jueves, 18 de marzo de 2010

Iglesia y Parlamentarismo: comentarios a una conferencia de Fray Carlos Amigo

San Fernando (Cádiz), 17 de Marzo de 2010

Ya no es arzobispo de Sevilla ni cardenal papable. Hoy es el franciscano fray Carlos, y acudió al “Centro de Congresos Cortes de la Real Isla de León”, a impartir una conferenciatitulada “Iglesia y parlamentarismo”. Eso sí, enfundado en sus ropajes, bonete y demás símbolos de su magisterio cardenalicio, que para eso son suyos. Más allá de la presencia masiva de diputados-curas en las primeras cortes constituyentes de España de 1810, servidor tenía muchísima curiosidad —por obvias razones— por ver como iba monseñor a imbricar estos conceptos.


Lo presentó mi alcalde, y el hombre desplegó visiblemente todos los rituales de sumisión y pleitesía que tradicionalmente los políticos solían exhibir ante una autoridad eclesiástica de ese calibre. No sé, paréceme que mi alcalde no aprecia en su justa medida que a él lo elegimos el pueblo, y a monseñor, no. Y, lo que es más importante, paréceme que mi alcalde aún no es consciente de que la autoridad ya no es una gracia de Dios sino una conquista del pueblo. Lo encontré excesivamente sumiso, la verdad.

Monseñor es un espléndido comunicador. Comenzó su discurso citando textualmente el juramento que hicieron los diputados de 1810 en la Iglesia Mayor de San Fernando, justo antes de reunirse en la primera sesión de las Cortes que alumbraron la Constitución Liberalde 1812 (La Pepa)

¿Juráis la santa religión católica, apostólica, romana sin admitir otra alguna en estos reinos?

Se preguntó en primer lugar si ese compromiso de los políticos con los valores —los de la única religión verdadera, claro está— sigue vigente. Toda su charla fue un alegato para justificar el derecho de la iglesia a intervenir en la política. Y para ello habló del«compromiso político de los católicos», y se preguntó si un estado que se autodefine como aconfesional puede olvidar que es un país mayoritariamente confesional (habitado mayoritariamente por cristianos, judíos y musulmanes) Y dijo que «los políticos deben tomar conciencia de su condición de católicos» porque «tu bautismo te exige responsabilidad»; y explicó que «el evangelio debe ser la referencia de las conductas». Y se remitió a un documento redactado por el cardenal Ratzinger cuando era jefe de laCongregación para la Doctrina de la Fe (el ex-Santo Oficio, ex Santa Inquisición) en el que explicaba exactamente cómo debía ser la conducta y el compromiso de los católicos en la vida pública y en la política; es decir, su obligación de implicarse e impregnar su actuación con los ramalazos de su fe.

Y defiende fray Carlos que la Iglesia debe intervenir en la política porque se tiene que preocupar por el bien común de la gente, y porque lo llevan haciendo desde siempre. Y dijo que la forma de hacer política que tiene la Iglesia española no es a través de los partidos, lo hace a través de las orientaciones, comunicados y publicaciones de la Conferencia Episcopal, que orientan a los fieles sobre los temas de actualidad (la Educación para la Ciudadanía, ley del aborto, la defensa de familia tradicional, divorcio, matrimonios homosexuales, métodos anticonceptivos, investigación con células madres, etc.) Dijo también que la iglesia no tiene partido político, y que los cristianos pueden militar en cualquier partido del espectro político, y que esa diversidad de militancia —aunque parezca raro— se podía hacer con total coherencia… y para justificar esta coherencia hizo unos malabares dialécticos que no llegué a entender (tengo que estar más atento la próxima vez… o, a lo peor, es que mis neuronas ya no llegan)

Se quejó del relativismo moral que ellos observan en la política… Eso sí que lo entendí bien: me parece que a fray Carlos le gustaría que en España siguiera vigente el absolutismo moral que hubo desde Leovigildo, pasando por los Reyes Católicos y la Cruzada del 36 hasta el regreso de la democracia. O sea, una ética, una moral y unas leyes civiles emanadas directamente, y en sintonía, con la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Y nada más. O sea: Una Nación, Una Religión.

Se opuso a que la religión fuese algo privado que haya que recluir en las iglesias «como ahora se exige desde el laicismo fundamentalista» porque «al ser humano no se le puede descuartizar, el ser humano es lo que es vaya donde vaya —y aquí se puso serio y hasta arrugó el ceño—, y los cristianos no pueden dejar su fe en la iglesia y vivir el resto del día sin ella. La fe es consustancial con el cristiano y la ejerce allí donde vaya…» Ya, vale, pero humildemente, a servidor le parece mejor que los hombres sean hombres antes que cristianos, judíos, musulmanes, negros, amarillos, gordos o flacos… del Betis o de la Macarena. No sé. Si acaso debería existir una verdadera hermandad (je, je, que gracioso) debería ser una hermandad de seres humanos porque ahí cabremos todos… porque ya sabemos lo que pasa cuando una hermandad de cristianos (que ejercen de cristianos todo el día) interacciona con una hermandad de musulmanes (que también ejercen de tales todo el día), o la de estos con una de judíos. Siempre pasa lo peor. ¡Que desastre de monoteísmos, joder! Desde que Abraham se inventó esta tropelía del dios único nos ha ido muy mal a los hombres…

Fray Carlos Amigo habló muy bien. Tiene formas amables, de cura bonachón de pueblo. Maneja con maestría las preguntas retóricas, las pausas y las respuestas posteriores. Sabe captar la atención del público. De vez en cuando se quitaba la piel de cordero y sacaba sin complejos la decisión y la dureza del lobo… y esa metamorfosis también la manejaba con maestría. Más que lobo me pareció un viejo zorro, dicho esto con toda mi admiración por los viejos zorros, por lo que tienen de listos y vividores.

Fray Carlos no citó a Cristo, ni a la Virgen ni al Espíritu Santo, ni siquiera al Padre. Él vino para hablar de política. Monseñor sabía perfectamente que no estaba en el púlpito, pero eso no le impidió lucir los símbolos propios de su magisterio; es decir, de exhibir abiertamente la estética sacerdotal principesca que supone una preeminencia sobre los mortales del patio de butacas, que es una ascendencia moral y un respeto sabiamente impuestos desde la más temprana infancia a todos los pequeños ciudadanos que nacen en familias católicas. Sí, por eso monseñor vino a hablar de política con las cartas marcadas. Vino a justificar y a exigir obediencia a los políticos católicos que hacen las leyes en mí país. Y no podemos olvidar que los políticos no se deben a los clérigos, se deben a sus votantes y a la ideología política que defienden.
Y tampoco deberíamos olvidar que monseñor es uno de tantos gestores y administradores de la gigantesca estafa que son las religiones.


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