miércoles, 23 de febrero de 2011

23-F: seguimos en el tajo

Es temprano y —mientras los hombres enchaquetados y sus dignas mujeres esperan en la calle— el ciudadano se sienta en el borde del monumento y espera también. Es un monumento para recordar que las libertades comenzaron aquí, en la vieja Isla de León. La leyenda de bronce habla de libertad de imprenta, del pueblo soberano, de los tres poderes separados y esas cosas que se plasmaron en la constitución doceañista… No está mal recordar esto cualquier 23 de Febrero.

Monumento a las Cortes de 1810. San Fernando (Cádiz)

Sentado en su peldaño, el ciudadano piensa que es una maravilla disfrutar del espacio de todos. Los niños han colonizado la plaza pública. Los hay que corren detrás de las palomas, y los hay que van en patines… pero todos, los unos y los otros, gritan como posesos.


Un señor con gorra irlandesa habla sólo en mitad de la plaza —como hacían los locos de antes— pero no es lo que parece; ahora los que hablan al aire y gesticulan no es que estén locos es que están usando el móvil manoslibres.

Las palomas, cuando escapan de los niños, deambulan por entre las mesas de la Mallorquina, que es una terraza de mucho arraigo en la Isla… y el ciudadano recuerda que eso mismo es lo que hacían las gaviotas en la islas Cíes, o las urracas en Cork. No sé… siempre hay pájaros por entre las mesas de las terrazas, aunque en Casa Bartolo, lo que hay son gatos ahítos de pescaíto frito, por eso no puedo llevar a Trufo, porque es muy celoso y no permite que los gatos se me acerquen a los pies…

Las farolas se encienden para compensar que el sol cae. La fachada de la Iglesia Mayor se ilumina ahora con otra luz, pero sigue siendo color almagra, que es un color muy tradicional aquí, pero ¡qué quieres que te diga! Hay una rumana pidiendo limosnas a la puerta de la Iglesia. Antes eran gitanas, pero las rumanas han colonizado estos espacios, como los niños la plaza. Al principio me daban un poco de pena, pero ahora no porque son profesionales y, cuando cumplen su jornada, viene un señor en coche y las lleva a su casa.

Cuando los hombres enchaquetados y sus señoras entran en el Centro de Congresos, el ciudadano se levanta del borde del monumento, el que recuerda la declaración de las libertades constitucionales. ¡Y, mira por donde! Ha estado sentado justo encima de una pintada que decía cosas obscenas sobre la madre de fulanito. El imbécil que lo escribió debe pensar que para eso hemos conquistado libertades, para poder llamar puta a la madre de fulanito en un monumento público…

…es 23-F. Hace ya 30 años. Y me parece que tenemos que seguir trabajando en esto. ¡Ya lo creo!


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