martes, 26 de octubre de 2010

La mezcla pendiente


Mañana, el torbellino browniano del tubo habrá finalizado. La disolución habrá alcanzado el equilibrio y tendrá un color uniforme. No parecerá vino fino, ni Pedro Ximénez, más bien podría ser una solera vieja de Xerez…


Esta imagen es esperanzadora. Me gusta que la joven madre musulmana tenga libertad para usar un vestido de DESIGUAL con esos colores tan vivos que no sé todavía si me parece una horterada o una pasada de elegancia. De alguna forma ocurre como con la disolución… que la abuela mantiene la chilaba tradicional, pero las hijas, sin perder su identidad cultural y/o religiosa (el pañuelo), se mimetizan mejor con el entorno de la Isla de León, en el sur de España, un país de tradición cristiana, apostólica y romana. ¿Llegaremos a un sincretismo aparente de islamistas con trajes de DESIGUAL y cristianas con niqab como si fuéramos la disolución de arriba? No sé… en todo caso, estas fusiones culturales son procesos que, en el mejor de los casos, suelen durar generaciones. [En Ceuta, mi tierra, una ciudad fronteriza, coexistimos con cierta invisibilidad desde hace siglos, pero, por mucho que nos guste decirlo, no creo que convivamos esas cuatro culturas (judíos, cristianos, musulmanes e hindúes)… no lo creo. Y el matiz en fundamental]

No sería extraño (solo sería un negocio más), pero el día menos pensado se pone de moda entre la chavalería autóctona usar el niqab en otoño-invierno. Y me gustaría que la joven madre musulmana, la del vestido de colorines, también tuviera la libertad suficiente como para usar o no usar el niqab… Pero tiendo a pensar —al margen de si es un símbolo cultural o religioso— que no es libre hasta ese punto...

…mi amiga Toñi ha visto crecer a Fátima, la hija de los regentes de un Bazar de moroscercano a su casa —dicho moros con todo respeto—. Dice que era una niña totalmente integrada en el colegio y en el barrio; alegre, que siempre estaba de bromas con ella y que se reía con la cara y con los ojos… pero cuando fue mocita, desapareció una temporada, y cuando regresó, vino casada, enfundada en el vestido tradicional de su cultura y tocada con el niqab. Y dejó de dirigirle la palabra, ya no hablaba con ella… ahora tiene veinte años, un hijo, está embarazada de otro y ya no ríe. Fátima ya no es miembro de esta calle ni de este barrio.

Ayer, otra vez me sorprendió la luz del atardecer. Era tan dorada que solo el COLOR del ambiente reconfortaba… por eso me acordé de ella, de Lady Lu —la hija de mis buenos amigos, que se ha instalado en un pueblo cercano a Londres—, porque está tan acostumbrada a este luminoso SUR, que me la imaginaba triste en el ambiente oscuro yGRIS de la Gran Bretaña. Dice que cuando bajó del tren quedó sorprendidísima porque allí no había ingleses, sólo se veían personas de color. No es por nada, es que a Lady Lu le pasa lo que a servidor —y a una gran mayoría de españoles—, que nos falta cursar una asignatura, superar la sorpresa-desconfianza que nos causa un extraño a la tribu. Me lo pregunto muchas veces: ¿Qué pasará cuando a la gente normal y tolerante —los que decimos conste que yo no soy racista, pero…— nos coloquen una mezquita en el barrio, o un campamento de de rumanos en el descampado o un piso patera en el bloque? ¿Qué pasará? ¿Seguiremos siendo esos tolerantes de salón (porque lo ven todo a lo lejos) o empezaremos a pensar con el hígado y a decir que TODOS los extraños son delincuentes porque son extraños?

¿Quién sabe? A lo mejor comprendemos TODOS que en UN país hay UNA ley paraTODA la gente. Si fuera así, mañana, el torbellino browniano habrá finalizado. La disolución habrá alcanzado el equilibrio y tendrá un color uniforme.



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