viernes, 23 de abril de 2010

El convaleciente que ordenaba libros

23 de abril: Día Internacional del Libro

El convaleciente duerme pocas horas. Se levanta temprano, con cuidado, para que ella no se despierte porque sabe que esos momentos son los mejores. Cuida sus movimientos, no vaya a ser que en un descuido tire de alguno de los puntos de la cicatriz. Y el convaleciente deambula por la casa en la penumbra del amanecer, un poco encorvado, que si se pone derecho es peor; y se tuesta un trozo de pan y desayuna en zapatillas, en silencio; no quiere poner la radio, ya sabe lo que van a decir sobre el tribunal constitucional, sobre el pañuelo de Najwa, sobre el statut, sobre Garzón y le dice a Trufo: ¡¿No se cansan nunca de lo mismo?! Y el viejo perro ladea la cabeza. Es un perro fiel y casero. Un perro que lleva con dignidad y entereza su ancianidad desde el salón a la cocina y vuelta. Sí… el viejo Trufo es feliz con una carantoña de vez en cuando.

Al pasar arrastrando las zapatillas por el cuarto de los libros se para… en casa del convaleciente cada habitación tiene un nombre —como en cada casa decente, diría—, el trasterillo, el Cuarto del Niñato (dicho esto con todo cariño y respeto), lo de Álvaro, el Patio del Bicho Verde, el Tinglaíllo… en la puerta del Cuarto de los Libros hay pegado un tarjetón que dice:

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HAI EXCOMUNION RESERVADA A SU SANTIDAD
CONTRA QUALESQUIERA PERSONAS
QUE QUITAREN, DISTRAXEREN, O DE QUALQUIER OTRO MODO
ENAGENAREN ALGÚN LIBRO
PERGAMINO, O PAPEL
DE ESTA BIBLIOTHECA,
SIN QUE PUEDAN SER ABSUELTAS
HASTA QUE ESTA ESTÉ PERFECTAMENTE REINTEGRADA
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Se la compré a Joaquín Díaz, en el castillo de Urueña hace ya unos años. Es el contundente aviso que colocaron en la puerta de la biblioteca de la Universidad de Salamanca. Es una joya. Muchos amigos quieren uno igual… pero no hay que hacer caso al aviso, en el fondo prefiero perder un libro a perder un amigo por culpa de un libro no devuelto. Y de la puerta abierta (ya no hay niños pequeños en la casa) sale un aroma evocador. ¡Oh, madre mía, el olor de los libros viejos…!

Ese olor siempre me lleva a un escaparate de Naxera, con mi compi, de cuando hacíamos el Camino de Santiago… fue en ese escaparate, de una tienda de muebles, donde leí por primera vez la rima del Rey Sabio:
Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos libros, tened viejos amigos

…que, a su vez, siempre me lleva a evocar la imagen de mi viejo amigo y compadre Carlos. —¿Será por lo de viejos leños? —.

Y el convaleciente se apoya en el quicio de la puerta y observa el desorden. Diría el enfermo que es un desorden con vida propia, como el de las montañas, que son telúricas (las montañas, digo) y no tienen prisa porque se mueven muy despacio, a su antojo, con su ritmo imparable y, al final, siempre llegan adonde ellas (las montañas) y ellos (los libros) quieren…
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Biblioteca de la Fundación Joaquín Díaz, en Urueña / Valladolid


Coge uno al azar y casi se emociona. ¡Madre mía! Este lo leí de una sentada. Una tarde, una noche y una mañana… en lugar de estudiar el examen de termodinámica, se leyó Viejo Muere el Cisne. No se presentó al examen… pero el viejo libro quedó profusamente subrayado para los restos. ¿Qué le interesaba en 1973 a aquel joven de 21 años? ¿Qué reflexiones de Huxley le quedaron a aquel imberbe? El convaleciente, lentamente se sienta, enciende el flexo y repasa algunos párrafos subrayados con trazos grises de lápiz gastado… que eran entonces trazos nerviosos y jóvenes, trazos que realzaban lo que había que aprender, que era casi todo, porque casi todo era nuevo.
…pues obrando con imperfecto conocimiento, ningún hombre, por bien intencionado que sea, puede tener razón más que parcialmente. 
…sean las que fuesen las circunstancias en que se encuentre, el ser humano, ha de contar siempre con omisiones que corregir y con omisiones cuyos efectos han de ser neutralizados en lo posible. 
La falsedad, por ejemplo, de que hay una persona allá en lo alto, o la otra falsedad más moderna referente a que los humanos valores son absolutos y que Dios es la nación o el partido de la totalidad de la raza humana. 
Viejo Muere el Cisne / Aldous Huxley /Losada – Buenos Aires – 4ª Edición – 1967 / Pp 84-85
Y el convaleciente, sonríe maravillado. Reconoce las ideas, las ha utilizado muchas veces… pero había olvidado donde las fagocitó, las maduró y las hizo propias. Al fin y al cabo cada hombre o mujer es el producto de mil roces en el tiempo, de mil conversaciones dichas a media voz, de algunos amores que pasan por encima y de mil lecturas semiolvidadas, como esta…

¡Madre mía, cómo es el aroma de los viejos libros!


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