lunes, 17 de marzo de 2014

Crónicas de un jubilado: mientras ella visita la peluquería

Tres jubilados mayores conversan en un banco al sol de medio día. La brisa fresca de levanté llega de vez en cuando. Una señora de gafas oscuras ayuda a su madre a caminar de nuevo. La mamá joven y rubia toma el sol con su bebé y con su compañero. Seguramente el padre del bebé está desempleado porque no son horas de estar en el parque. Al fondo se levanta vertical la fachada acristalada del hotel Playa Victoria... Ahí sigue desde los años cincuenta, entonces era un edificio aislado, en mitad de una playa de arenas amarillas. Hoy es un edificio más de la muralla de hormigón que obstruye el borde costero de Cádiz.


Dos gitanas de pelo tirante, recogido en un moño, ofrecen un ramito de romero a los que caminan hacia el hospital. En el rato que llevo aquí nadie les ha dado una propina, al contrario, les hacen un quiebro. La terraza está llena de ciudadanos y en el parque infantil abundan niños que no llegan a los dos años... lo sé porque los comparo con Vega. Y con esos niños hay mayoría de padres. Está claro que Cádiz es la provincia con más paro de España.
Hay un jubilado de pelo blanco y gorra de béisbol azul que da patadas a una bola de papel, y la va desplazando hasta el pie de una papelera. Allí lo deja y prosigue su camino sin rumbo, mirando al suelo y las manos a la espalda... Me fijo y no sé adivinar dónde va a dirigir el siguiente paso, si a izquierda o a derecha. Parece que no le importe. Tiene tiempo. Y uno piensa que ningún joven hace eso. Ni caminan sin rumbo ni desplazan un papel hasta una papelera porque tienen mil cosas que hacer en poco tiempo… el problema es que no les dejan. Pequeños gestos que definen nuestro estatus vital.
Un joven cambia los pañales de su hijo a la sombra de un viejo olivo trasplantado a esta plaza desde no se sabe dónde. Dos jovencitos han dejado su currículum en la recepción del hotel Playa Victoria... Una mujer boliviana —con un acento dulcísimo— le cuenta a una señora de pelo azul que en su pueblito tenía un puestecito de verduras que criaba en su huerto. La señora de pelo azul tiene un fox terrier que se pone a dar saltitos cuando llega su novia, una mil-leches rubia y simpática. Una señora con chilaba y velo hiyab atraviesa la plaza con su hijo obeso de 14 años. Otra señora, muy bien plantada, me ofrece gafas de sol de farmacia que saca de una bolsa y me llama muchacho... Le agradezco lo de muchacho, pero no necesito gafas de sol. Pasa una embarazada joven y guapa con la barriga gorda y muy baja... seguro que lo lleva encajado y va a romper aguas de un momento a otro. Dos chicas se hacen un 'selfie' en un banco de la plaza. Hay palabras que irrumpen con una fuerza enorme, y conquistan su hueco en un instante: 'Selfie' ¿de dónde puñetas habrá salido?
Y entonces aparece ella. La veo atravesar el semáforo en verde a grandes zancadas, con el pelo suelto y recién lavado. Es un pelo castaño que cada día se aclara más... yo la llamo rubia, pero no por el tono castaño claro, la llamo así porque la sigo viendo rubia platino, como a Marilyn... Esta noche se lo voy a explicar otra vez.



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