martes, 25 de marzo de 2014

El viajero solitario: De Camarinal a Bolonia

Pero hoy es día de recordar a don Adolfo Suarez. Mañana lo enterrarán en la catedral de Ávila previa beatificación mediática… que no digo yo que no merezca todo lo bueno que se dice de él, pero la presión de los medios llega a jugar en contra. Tantísima luz sobre su figura, y tan concentrada en pocos días, acaba marcando las sombras con mucha más intensidad…
…por eso el viajero solitario apaga la radio y le dice a su amigo George que cante su disco póstumo en honor de Suarez. Uno prefiere recordar las sensaciones propias, las que vivió personalmente. Revivir la sorpresa que supuso la irrupción de Suarez en la política… El malvado Alfonso Guerra decía de Suarez que parecía un tahúr del Mississippi… seguramente porque encantaba hasta a las serpientes. Y por eso don Alfonso quedó, en consecuencia, encantado…

En verde el recorrido de Junio / 2013. En amarillo el de Marzo / 2014
El viajero solitario repite el camino de la primavera pasada, cuando las alambradas militares y lo abrupto del acantilado le impidieron bordear la costa y alcanzar la Gran Duna de Bolonia… Esta vez, un lunes de finales de marzo, la cala del Cañuelo está solitaria, y el viajero recuerda que hay pocas cosas tan bellas como una mujer caminando desnuda por una playa de arenas amarillas… Hoy no es el caso. Eva no está.


Descartado el acantilado (ruta verde), dejo a un lado las alambradas militares que rodean los radares y sigo el curso del arroyo Cañuelo, que es un curso de agua estacional (ruta amarilla) Quedan algunas ranas y una culebrilla despistada serpentea en el agua. Una fronda de eucaliptos va marcando el curso, pero parecen enfermos. Por el contrario, el suelo arenoso aparece tapizado por enebros costeros, retamas en flor y lentiscos. Todos ellos con un vigor que da gusto verlos. No hay caminos y por eso conviene ir buscando huecos entre los manchones de vegetación. Cuando me separo del curso del río entro de lleno en el bosque de pinos. Huele muy bien… y eso que aún no hace calor.
Desde ese punto, para llegar a la Gran Duna de Bolonia tengo que caminar hacia el sol –me lo indica Google Maps en el móvil-. Y, monte través, me voy acercando… a veces, cuando se cierra demasiado el bosque hay que deshacer el camino y volver atrás. Pero me gusta, no tengo prisas. Llevo agua y un bocadillo de chorizo…
Finalmente el bosque se abre en una línea corta fuegos por donde discurren las torretas y el cableado que lleva corriente a la instalación militar… a lo lejos, por encima de los pinos, veo un radar dando vueltas. Debe vigilar el Estrecho de Gibraltar desde esta parte. Decido seguir acercándome a la Gran Duna por el corta fuegos… pero un cartel me vuelve a prohibir el paso (alguien enfadado ha llamado ignorantes a los militares) De todos modos no hago caso y sigo el sendero… hasta que una alambrada de espinos impide acceder a la carretera que me separa de la duna.


No tengo más remedio que retomar de nuevo el corta fuegos y seguir hacia el norte, paralelo a la carretera alambrada, hasta llegar a un vértice alambrado y sin salida. He llegado al fondo del saco, a una encerrona, al copo de una red. Me han conducido los militares hasta el cuello de un embudo alambrado. ¡¡¡Y no tengo más salida que retroceder!!!


Y allí delante, a un tiro de piedra, se me ofrece la última lengua de arena de la Gran Duna. Nace un par de kilómetros más al sur, en la vieja ciudad romana de Baelo Claudia y termina delante de mí, a unos quinientos metros. Se aprecia muy bien cómo las arenas blancas van cubriendo poco a poco los pinos, como si una ameba gigante los fagocitara.
Reconozco que en el fondo he venido soñando con eso, con desvestirme hasta quedar en pelotas picadas y dejar que la Gran Duna me tragara para sentir la suavidad del contacto y la tibieza de la arena calentada al sol. Pero las puñeteras alambradas me lo impiden…
Frustrado otra vez. El viajero solitario desface el camino, y en una duna de la playa del Cañuelo se come el bocadillo de chorizo. Eva ni aparece, por supuesto. Por no haber, no hay ni gaviotas…



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