jueves, 30 de julio de 2009

El cementerio de ETA

Imagen de la patria vasca que buscan las valientes alimañas de ETA

— Ahora deberían pillarlos y colgarlos de los pulgares, al sol, hasta que revienten de sed...

 Pues no te digo que no, hijo, y no precisamente de los pulgares. La verdad es que es eso lo que nos apetece a todos, que los cuelguen de los huevos...

Pero eso no puede ser. Tantos años intentando hacer de los hijos personas equilibradas para que ahora caigamos en la provocación. Así que continué...

 Pero si lo hiciéramos así seríamos tan odiosos, tan repugnantes, tan animales y tan descerebrados como estos hijos de puta, hijo. Y, encima, perderíamos todo el derecho a ser mejores que ellos.

Pero me parece que para nuestros hijos, los que han nacido ahora y aquí (en democracia y en España), sea difícil entender la altura moral de una sociedad que se ajusta a la voluntad democrática... y el enorme valor que eso nos proporciona frente a las alimañas. Que serán dañinas y capaces de matar, pero en el fondo son unos pobres diablos que merecen lástima.

Otras veces pienso que es una cuestión de edad, y que con los años aprenderán a solapar las reacciones viscerales —con más o menos trabajo y repugnancia— porque ya sabrán que la razón es el mejor camino para llegar a cualquier sitio.

 Y te digo otra cosa, tío: no me gusta que hables así. Que llevo muchos años invirtiendo en tu educación para que ahora digas lo mismo que un facha de mierda en la barra de un bar.

Pues eso, ¡que se yo! Que no podemos consentir que nos puedan las vísceras... ¡pero qué humano es dejarse llevar, joder!

—...exactamente lo mismo dirán ellos. Así que, por favor, hijo, contrólate.
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