miércoles, 20 de octubre de 2010

La hormiga de Nando Sánchez

"Fue en mitad de una vereda, en mitad de la nada para ella (supongo), donde la encontré. Al principio la creí muerta, al acercarme observé como poco a poco se movía. Ningún congénere alrededor, perdida, tras una batalla cruenta, quizá de dimensiones cósmicas pero imperceptible a nuestros ojos. No sé exactamente porque, pero me conmovió aquella hormiga tullida."

Le dije a Nando que también me conmovía la hormiga. Hay algo excesivamente triste en la cabeza humillada, en el porte derrotado, en la inutilidad de las batallas que se repiten una y otra vez, eón tras eón, para dejar las cosas como al principio. Nando ha retratado la falta de futuro. ¿Y ahora, qué?, es la pregunta cristalizada en la imagen.

…no paro de mirarla. Es una insignificante hormiga tullida. Abandonada en un lugar infinitesimal del cosmos. Apenas le queda un aliento de vida… pero no paro de mirarla, de contar las patas que le faltan —¡por Dios, deberían ser seis!—, de preguntarme cómo ve su mundo si ya no tiene antenas…

Y me fascinan los hombres como Nando, que se paran a observar una hormiga tullida, que la inmortaliza y nos la ofrece. Tal vez los hombres y mujeres que nos gobiernan deberían bajar de vez en cuando a ras de suelo para llorar por el micromundo que manejan —por todas las hormigas tullidas como ejemplo—. Y, entonces, a lo mejor, muchos de esos hombres y mujeres que nos gobiernan dejen de tener la moralidad de una mantis religiosa.


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