jueves, 5 de julio de 2012

La infinita estulticia de los señores obispos

Mi amiga Rocío me aclara que el bosón de Higgs no es la ‘partícula de Dios’, sino la ‘partícula puñetera’…
«Allá por los años 90, Leon Max Lederman, premio Nobel de física en 1988, decidió escribir un libro de divulgación sobre la física de partículas. En el texto, Lederman se refería al bosón de Higgs como “The Goddam Particle” (la partícula puñetera) por lo difícil que resultaba detectarla. El editor del libro, en un desastroso arranque de originalidad, decidió cambiar el término “The Goddam Particle” por “The God Particle”, y así la partícula puñetera se convirtió en la partícula de Dios»
¡Hay que joderse con la que arman los editores!


Y entonces, ahora que hay una altísima probabilidad de haber detectado el bosón de Higgs, capaz de explicar con su existencia real no sé cuantas cosas misteriosas, y, por tanto, acorralar un poco más a Dios porque ya no es necesario recurrir a Él para explicar según qué asuntos de la creación del universo… entonces, digo, ahora los señores obispos se han creído en la tesitura de dar explicaciones y dicen que no importa, que ‘Dios está detrás de la partícula divina’ (otra vuelta de tuerca a la denominación del bosón… por cierto esta mañana lancé en twitter una maldad, dije si Dios estaba detrás de la partícula divina, ¡ya debe ser minúsculo este Dios!)

Pero la carga de la prueba recae en los crédulos. Los científicos no buscan demostrar la existencia o inexistencia de Dios, los científicos se preguntan cómo puñetas funciona el universo, proponen soluciones para explicarlo y plantean experimentos que tratan de demostrar la validez de la teoría propuesta. Si la teoría demostrada sirve para explicar algo mejor el universo, vale, se utiliza… pero sólo hasta que una nueva evidencia pone en cuestión la última teoría. Es la duda sistemática lo que nos hace avanzar hacia el conocimiento empírico, hacia la verdad.

Por el contrario, los señores obispos, ya lo tienen todo claro. Lo tienen clarísimo ahora; lo tenían antes y lo tendrán cristalinamente claro siempre. Los señores obispos ya tienen una verdad que los hace libres, no necesitan ninguna otra, porque la que tienen es una verdad absoluta, emitida por el mismísimo Dios. Es, por tanto, una verdad inmutable. Los señores obispos no necesitan de la ciencia para afianzar sus creencias, porque sus creencias son a-racionales, viven al margen de la razón…

…¡Dios mío! Es tan escandalosamente evidente la infinita estulticia de los señores obispos que no voy a añadir ni una sola palabra más…

Porque me tenéis aburrío-aburrío-aburrío.

La imagen es un matraz y una barra de vidrio, a la luz del amanecer, sobre la mesa de trabajo...


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