económica, social y moral de nuestro mundo? Pues a esos votaré, si es que hubiera tal especie.

2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

No se puede decir mejor...

Saludos

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Gracias, profesor. Muy amable.