martes, 27 de mayo de 2014

El viaje de mayo - La señora de rosario en ristre

Hacía demasiado calor para ser mediados de Mayo y por eso se nos hizo muy largo el camino. Viajamos de Toledo a Ávila por la nacional 403 y apenas reparamos en los castillos de Maqueda, San Martín de Valdeiglesias y el Tiemblo. Una pena porque pasear por Castilla y ningunear sus castillos es un contra Dios. Pero es verdad, el calor agotó las ganas de cualquier aventura.


El tiempo tiene esas cosas, que se alarga o se acorta sin poder evitarlo. En Ávila, por ejemplo, parece haberse detenido entre sus murallas impolutas. En el primer vistazo uno comprende que sean Patrimonio de la Humanidad. Sin duda. El recinto amurallado medieval mejor conservado de Europa no tiene yerbajos que le crezcan sin control. Por no crecer, ni siquiera una higuera salvaje ha enraizado en cualquier grieta de la muralla. Nada. Parecen recién construidas —dos mil hombres y nueve años se tardaron en construirlas en el siglo XII— y sin señales de envejecimiento. Cientos de golondrinas se alimentan de los insectos que anidan en sus muros y llenan el cielo. En Andalucía no se ven tantas golondrinas como en Castilla.

Mi copiloto y yo nos alojamos en una antigua casa del siglo XIV recuperada como hotel. “Las Leyendas”, se llama, muy próximo a la Puerta del Rastro, en el lienzo oeste de las murallas. Y paseamos por la ciudad durante ese atardecer de mediados de Mayo… Ávila es una ciudad amable y manejable. Una catedral recogida. Casas de nobles piedras. Escudos nobiliarios en los frontispicios de los palacios medievales. Muchas referencias a Santa Teresa de Jesús. En un recodo de la ciudad (creo que en la calle López Núñez, a la espalda del Palacio de los Verdugo) hay un toro de granito, como los deGuisando, y justo en ese enorme toro de piedra, hace más de 30 años, nos fotografiamos la copiloto y servidor (…miedo me da buscar la vieja foto y comparar) El sol llegaba de nuevo tangencialmente a las calles de la pequeña ciudad…


En la confluencia de cuatro calles encontramos la Iglesia de San Juan, un templo románico con elementos góticos posteriores, como casi todas. Una distinguida señora de pelo blanco está sentada a la derecha de la puerta, a la recachita de sol poniente, rezando un rosario que sostiene en la mano. Y como nos ve dudar nos invita a visitar la iglesia y nos cuenta que está esperando al párroco para que la cierre, y que mientras tanto allí está ella para protegerlo, porque no es plan dejar el templo desprotegido… y nos cuenta entonces dos robos ocurridos no ha mucho en su iglesia. La primera vez se llevaron dos angelitos que estaban encima de púlpito, no se sabe cómo; y la segunda, incluso con devotas esperando la misa de ocho en primera fila, se llevaron el cáliz y patena del párroco… que no tenían mucho valor, pero que eran los regalos que el padre del cura le hizo cuando cantó su primera misa.

— Hoy es que la gente no tiene valores — dice como colofón a su queja.

— Es verdad, señora —. Le digo — Esto no es lo que era —. Y ayudo a la vigilante a pasar la puerta, no vaya a ser que tropiece con el escalón.

Nos señala la Pila Bautismal, a la izquierda de la entrada, y nos cuenta que está labrada en una pieza de piedra y que allí bautizaron a la santa el 4 de abril de 1515. Se refiere a Santa Teresa de Jesús, por supuesto. Se ve que la señora tiene ganas de hablar y de ajustar cuentas con el mundo porque insiste en que la gente no tiene valores y que la crisis actual ha ocurrido por nuestra culpa, porque no tenemos conciencia y hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, porque ella nunca se ha metido donde no podía y ha sido austera…

— ¡Hombre, señora! Alguna culpa tendrán nuestros gobernantes y los bancos, ¿no? — Le digo. Pero la copiloto me hinca su codo en mi costado para que me calle. Ella es así de elocuente, y le dice:

— Tiene usted razón, señora, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Hasta Vargas Llosa lo dice, que es premio nobel y todo…

Y la señora, ya más contenta, rosario en ristre, prosigue con su teoría.

Pila Bautismal de Santa Teresa. Iglesia de San Juan, Ávila

Hizo calor en Ávila, pero al anochecer refrescó demasiado. Así es Castilla. Nos lo decían en bachillerato, que tenía clima continental… Mi copiloto y servidor cenamos en una terraza. La tostada cubierta de morcilla y pulpa de pera estuvo muy bien. Y el hotel… madre mía, ¡qué hotel más inspirador!



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