domingo, 16 de junio de 2013

El viajero solitario: Desnudarse es un alarido de libertad

Cuando termina el camino costero de El Palmar comienza un paraíso… Así de sencillo.
Playa de Castilnovo, entre El Palmar y Conil de la Frontera
Hemos dejado atrás la playa de El Palmar, en el término municipal de Conil de la Frontera, con su Torre Nueva a pie de carretera, que es la almenara que se comunicaba directamente con la de Trafalgar. De planta redonda, construida en el siglo XVII ajustada a un modelo de 1616. Pero es tan accesible que los grafiteros la han maltratado sin piedad. No me gusta que las torres almenaras sean tan fáciles de conquistar… pierden su encanto.

Torre Nueva, la almenara de la playa de El Palmar
Por eso el viajero solitario continúa bordeando la costa hasta que, junto al arroyo Conilete, se extingue el camino. En ese punto termina la playa de El Palmar y comienza la de Castilnovo. El riachuelo no llega a desembocar en el mar, se agota en la arena, y justo ahí comienza un océano de pequeñas dunas semicubiertas de barrón y juncos. A un lado, la orilla dorada. Paralelo a la costa, como a quinientos metros del agua, terrenos de labor… y al norte, al final de la inmensa playa desierta, Conil de la Frontera. El único hito que altera el horizonte es el objetivo del viajero: la torre almenara de Castilnovo. Todo lo que se ve es así de elemental, sencillo. Lo complejo se aleja siempre de lo paradisíaco.
Torre almenara de Castilnovo. Conil al fondo.
El viajero solitario dice lo que José Luis Sampedro, que lo elemental es lo más valioso… y piensa eso porque justamente ahí, donde el riachuelo Conilete divide las playas, los constructores querían alzar un enorme complejo hotelero. Posiblemente porque los inversores sólo miran por el bien del negocio, y piensan que los hoteles deben ocupar los paraísos para ser más rentables… No importa destruir la belleza que sean menester, la necesidad del negocio, y el chantaje de la creación de puestos de trabajo, justifica el insignificante problema de extinguir la belleza de un lugar.
Pero en los paraísos no caben hoteles, ni playas acotadas, ni parcelas llenas de tumbonas y sombrillas de anea, ni chiringuitos con espetos de sardinas, ni barrigas cerveceras, ni olor a aceite de coco, ni jubilados alemanes… O hay paraísos o hay hoteles.
Cuando pase la Crisis (¿?), y la revolución neoliberal nos haya adormecido con el falso crecimiento, volverán a la carga… por eso el viajero lo observa todo con un pellizco de rabia y pena.
Antes de alcanzar la almenara hay un bunker abandonado entre las dunas. Es de la Segunda Guerra Mundial, de cuando Hitler y Franco estaban convencidos de que el desembarco aliado desde el Norte de África ocurriría entre Huelva y Almería. Por esa razón se construyeron todos estos nidos de ametralladoras que jalonan la costa de este sur. También por ese motivo, para evitar ese hipotético desembarco, se acopiaron en Cádiz más de 2000 artefactos, entre minas submarinas, cargas de profundidad y torpedos, que acabaron explotando en 1947. La enorme explosión destruyó media ciudad y causó 147 muertos y miles de heridos… suceso que las autoridades trataron de silenciar.
La Torre Almenara de Castilnovo está colonizada por cuervos y palomas. Se enfadan mucho cuando llega el viajero, y le graznan y revolotean a baja altura. Es de planta cuadrada, con doble propósito. Durante todo el año se utilizaba para lanzar señales visuales si fuera menester, y en primavera, en interés de las pesquerías de los duques de Medina Sidonia. Tiene escalera de acceso y está hueca… y es un inmenso placer conquistarla.
Hace calor y camino los trescientos metros de arena hasta llegar a la orilla. Lo hago despacio porque no quiero que se acaben estos momentos. Observo bien, al norte y al sur, no vaya a ser que aquel montañero curtido por el sol asome detrás de cualquier duna, y sólo entonces, cuando me veo sólo en el paraíso, dejo que la brisa me envuelva por completo…
…recibir la brisa sobre el cuerpo elimina el sudor y proporciona un frescor placentero. También es placentero recibir la tibieza del sol, y percibir la arena en los pies. Pero es mejor la sensación de abandono que le llega a viajero. Desnudarse en ese paraíso es un alarido de libertad… y esa playa del sur, desde Zahora hasta Castilnovo es un derroche libertario.

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