sábado, 22 de diciembre de 2012

Solsticio de invierno, 2012

El día del fin del mundo es luminoso y tibio en el Sur. Los mayas eligieron un buen día para su fin de los tiempos, sin duda. El caño de Zurraque parece un estanque de mercurio. Nada lo inquieta. Sólo un flamenco rosado y vagabundo se atreve a hacer olitas concéntricas y crecientes, y es lo único que se mueve.
Hay borreguitos en el cielo y charcos en el suelo, pero hacia el sur, en lontananza, sobre el estrecho de Gibraltar, se levanta un acantilado de nubes grises y densas. Viajamos en esa dirección… Las cigüeñas no se han marchado. Los nidos que flanquean la carretera siguen ocupados; eso es que los inviernos son demasiado cálidos y se ve que no les merece la pena el trajín de marcharse.
Hay un Tío Pepe, con su chaquetilla y su guitarra, en lo alto de una loma. Es una reliquia de otros tiempos… también hay un toro de Osborne. A ese toro le ladraba Trufo cada vez que pasábamos por debajo… yo ponía la voz ronca y decía: ¡¡GATOOO!! Y el viejo Trufo se envalentonaba y me defendía de esa cosa negra… ¡Que buen amigo fue Trufo, jolines!
En la Barca de Vejer hay una palmera extraña. Le crecen seis troncos concéntricos desde un pie central, como una corola de ramas… Había otra muy parecida en la puerta de la muralla medieval de Tarifa, pero una levantera propia de esos parajes la debió tumbar. Ya no se usan barcas para vadear el río Barbate —simplemente porque hay un puente fijo— pero el lugar mantiene el nombre. Ponen buenos bocadillos de lomo en mantecacolorá en este sitio, extraordinarios para el colesterol. Sin duda.

En mitad del tronco crece un estupendo ejemplar de Ombligo de Venus (Umbilicus rupestris) y Alejandro, que es más zoólogo que botánico, me cuenta que es una planta epífita porque crece sobre otra planta. Y Álvaro, que es más botánico que zoólogo, me cuenta que además es una comófitaporque crece sobre substratos muy pobres… ¡de lo que se entera uno! LaBalita le va a pedir a los Reyes Magos una guía Infoca de árboles (tomo nota) y Álvaro me cuenta que acaba de recibir un e-mail de su amiga Carolina, dice que está en un autobús de Madrid y que le cedió su asiento a un señor mayor, y que el señor mayor va y le dice que no hace falta, que no está cansado, y para confirmarlo añade: Yo es que soy del Atleti, hija. Nos reímos todos a la vez con la ocurrencia del señor… y la pequeña Vega da un respingo, nos mira y decide sonreír también. Cuando sonríe arruga la naricilla y cierra los ojillos. Va a dar gusto ver reír a esta niña. Cuando lo hace me recuerda a Alba (que para eso es su madre), pero también a su abuela paterna… esto de los parecidos no tiene explicación.
Cerca de la playa de Valdevaqueros —ese paraíso que quieren enladrillar— hay un lugar que llaman Casa de Porros. Y a la panadería de toda la vida le han puesto un cartel grande que dice Bakery… más que nada para que los güiris se enteren de que allí se vende pan. Que es un pan que hacen con una mezcla de harinas, masa batida y horneado con leña de verdad. A la bisabuela le encanta este pan…
Los molinos de viento que crecen entre San Fernando y Tarifa están quietos… en realidad no son molinos, son generadores eólicos, pero es poco romántico llamarles así. Y por último está el Puerto del Cabrito. Atravesar el Puerto del Cabrito —entre Tarifa y Algeciras— es un espectáculo… la manga de agua plateada del estrecho; algunos barcos que navegan perezosos; a este lado, Europa; en aquel, la costa africana… y en el extremo, Ceuta, mi ciudad querida. Por allí aún deambula mi niñez vigilando a Angeli por las esquinas.
Pues hoy no ha sido el fin del mundo —al menos para nosotros—, como dicen que decían los mayas. Ha sido un día estupendo… lo hemos pasado en familia. Hacía tiempo que eso no ocurría.



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