Boda

Pues, al final, se me casó un hijo (…con papeles de por medio, digo) Les dije que es verdad, que les toca vivir un tiempo complicado, pero que no se preocuparan demasiado porque cada generación tiene sus monstruos, y todas los vencen. A sus abuelos les tocó una guerra o una posguerra —no sé qué fue peor— que les marcó la vida; a sus padres nos tocó la muerte de Franco y una transición política muy complicada… y a ellos les toca ahora superar una profunda y larga crisis económica, un cambio de paradigma, de mundo. Y de todo se sale.

También les felicité por haber tenido la valentía de aceptar libremente un compromiso; que me parecía que es bueno que la gente se comprometa de corazón con las causas justas, y que compartir la vida con un compañero/a era una estupenda causa…

Álvaro y Alba, los últimos en abandonar la fiesta…

Luego Alejandro les dijo mientras tragaba saliva —desde su pesimismo y su aparente dureza emocional— que envidiaba lo que ellos habían construido, que ojalá él pudiera encontrar el amor como ellos lo habían encontrado... ¡Quién nos iba a decir que Alejandro hablara públicamente de sus sentimientos! ¡Pues lo hizo!

Y Esperanza se sacó el corazón y se lo ofreció a Alba desde su profundo cariño, que es un cariño que viene de lejos, cimentado en años de roce, en la evolución sincronizada de niña y amiga.

Y Lau le dijo a Álvaro —que ya es su viejo amigo ¡cuando apenas llegan a los treinta!— que era un radical porque iba a la raíz de las cosas… y que ese es un buen sitio al que deberíamos ir todos (siempre me ha parecido que Lau era de los nuestros) Y le recordó sus largas conversaciones nocturnas para arreglar el mundo (¿por qué pienso ahora que la vida da vueltas y siempre vuelve al mismo sitio? …cambiemos Lau por Carlos y aquel Oasis de Ceuta se materializa aquí delante. Entonces soñábamos con otro mundo y, en muchos aspectos, ¡era este!)

No sé… al final, digan lo que digan, hagan lo que hagan, aunque se disfracen de adultos, siempre serán nuestros hijos…