miércoles, 23 de marzo de 2011

Las sirenas del templo de Melkart


La Isla de los Pájaros. Al fondo, islote y castillo de Sancti Petri.
Fue extraño. Después de todo lo que se dijo, uno esperaba que el mar bajara poco a poco hasta alcanzar la cota cero… pero ocurrió todo lo contrario: que la Isla de los Pájaros emergió desde el fondo del mar y quedó varada en la orilla como una ballena.
Buker nº 1 de Camposoto / 1942
Hice el camino con Ángel, mi maestro en esto de las imágenes; que es un maestro más observador que hablador. Pero no importa porque ambos somos capaces de caminar en silencio, cada uno cavilando lo suyo —y eso no quita que servidor lo observe de reojo para aprender qué cosa fotografía, y desde qué ángulo (con mi otro maestro, Alfonsito, me pasa lo mismo, que lo vigilo de reojo)—. Primero acribillamos a fotos el primer bunker de Camposoto (un auténtico leviatán varado en la playa), que cada invierno se hunde más en la arena, es como si el demonio tirase de una esquina para llevárselo al averno.
Bunker nº 2 de Camposoto / 1942. Al fondo, islote y castillo de Sancti Petri

Al segundo bunker le pasa lo mismo, que se sumerge poco a poco, como en arenas movedizas. Pero, quebrados como están, son guardianes fieles. Sufren cada día las embestidas de las olas, pero siguen ahí, firmes y vigilando la belleza de su Isla misteriosa, Sancti Petri... que fue un templo a Melkart, y luego lo encomendaron al Hércules romano; y más tarde, ya en el XIX, fue una batería de cañones contra lo de Napoleón. Y después de todo eso, ahora vuelve a ser una Isla blanca como nácar.
Nos decía un viejo pescador que su padre le llevaba a la isla en un candray de vela latina, allá por los años 40, cuando el hambre de la posguerra era afilada como un vidrio puntiagudo… y que su padre hacía un arroz con los mariscos que arrancaban a las rocas del castillo.
Sí… el viejo pescador, plantado ahora en la orilla firme, ha visto emerger otra vez la Isla de los Pájaros, que es una lengua de arena que crece y crece desde la Punta del Boquerón en dirección al Castillo, y lo deja muy cerca, casi al alcance de la mano. Es una isleta húmeda, llena de recovecos, que solo se deja ver cuando la Luna engorda más de lo normal. Recuerda el hombre que mientras las paellas se cocinaban con rescoldos de sapina, el niño hurgaba por entre las piedras del castillo y recuerda con ojos soñadores —como queriendo recuperar los detalles— las piedras de mármol blanco con caras de mujer... estaban en la orilla, entre otras piedras, pero sí, sí, eran caras de mujer…
…fue entonces cuando las sirenas salieron de las aguas y caminaron por la Isla de los Pájaros, entre los hombres que, absortos, sólo tenían ojos para el castillo de Sancti Petri…

Más tarde, el viejo pescador, socarrón, desde su atalaya en tierra firme, nos dijo que dentro de quince minutos la marea subiría para que la Isla de los Pájaros volviera a su mundo…
...y todos esos van a tener que mojarse el culo si quieren salir…
¿Nos quedamos a ver esto, Angelote? ¡Nos quedamos!
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