jueves, 6 de noviembre de 2008

A veces me gustaría ser poderoso…

“…la niña fue violada por tres hombres mientras viajaba a pie para visitar a su abuela en la capital, Mogadiscio. Después del asalto, buscó la protección de las autoridades, que la acusaron de adulterio y la sentenciaron a muerte.”

URL de la imagen: http://www.asueldodemoscu.net/imagenes/lapidacion.jpg?rnd=1199121251046

Aisha Ibrahim Duhulow tenía catorce años y las autoridades islamistas no se conformaron con ordenar la muerte de la niña. Usaron la sharía para lapidarla. La introdujeron en un agujero practicado en el suelo, y la enterraron hasta el pecho para inmovilizarla; luego la taparon con un manto blanco, y cincuenta hombres lanzaron piedras del tamaño adecuado, como dice la ley —ni muy grandes (para evitar que muriese de una sola pedrada), ni muy pequeñas (para evitar el cansancio de los ejecutores)— hasta matarla. De esa forma, largamente ensayada a lo largo de sus siglos de barbarie, el sufrimiento de la niña, supuesta adúltera, duró lo suficiente para solaz de las bestias. Y así el espectáculo de su castigo y muerte, duró lo suficiente como para hacer mella en el ánimo de la jauría; y así, los gritos y lamentos tal vez lograran disuadir a las más de mil personas que disfrutaron y aprendieron de la fiesta. ¡Hijos de su Grandísima Madre! ¿Dónde estarían los adúlteros mientras tanto? ¿Los jueces de parodia alabarían a su dios mientras apedreaban a la niña? ¿Se acostarían esa noche con la sensación del deber cumplido? ¿Pensarán que ahora el mundo es mejor? 

¡Hijos de su Grandísima Madre!

Sí… a veces me gustaría ser poderoso y cruel; y sueño con exterminar a estas bestias… o sea, condenarlos a leer libros, sin levantar los ojos de las palabras, durante toda su vida, hasta que perdieran la vista.



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