lunes, 8 de septiembre de 2008

Un beso callejero cimbreando en las antenas de una mariposa Monarca


Estación de Santa Justa, Sevilla, España. Finales de agosto de 2008. Viajeros que se reencuentran, amantes que se separan…

Un beso borra los bordes de la realidad. Difumina el entendimiento. Concentra el sentido de las cosas. Detiene el tiempo. Eterniza un momento especialmente intenso. Crea el instante feliz. Mantiene el silencio y evita que yerres en tu juicio. Besando cierras los ojos y percibes el interior del otro. Te alcanza el mejor aroma. A veces giras; a veces caes. No se mata besando. No se odia besando. Un beso perdona y preludia mejores momentos. Es también una explosión de cristalitos de sal y una lluvia suave de menta. Como ves, Papantzin Xaxán, el beso es una pizca de magia que el común de los mortales provocamos cada día... y es un brillante regalo de los dioses para los hombres que sólo el clérigo imbécil y sucio censura y esconde.

¡Jolines! No tenemos perdón de dios: deberíamos besarnos a todas horas ¿no?




No hay comentarios: