miércoles, 10 de abril de 2013

Río Tinto: Las cicatrices de la tierra


Dicen que el río Tinto es así porque lleva disueltas sales férricas… pero yo creo que es la sangre de miles de trabajadores esclavos que dejaron su salud en esa comarca desde la prehistoria hasta 1957. Dicen que ese año dejó de ser rentable la extracción de cobre, y sólo por eso los explotadores abandonaron la tierra dejando unas cicatrices visibles desde el cielo, y un río que aún chorrea sangre…

La historia es esa. Lo que pasa hoy no es nuevo. Siempre ha sido así cuando se deja al capitalismo campar a sus anchas. Si el negocio es rentable no importa la agresión al planeta, ni la salud de la gente, ni su dignidad, ni la razón de los oprimidos que reivindican mejoras. Sólo importan los beneficios económicos. ¡Puta mierda!


Las “teleras” lanzaban al aire 500 Tm diarias de gases tóxicos

En el último tercio del siglo XIX, los ingleses, propietarios de las minas, extraían el cobre calcinando el mineral al aire libre. Colocaban toneladas de mineral sobre un entramado de ramaje formando montones que llamaban “teleras” —recuerdan a las carboneras de los bosques del norte—. Prendían fuego y la combustión lenta desprendía al ambiente cantidades enormes de anhídrido sulfuroso. Luego lavaban el resto con las aguas ácidas del río y por último precipitaban la cascarilla de cobre puro sobre ladrillos de hierro. Este sistema ya estaba prohibido en Portugal y, por supuesto, en Inglaterra… pero a las autoridades españolas no parecía importarles las consecuencias.

El desprendimiento de gases sulfurosos que resultaba de esta operación llegó a ser de magnitudes impensables, lanzando al aire las teleras (que debían arder ininterrumpidamente de 6 a 12 meses al año) hasta 500 Tm. de gases tóxicos diariamente.” (Fuente: Mª Dolores Ferrero Blanco / LOS CONFLICTOS DE FEBRERO DE 1888 EN RIOTINTO. DISTINTAS VERSIONES DE LOS HECHOS )


La acción antrópica dejó montañas de escorias y cicatrices inmensas en la tierra.

Los nativos de la comarca llamaron “manta” a la nube tóxica que se formaba en tiempos de calma atmosférica. Durante esos periodos no se podía trabajar, la gente se encerraba en sus casas y los que podían se marchaban a otros lugares. Por supuesto, en la lógica del explotador (en el último tercio del XIX, eran capitalistas ingleses con la connivencia total de las autoridades españolas): si no se trabajaba, no se cobraba. Pero no sólo eso, la nube tóxica persistente arruinó la agricultura de toda la zona, que era la base económica de la comarca.

Los propietarios de las minas contrataban a niños menores de 14 años (en jornada de 12 horas) para hacer el trabajo de un adulto por la mitad del salario. Era legal. Cada trabajador que asistía al médico de la empresa tenía que abonar una peseta. Pagaban parte de los salarios en bonos que los trabajadores canjeaban por comida en los economatos de la propia compañía inglesa. Esto llevó a la ruina a los pequeños negocios de la comarca minera. Trabajar en las minas inglesas de Río Tinto, a pesar de la explotación, acabó siendo la única posibilidad de subsistir.

Las reivindicaciones para mejorar las condiciones laborales no fueron atendidas ni por ingleses ni por españoles, y acabó el 4 de Febrero de 1888. Ese día, la Guardia Civil y el Regimiento Pavía acabaron a tiros con la protesta pacífica de 14.000 trabajadores. 

La historia se repite milimétricamente (precisamente acaba de morir Margaret Thatcher, que en esto de reprimir mineros a sangre y fuego sabía mucho) No se puede dejar que el capitalismo dirija la vida de la gente. Hoy los propios capitalistas y sus secuaces se cuidan muy mucho de citar la palabra maldita: “capitalismo”. Hoy la camuflan bajo la engañifa de “sociedad de libre mercado” o “democracia liberal”… pero la realidad es la misma: un río de sangre.



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